La relación entre Rusia y Estados Unidos ha estado en crisis durante gran parte de la década pasada. La comunicación cotidiana que había entre ambos países se terminó, lo cual intensificó la desconfianza y provocó que fuera más difícil reducir las tensiones y evitar un error de cálculo. El estado actual de esa situación no atiende los intereses estratégicos de ninguno de estos países y, además, pone en riesgo la seguridad mundial porque Rusia y Estados Unidos son los únicos países que tienen suficientes armas nucleares para destruirse mutuamente y acabar con toda la humanidad.
Restablecer la confianza mutua y guiar la relación entre Rusia y Estados Unidos en una dirección más segura será una misión desafiante a largo plazo, dados los entornos políticos que se viven en Washington y Moscú. Sin embargo, ambos países tienen la oportunidad de reducir aún más la inestabilidad si extienden el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, firmado en 2010 y que expira en un año, el 5 de febrero. Aunque doce meses quizá parezcan mucho tiempo, en términos diplomáticos y en el entorno actual, el reloj está avanzando a gran velocidad.
Si toman medidas pronto, Estados Unidos y Rusia pueden evitar un regreso insensato y peligroso a una política nuclear suicida. No hay razón para esperar y extender el tratado, conocido como Nuevo START, es la manera de empezar.
Con la desafortunada disolución del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio el año pasado, Nuevo START es el único acuerdo en vigor que limita el tamaño de las fuerzas nucleares estadounidenses y rusas. También proporciona una verificación vital y medidas de transparencia, incluyendo inspecciones presenciales, que han ayudado a fomentar la estabilidad estratégica. El tratado permite una extensión de cinco años si así lo acuerdan los líderes de ambos países. Los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump deberían aprovechar esa oportunidad.
Nuestros países sobrevivieron a los peligros nucleares de la Guerra Fría gracias a una combinación de diplomacia experta, liderazgo político y buena suerte. La caída del Muro de Berlín no eliminó esos peligros, pero en los años siguientes se vivió un progreso continuo en materia de control de armas, así como una reducción drástica del riesgo nuclear y del uso de las fuerzas militares para abordar posibles conflictos.
En contraste, actualmente las tensiones geopolíticas están aumentando, y las principales potencias están volviendo a hacer énfasis en el papel de las armas nucleares en sus estrategias militares. De pronto, los expertos están hablando menos de las estrategias para evitar conflictos nucleares y mencionan más el desarrollo de armas que podrían usarse de manera ofensiva.
Algunos, incluso, han propuesto la demente posibilidad de ganar una guerra nuclear.
A finales del año pasado, nos reunimos en Viena con otros exministros de Relaciones Exteriores de más de una decena de países, como parte del Foro Aspen de Ministros, para analizar el paisaje mundial de la seguridad y examinar esas tendencias en detalle. Al término de esas consultas, nos sentimos consternados por las posibles consecuencias internacionales de una carrera armamentista creciente, que aumentó el riesgo de los incidentes militares y la degradación de la reducción armamentista y los acuerdos de no proliferación. Creemos que el mundo necesita moverse en una nueva dirección menos peligrosa.
Como resultado de esa reunión, nosotros y veinticuatro exministros de Relaciones Exteriores más emitiremos una declaración para hacer un llamado a los líderes de todos los países con el fin de contrarrestar la incertidumbre planteada por las armas nucleares de manera más urgente. Tenemos a la mano los medios para abordar esos peligros, pero solo funcionan a través del liderazgo experto. Durante la Guerra Fría, el mundo demostró que los tratados bien hechos, equilibrados e implementados estrictamente, así como los compromisos políticos y las normas de comportamiento, pueden reducir de manera eficaz las tensiones y la probabilidad de que haya conflictos.
Esta primavera, 190 naciones se reunirán en Nueva York en el cincuenta aniversario del Tratado de No Proliferación Nuclear para analizar los riesgos nucleares actuales y los desafíos de proliferación. Extender el Nuevo START enviaría una señal al resto del mundo, ahora que otros países consideran su responsabilidad de ayudar a frenar la propagación de las armas nucleares. También podría sentar las bases para una mayor cooperación internacional en la siguiente década.
El aumento de ataques entre Estados Unidos e Irán demostró la rapidez con que la falta de salvaguardas puede llevarnos al borde de la guerra. En medio de la erosión de los acuerdos multilaterales y los canales diplomáticos, nos acercamos a una calamidad. Los peligros de los errores de cálculo son demasiado graves para que los líderes recurran a comunicaciones ambiguas, amenazas y acciones militares.
En los próximos años, el paisaje de seguridad se volverá aún más desafiante debido a las tecnologías emergentes y su vínculo con las capacidades nucleares y convencionales. Por eso será esencial establecer un espíritu renovado de diplomacia con base en un entendimiento compartido de los peligros y las maneras de mitigar sus posibles orígenes. Como exministros de Relaciones Exteriores, prometemos seguir hablando del tema y hacer nuestra parte en este esfuerzo.
En este momento lo más importante es extender el Nuevo START. Rusia ha indicado en los más altos niveles que está dispuesta a hacerlo. Todo lo que debe hacer el presidente Trump es estar de acuerdo. No se requiere la aprobación legislativa.
El tiempo es crucial. No hacer nada mientras esperamos un “mejor” acuerdo es una receta para el desastre: podríamos perder el Nuevo START y ser incapaces de remplazarlo. Los límites acordados en el tratado respecto de los arsenales nucleares son demasiado importantes para ponerlos en riesgo en un peligroso juego nuclear.
Además, tenemos la oportunidad de mejorar la seguridad y restablecer la confianza entre las dos potencias nucleares más grandes del mundo. No debemos desperdiciarla.
Madeleine Albright fue secretaria estadounidense de Estado de 1997 a 2001. Igor Ivanov fue el ministro ruso de Asuntos Exteriores de 1998 a 2004
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