A fines de enero, un turista alemán se convirtió en el primer paciente que fue diagnosticado con coronavirus en España. En ese momento, la amenaza para la salud pública de la nación parecía tan remota como la pequeña isla española de La Gomera, donde fue atendido. Dos semanas después, el alemán fue dado de alta del hospital y España celebró que volvía a estar “libre del virus”.
Fue un respiro muy breve. A medida que surgieron más casos, los funcionarios españoles continuaron insistiendo en que el coronavirus estaba siendo importado, especialmente a otra isla, por las visitas de turistas de Italia, donde los hospitales ya estaban bajo asedio. La versión oficial era que España enfrentaba una amenaza externa, pero no corría el riesgo de una epidemia interna.
Pero el 26 de febrero, un residente de Sevilla, que no había viajado, dio positivo. Una semana después, otro hombre en la región de Valencia se convirtió en la primera víctima del coronavirus de España, lo que comenzó un recuento sombrío que se acerca a los 14.000 muertos. España ahora ocupa el segundo lugar en el mundo, detrás de los Estados Unidos, en el número total de casos.
La crisis de España ha demostrado que uno de los síntomas del virus, tan persistente como las fiebres, los dolores y la dificultad para respirar, ha sido la tendencia de los gobiernos a ignorar las experiencias de los países donde el virus ya se ha transmitido.
Aunque comenzó en China, el virus se ha expandido y la semana pasada cruzó el umbral de un millón de infectados en todo el mundo. Pero, como en la mayoría de las naciones, las autoridades españolas inicialmente trataron el virus como una amenaza externa, en vez de creer que su país podría ser el próximo en caer.
La epidemia ha obligado a los españoles a confrontar el tipo de lucha que solo recuerdan quienes tienen la edad suficiente para haber vivido durante la Guerra Civil española de la década de 1930.
Los sindicatos de la salud están llevando a las autoridades ante los tribunales por no proteger al personal: en España han sido infectados más miembros del sistema sanitario que en cualquier otro lugar del mundo, a veces la escasez de insumos ha hecho que médicos y enfermeras tengan que usar bolsas de basura en vez de batas médicas. Los pacientes han tenido que dormir en los pasillos de los hospitales.
En Madrid, la pista de patinaje sobre hielo más grande del país se convirtió en una morgue de emergencia, y su principal centro de exposiciones se convirtió en un hospital de campaña que, según las versiones de los sindicatos de la salud, se abrió con unas desastrosas condiciones de trabajo. Uno de los episodios más horripilantes de esta crisis sucedió cuando los soldados españoles encontraron residentes mayores abandonados o muertos en las camas de sus hogares de ancianos.
“Para la sociedad ha sido impactante tener que enfrentar una situación que solo conocen quienes recuerdan cuando España salió de la guerra”, dijo Cristina Monge, profesora de Sociología de la Universidad de Zaragoza. Y agregó que, para muchos otros, “hasta ahora este tipo de escenario era pura ciencia ficción”.
Como resultado, la gestión de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, ha sido muy criticada por no prohibir antes las reuniones masivas y por no almacenar equipos médicos tan pronto como el número de casos llegó a ser de varios cientos en el norte de Italia, a fines de febrero.
Los funcionarios españoles han defendido sus acciones destacando las deficiencias de otras naciones, y España no es el único país que lidia con esa tragedia. Pero el progreso del virus en el país no ha sido indulgente con la respuesta del gobierno.
Incluso cuando Italia ordenó el cierre de sus regiones del norte el 8 de marzo, el primer grupo de coronavirus de España ya había surgido entre los participantes de un servicio funerario. El gobierno de Sánchez no declaró el más alto nivel de alerta ni impuso un bloqueo nacional hasta el 14 de marzo.
Desde entonces, los políticos de oposición han dicho que ya era demasiado tarde.
“¿Tarde en comparación con cuáles países?”, dijo Sánchez ante los legisladores en el Congreso.
Italia, el Reino Unido y Francia, señaló, declararon sus propios bloqueos solo cuando tuvieron más infecciones que España. Destacó que el Día Internacional de la Mujer, cuando 120.000 personas se reunieron en Madrid el 8 de marzo, también se celebró en las calles de Bruselas, Berlín, Viena y París.
