BRUSELAS — Cuando Bélgica impuso un cierre de emergencia a mediados de marzo a causa de la pandemia del coronavirus, las autoridades vaciaron la mitad de los centros de detención de migrantes para ayudar a prevenir la propagación del virus, una medida que dejó a cientos de personas sin casa.
El gobierno también cerró el centro de recepción en Bruselas que registra a las personas que acaban de solicitar asilo, por lo que les es imposible recibir ayuda del Estado. El proceso de solicitud fue reabierto este mes… pero solo en línea y solo en francés y alemán, así que es casi inaccesible para las personas que buscan asilarse.
“Esto excluye a la mayoría de la gente”, comentó Mehdi Kassou, cofundador de la Plataforma Ciudadana de Apoyo a los Refugiados, una organización que ofrece servicios y vivienda de emergencia. “Es tan solo una hoja de parra para la inacción del gobierno”.
Los migrantes, la mayoría de los cuales están en tránsito y en su mayor parte no están registrados, esperan llegar al Reino Unido, a menudo de contrabando. Sin embargo, en la actualidad, con el cierre de las fronteras y las restricciones a los viajes, están atrapados en Bélgica con pocos recursos.
Por lo tanto, algunos habitantes de Bélgica han intervenido para ayudar.
Ayudan a alimentar y dar techo a los migrantes, y evitan que duerman en las calles, donde corren el riesgo de ser arrestados por la policía.
Gare du Nord, una estación de trenes en Bruselas, la capital belga, que solía tener mucha actividad, ha estado casi desprovista de viajeros regulares después del cierre de emergencia, pues la mayoría de los trenes han sido cancelados. No obstante, dos veces al día, una larga fila de migrantes espera junto a la plataforma para obtener alimentos y artículos de higiene.
Nabil Moujahid, un profesor de 33 años, comenzó una iniciativa comunitaria llamada Ciudadanos en Solidaridad para repartir comida a los migrantes que se reúnen en el parque Maximilien cerca de la estación.
“Tenemos un sistema de rotación con otros voluntarios para garantizar que entreguemos comida dos veces al día”, comentó Moujahid. “Estas personas en verdad dependen de ello”.
Todos los días, los voluntarios distribuyen unos 500 paquetes de ayuda, y no solo entre los migrantes, mencionó Moujahid, quien va a ayudar ocho veces a la semana.
“Solía ser principalmente para los migrantes del parque pero, desde el inicio de la crisis del coronavirus, se les sumaron los indigentes, los gitanos y todos aquellos que no tienen otra opción para comer algo”.
El cierre de emergencia ha desatado una posible crisis sanitaria entre la gente que busca asilo, esto ha hecho que el trabajo de los voluntarios no solo sea más urgente, sino también más complicado. Las organizaciones comunitarias operan gracias a las donaciones de individuos y negocios pero, como los belgas están cada vez más preocupados por su propia situación financiera durante la pandemia, están dando menos.
Jean-Marc Fobe, un activista que ha ayudado a los indigentes de Bruselas durante los últimos dos años, comentó que, para la gente que vive en la calle, “se vienen semanas difíciles”.
De acuerdo con las estadísticas más recientes de organizaciones no gubernamentales, hay más de 4000 indigentes en Bruselas.
“Como hay tan poca gente fuera de casa, no hay nadie que les dé comida ni dinero”, mencionó Fobe.
Según Kassou, al mismo tiempo, hay entre 600 y 800 migrantes en las calles de Bruselas, además de 500 en otras partes del país. Y en 2019, 27.742 personas solicitaron el estatus de refugiado.
De acuerdo con un vocero del gobierno, a mediados de marzo fueron liberados unos 250 migrantes de centros de detención de todo el país.
“Las autoridades han marginalizado de manera eficaz a toda una sección de la población, al mandarla a la calle en medio de un cierre de emergencia”, señaló Kassou.
De acuerdo con el gobierno, esas medidas fueron necesarias para detener la propagación del coronavirus.
“El gobierno ha tomado la decisión de liberar ciudadanos extranjeros de centros cerrados para cumplir con las reglas de distanciamiento social”, comentó Dominique Ernould de la Oficina de Migración.
Los migrantes en las calles no son los únicos que necesitan ayuda. La situación para los poco más de 250 que permanecen en los centros de detención de todo el país se ha “deteriorado en todos los aspectos posibles”, mencionó Ines Bahja, una estudiante de derecho que les ha brindado ayuda.
“No hay forma de respetar las medidas de distanciamiento social, ni siquiera para los que enferman”, comentó Bahja. “Las condiciones sanitarias son deplorables. Desde el cierre de emergencia, nadie tiene permitido visitarlos… ni siquiera sus abogados. Podemos llevarles paquetes, pero no pueden contener comida. Estamos en contacto por teléfono para darles una especie de apoyo psicológico e información que no obtienen del personal”.
Bahja, cuyos padres son marroquíes, comentó que sentía una obligación de ayudar: “Podría ser uno de ellos”.
El gobierno ha instado a los grupos de ayuda a que no envíen miembros al campo, pues muchos voluntarios son de la tercera edad y más vulnerables a no recuperarse de COVID-19, la enfermedad que provoca el virus. Hasta el sábado por la mañana, Bélgica tenía más de 44.000 casos confirmados de coronavirus y casi 6700 muertes.
Fobe, de 41 años, hace poco lanzó una petición para solicitar a Bruselas que abriera edificios vacíos para los indigentes.
“La respuesta ha sido extraordinaria”, mencionó Fobe para referirse a los firmantes. “Me llegaron 352 firmas en un día. Esto nunca había pasado”.
El gobierno local ha rentado dos hoteles privados y los ha transformado en refugios. Kassou los está dirigiendo junto con el gobierno, pero ya están sobrepoblados.
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