En mayo de 2019, apareció un cadáver de jaguar sin cabeza en un basurero en el sur de Belice. El asesinato, uno de una serie de incidentes similares, aumentó la indignación local e inspiró a las autoridades, ciudadanos particulares y empresas a ofrecer una recompensa de 8000 dólares por información que conduzca al arresto del asesino del jaguar.
Más que un problema nacional, el horrendo asesinato en Belice parecía indicar un aumento en la caza furtiva de jaguares en todo el rango de la especie, desde México hasta Argentina.
“Sospecho que durante mucho tiempo pasó desapercibido, las autoridades simplemente no estaban prestando atención”, dijo Pauline Verheij, especialista independiente en crímenes contra la vida silvestre que ha investigado el comercio del jaguar en Surinam y Bolivia en los últimos años. “Hacer frente a los delitos contra la vida silvestre en la mayoría de, si no en todos, los países latinoamericanos ha tenido prioridad cero hasta hace muy poco tiempo”.
Durante varios años, Verheij y otros han advertido que el comercio de jaguares parece estar en aumento, al mismo tiempo que los grandes felinos ya están en peligro de extinción, principalmente debido a la pérdida de hábitat y a los asesinatos en venganza por la depredación del ganado. Los expertos en tráfico de vida silvestre también vieron que muchos de los casos sobre los jaguares estaban relacionados con ciudadanos chinos o destinos en China. En Bolivia, por ejemplo, las autoridades interceptaron paquetes con destino a China que contenían cientos de caninos de jaguar, que se convierten en joyas. Pero la evidencia que vincula estas observaciones ha sido dispersa y, en gran medida, anecdótica.
Ahora, un estudio publicado este mes en Conservation Biology proporciona una descripción más completa del comercio ilegal, reuniendo datos de toda Centroamérica y América del Sur. Los resultados confirman que las incautaciones de partes de jaguar han aumentado enormemente en toda la región, y que la inversión privada de China está significativamente correlacionada con el tráfico de la especie.
“Por primera vez, tenemos una visión general de lo que está ocurriendo en Centroamérica y América del Sur con respecto al comercio de partes del cuerpo del jaguar”, dijo Thaís Morcatty, estudiante de doctorado en antropología en la Universidad Oxford Brookes, en Inglaterra, y autora principal del estudio.
Los hallazgos sugieren un paralelo con los patrones de caza furtiva observados en el sudeste asiático y en África, en los que una creciente presencia de empresas de China que trabajan en grandes proyectos de desarrollo coinciden con un incremento en el comercio legal e ilegal de vida silvestre, incluidos los grandes felinos.
“Lo que podemos aprender de esto es que los patrones que vimos en Asia y luego en África comienzan ahora a surgir en Sudamérica”, dijo Vincent Nijman, coautor, también en la Universidad Oxford Brookes. “Si hay demanda, será satisfecha, aunque tengas que ir a otro continente al otro lado del mundo”.
“Si podemos captar esto al principio, cuando el comercio solo está aumentando, podemos cambiar el curso de las cosas antes de que sea muy tarde”, agregó Morcatty.
Los jaguares han sido cazados furtivamente casi hasta la extinción en el pasado. Durante el siglo XX, la caza de su pelaje hizo que la especie casi desapareciera. Estados Unidos fue responsable de la mayor parte del comercio del jaguar, importando más de 23.000 pieles de jaguar solo en 1968 y 1969. Con las poblaciones de jaguares cayendo en picada incluso en regiones remotas del Amazonas, los encargados de formular políticas prohibieron a los grandes felinos del comercio internacional en 1975.
“En el pasado, casi perdimos a los jaguares por una gran presión de caza en un corto periodo de tiempo”, dijo Morcatty. “Se han necesitado décadas de esfuerzo e inversión de muchos países e instituciones para recuperar las poblaciones de jaguares”.
Los jaguares han vuelto lentamente, a un estimado de 60.000 a 170.000 animales al día de hoy. Pero ahora están en declive en gran parte de su diversidad. Si bien la caza furtiva para el comercio ilegal puede no ser el principal impulsor de las pérdidas de población, podría exacerbar otras presiones, dijo Morcatty. Los ganaderos, por ejemplo, pueden inclinarse a matar jaguares en su propiedad si saben que pueden ganar dinero con los cadáveres.