El evento ha sido ampliamente señalado como un factor que aceleró la propagación del virus en la capital. Más tarde, tres ministras del gobierno español que encabezaron la concentración de mujeres dieron positivo para el virus, al igual que la esposa y la madre de Sánchez.
“Con lo que hoy sabemos todos habríamos actuado de otra manera”, dijo Sánchez.
Sin duda, la respuesta del gobierno al virus se complicó por la naturaleza difusa del sistema político español, en el que las diecisiete regiones del país ganaron progresivamente más autonomía, incluida la gestión de hospitales, luego de que España adoptó una nueva Constitución en 1978.
Tampoco ayudó que la emergencia llegara durante un nuevo y frágil gobierno de coalición, el primero de España. Sánchez apenas ascendió al poder en enero, después de una elección nacional no concluyente, y sus socialistas ahora comparten el poder con sus antiguos rivales, el partido de extrema izquierda Unidas Podemos.
Los socios de la coalición discutieron sobre la cantidad de apoyos financieros que España podría darles a quienes se quedan sin trabajo, si se les ordena quedarse en casa. Cuando Sánchez declaró la cuarentena nacional, varios políticos regionales ya habían anunciado sus propias medidas de contención.
La brecha entre la toma de decisiones regionales y nacionales también hizo que muchos residentes adinerados de Madrid se marcharan apresuradamente hacia sus propiedades junto al mar, una vez que se cerraron todas las escuelas de la ciudad, corriendo el riesgo de propagar un virus que ya estaba firmemente arraigado en la capital de España.
“Un gobierno nuevo y fragmentado comienza con una gran desventaja en este tipo de situaciones de crisis, porque requiere que se tomen decisiones rápidas y contundentes sin preocuparse constantemente por si alguien más está logrando una ventaja política”, dijo Toni Roldán, un economista español y exlegislador del partido Ciudadanos.
El coronavirus ha generado un debate mundial sobre cómo cada gobierno mide su impacto, particularmente porque muchos países han realizado pocas pruebas del virus. Los gobiernos también difieren en el método que usan para registrar las víctimas mortales por coronavirus, por ejemplo, al ignorar a quienes nunca ingresaron a un hospital.
Pero incluso en medio de tanta confusión, el régimen de pruebas de España ha sido opaco.
Guadalupe Moreno, que trabaja para Statista, una compañía de datos alemana, dijo que consideraba que los datos de prueba de España eran demasiado incompletos para incluirlos en su investigación comparativa.
“Parece que las autoridades españolas ya no son claras acerca de cuántas pruebas se realizan en España”, dijo.
Sin embargo, se estima que aproximadamente el 15 por ciento de la población de España ya ha sido infectada, lo cual sería la proporción más alta entre los once países europeos que se analizaron en un estudio reciente realizado por científicos del Imperial College de Londres.
Las mayores víctimas de la respuesta confusa, más allá de las personas enfermas o muertas por el virus, son los médicos y enfermeras de España, quienes han sido infectados en cantidades asombrosas.
Diariamente han recibido una gran cantidad de solidaridad y aplausos de los balcones de los 47 millones de residentes confinados en España, la gran mayoría de los cuales han respetado una estricta cuarentena que durará al menos hasta el 26 de abril.
“Es probable que esta crisis fortalezca los lazos horizontales en nuestra sociedad, entre ciudadanos que están haciendo grandes sacrificios, mientras que debilita aún más el vertical con el liderazgo en la cima”, pronosticó Narciso Michavila, sociólogo y presidente de GD3, una empresa española de encuestas.
Es posible que la desconfianza ya haya hecho daño. En una de las encuestas recientes de su compañía, publicada en el periódico ABC, casi dos tercios de las personas acusaron al gobierno de ocultar información sobre la epidemia.
“Ningún político puede ser considerado como el responsable de crear esta crisis”, dijo Michavila. “Pero algunos probablemente serán culpados por verter aceite en vez de usar un balde de agua para apagar el fuego”.
c.2020 The New York Times Company