“No debemos permitir que esta nueva amenaza se combine con otras amenazas que ya tenemos”, dijo.
Una dinámica similar ya se está desarrollando en el sur de África. En Sudáfrica, un creciente comercio legal de esqueletos de leones criados en cautiverio exportados a China puede haber creado un nuevo mercado para productos de leones cazados de manera ilegal.
Los asesinatos en represalia a leones que atacaron ganado o personas siempre han ocurrido en el sur de África, pero ahora “no solo se trata de un león muerto que era un animal problemático, es un león muerto al que se le quitan partes que entran en la cadena comercial”, dijo Andrew Lemieux, investigador en el Instituto Neerlandés para el Estudio del Crimen y la Aplicación de la Ley. “Hay mucho dinero que ganar”.
Una de las primeras señales de la creciente amenaza en Sudamérica apareció en 2003, cuando un hombre chino que trabajaba en un supermercado chino en Paramaribo, Surinam, se acercó a un miembro uniformado del servicio forestal del país y le preguntó si le podía traer un jaguar.
“Mi contacto le dijo que era ilegal matar jaguares”, dijo Verheij. “Se sorprendió de que el hombre se sintiera lo suficientemente cómodo como para pedirle a un funcionario de gobierno hacer algo ilegal”.
Para el funcionario, la conversación terminó allí. Pero para 2005, los cazadores rurales de Surinam estaban enviando pedidos de dientes y garras de jaguar, a menudo enviando la cabeza completa del animal a sus clientes chinos en la capital del país. Los compradores convertían las garras y los dientes en aretes para vender en joyerías locales de propiedad china o las contrabandeaban hacia China. Varios restaurantes chinos en Surinam también comenzaron a servir carne de jaguar bajo pedido. Finalmente, los criminales empresariales llegaron a obtener cadáveres enteros de jaguar para reducirlos a un producto similar a la pasta de huesos de tigre que se usa en la medicina china.
Para calcular en qué medida ha crecido el problema, Morcatty y sus colegas buscaron en noticias, informes técnicos y registros policiales desde 2012 a 2018 en los 19 países de América Central y del Sur para encontrar menciones de confiscación de partes de grandes felinos. Encontraron registros de 489 incidentes de incautación que representan alrededor de mil grandes felinos, principalmente jaguares, pero también pumas y ocelotes. Calcularon que solo en cinco años, el número de jaguares incautados aumentó 200 veces.
“Es bastante notable”, dijo Morcatty.
Brasil representó la mayor proporción de casos, seguido por Bolivia, Colombia, Perú y Surinam. La mayoría de los registros de incautaciones no indicaban el destino final o el comprador previsto, pero Morcatty pudo vincular definitivamente el 34 por ciento con China. Las incautaciones relacionadas con China contenían 13 veces el número de partes de jaguar, en promedio, que aquellas destinadas al mercado interno.
Lemieux, quien no estuvo involucrado con la investigación, dijo que el nuevo documento visibiliza una región que generalmente es pasada por alto por los expertos en comercio de vida silvestre. “Si se observa el campo de juego de la conservación, América del Sur, de todos los continentes además de la Antártida, recibe muy poca atención”, dijo.
Los jaguares, del mismo modo, tienden a ser eclipsados por los tigres, los leones y los leopardos, dijo Lemieux, pero “el comercio internacional de jaguares es algo que definitivamente está cambiando”.
Morcatty y sus colegas analizaron los datos de incautación contra un abanico de variables para identificar los factores que probablemente impulsen el comercio. Previsiblemente, y sirviendo como control, cuando más jaguares presentes en un país, mayor será la cantidad de tráfico de jaguares. Tampoco es sorprendente que descubrieran que la corrupción y la pobreza están significativamente asociadas con el comercio ilegal.
La segunda variable más significativa después de la corrupción fue la dirección de la inversión privada china, que se ha multiplicado por diez en Centroamérica y Sudamérica durante la última década, principalmente en energía, minería e infraestructura. “En esencia, parece que los países con nuevos ingresos de dinero chino son aquellos en los que vemos un aumento en el comercio de jaguares hacia el extranjero”, dijo Nijman.
La inversión china, en sí misma, no es algo negativo, y de hecho trae muchos beneficios a Centroamérica y Sudamérica, dijo Sue Lieberman, vicepresidenta de política internacional en la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, quien no participó del estudio. “Pero todos los esfuerzos se deben hacer para garantizar que sea ambiental y socialmente racional”.
Además de traer nuevos compradores potenciales de productos de jaguar al país, el desarrollo en sí mismo —especialmente si implica abrir nuevas carreteras en áreas vírgenes o talar bosques— puede facilitar la caza furtiva al acercar la vida silvestre a las personas. Un estudio publicado en marzo, por ejemplo, encontró que la expansión agrícola en la Amazonia incrementó la caza furtiva del jaguar. Cuando las compañías chinas están vinculadas a dicho desarrollo, solo aumenta las probabilidades de que los animales cazados ilegalmente entren en el comercio.
“La inversión china en la deforestación acelera el comercio, está conectado”, dijo Morcatty.
El patrón puede parecerse al observado en el continente africano. En un informe publicado el año pasado, Alfan Rija, un ecologista de la conservación en la Universidad de Agricultura Sokoine en Tanzania, descubrió que los africanos del este a menudo cazan para satisfacer la demanda china, y que la mayoría de las 45 especies que reportaron cazar —desde elefantes y rinocerontes hasta caballitos de mar y hienas— los compran solo o principalmente personas chinas.
“La mayoría de los chinos aquí están bajo contrato, y se ve algo similar en América del Sur y Centroamérica, donde hay muchas compañías chinas que desarrollan proyectos”, dijo Rija. “Estas oportunidades de desarrollo proporcionan vías para el comercio ilegal”.
Los autores del nuevo estudio no investigaron qué motiva la demanda por partes de jaguar entre los compradores chinos, pero Lieberman y sus colegas han visto anuncios de garras y dientes de jaguar en las redes sociales chinas.
“Lo peor en el tráfico de partes de jaguar no son los huesos para reemplazar los huesos de tigre, sino los caninos para joyas”, dijo.
China es un gran consumidor de otras especies de grandes felinos, especialmente tigres, que durante mucho tiempo han sido buscados por sus huesos y partes, utilizadas en la medicina tradicional. Más recientemente, los dientes y las garras de tigre han aparecido a la venta como joyas. Pero a medida que las poblaciones de tigres se han reducido a menos de los 4000 animales que quedan en la naturaleza, los comerciantes buscaron nuevas fuentes para saciar la demanda, que, para algunos clientes, podrían satisfacer los jaguares.
Ángela Núñez, bióloga que trabajó anteriormente en el Ministerio de Medio Ambiente de Bolivia, dijo que el esfuerzo de Morcatty y sus colegas para cuantificar el comercio de jaguar a nivel regional refleja aquellos estudios a menor escala que Núñez y otros han publicado en el pasado.
Pero la escala del problema es casi seguramente mayor que lo que se informa en el nuevo estudio, dijo Núñez, porque la mayor parte de los países en Centroamérica y Sudamérica no tienen registros oficiales de incautaciones de jaguar. La detección también puede ser un desafío debido a la falta de recursos.
Nijman sospecha que los jaguares —como los elefantes y los rinocerontes en África— pueden ser como los canarios en la mina de carbón en busca de una más amplia, y aún desapercibida, caza furtiva en América del Sur y Centroamérica de especies como tortugas y orquídeas.
“Al acercarnos a las especies de más alto perfil, obtenemos una visión de qué más está ocurriendo”, dijo. “No hay una razón para suponer que solo los jaguares sean afectados”.
Según Núñez, la nueva investigación subraya “la necesidad de desarrollar asociaciones estratégicas regionales para unir esfuerzos para detener esta amenaza”.
Las compañías chinas también deberían educar a sus empleados sobre la ilegalidad del comercio del jaguar y tomar medidas para garantizar que sus trabajadores no sean cómplices de delitos contra la vida silvestre, dijo Lieberman.
“Es importante adelantarse a la curva al trabajar con empresas chinas y no solo esperar una crisis”, dijo. “Se puede hacer de una manera no contenciosa”.
c.2020 The New York Times Company