Temprano en la mañana del 27 de diciembre, Phoebe Meagher, una oficial de conservación de vida silvestre del zoológico de Taronga, emprendió una misión de rescate junto a sus colegas del zoológico y académicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur. Varios ornitorrincos estaban atrapados en masas de agua que se reducían drásticamente en la reserva natural de Tidbinbilla en el Territorio de la Capital Australiana, y los incendios forestales se acercaban con rapidez. Quedaban pocos días antes de que el parque quedara completamente cerrado al público y dos semanas hasta que los cuerpos de agua se secaran por completo.
Tras un viaje de cinco horas, el equipo llegó a lo que solía ser un lago. Ahora más que nada era fango profundo y envolvente. El aire estaba caliente y lleno de humo. “Al principio, pensamos que no comenzaríamos el proceso de captura sino hasta la noche”, dijo Meagher. Los ornitorrincos son nocturnos y suelen despertarse con la puesta del sol. Pero estos ornitorrincos ya estaban activos, suceso que, si bien era preocupante, también significaba que el equipo podía ver dónde estaban.
“No había casi agua en el lugar”, dijo Meagher. “Así que no podían sumergirse, esconderse y ser enigmáticos como suelen ser”.
Los ornitorrincos son difíciles de capturar. Son nadadores veloces, escurridizos y desesperadamente asustadizos. Los machos tienen, además, un espolón afilado y venenoso detrás de una de sus patas posteriores. El veneno no es letal para los humanos, pero no hay antídoto y el dolor puede durar meses.
Los científicos arrastraron una red a través de lo que quedaba de agua en cuatro áreas de la reserva. Con ayuda de un pequeño bote de aluminio y un recogedor para alberca, capturaron dos machos y cinco hembras. Los animales fueron colocados dentro de fundas de almohadas hechas de algodón, luego se les realizó un control sanitario —mientras permanecían colgados de su cola, boca abajo— y fueron trasladados al zoológico en Sídney, donde probablemente permanecerán durante meses, hasta que haya caído suficiente lluvia para reabastecer las reservas de Tidbinbilla.
Uno de los mayores problemas que enfrenta el zoológico es que otras reservas le estaban solicitando que rescatara también a sus ornitorrincos, pero Taronga todavía no tenía el espacio suficiente. “No creo que la sequía y los incendios forestales se acaben”, dijo Meagher. “Tenemos que prepararnos más para este tipo de desastres climáticos de ahora en adelante”. Meagher estuvo todos estos días preguntándose: “¿Cómo logramos tener los recursos para poder decir: ‘Está bien, vamos a rescatar a 50 ornitorrincos?'”.
Rastreando el declive
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cataloga a los ornitorrincos como casi amenazados. En enero, un estudio a cargo de científicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur y la Universidad de Melbourne calculó que el cambio climático podría provocar que el número de ornitorrincos disminuyera hasta un 73 por ciento en los próximos 50 años. En octubre, científicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur publicaron un estudio en Global Ecology and Conservation donde se muestra que en la última década no se han visto registros de ornitorrincos en un 41 por ciento de su rango territorial previo.
Este diciembre fue el más caluroso y seco que se haya registrado en Australia, al igual que todo el año 2019. El país ha estado sufriendo una sequía intensa desde hace tres años, un factor clave que explica por qué los incendios forestales han sido tan severos. Los ornitorrincos se encuentran sobre todo en la costa este de Australia, el área más afectada por los incendios. Los estados del este también albergan el 80 por ciento de la población humana de Australia.
En enero, Aussie Ark, una organización de protección animal, descubrió a dos ornitorrincos muertos en vías fluviales secas. El grupo reubicó a otros cuatro y asumió el cuidado de cinco más. Los ornitorrincos también están amenazados por la contaminación, el desmonte de tierras y la depredación por parte de especies invasoras, como zorros, perros y gatos salvajes, especialmente cuando los ornitorrincos deciden viajar por tierra en busca de nuevas masas de agua. (Pueden retraer la membrana que tienen en sus patas para caminar con sus garras). En el siglo XIX, decenas de miles de ornitorrincos eran asesinados por su piel gruesa, la cual se usaba para crear zapatillas o alfombras.
Gilad Bino, investigador de la Universidad de Nueva Gales del Sur y autor principal del estudio sobre ornitorrincos realizado en enero, afirmó que los viejos periódicos y estudios describían avistamientos de “una docena de ornitorrincos en una piscina, y empleaban palabras que jamás usaríamos en la actualidad, como ‘migración de ornitorrincos’”. Hoy no existe nada parecido a esos números. Australia tiene la tasa de extinción de mamíferos más alta del mundo.
En 2018, los científicos de la Universidad de Monash estimaron que algunos ornitorrincos podrían estar ingiriendo la mitad de una dosis humana de antidepresivos a través de insectos acuáticos en arroyos cerca de Melbourne, los cuales han demostrado tener altos niveles de estas y otras drogas.
’La primera prueba del doctor Frankenstein’
Un cuento indígena para dormir sobre ornitorrincos (uno de los nombres indígenas para el animal es dharragarra) explica su origen como el resultado de un romance entre un pato y una rata de agua. Los ornitorrincos tienen pelaje, picos, patas palmeadas, una cola similar a la de un castor, y ponen huevos. El único otro mamífero que pone huevos es el equidna, también endémico de Australia. Las crías de ornitorrinco viven con sus madres unos cuatro meses, lamiendo la leche que liberan los poros del pecho de la madre. Los ornitorrincos evolucionaron hace 120 millones de años y nos ayudan a comprender mejor el vínculo entre mamíferos y reptiles.
Los ornitorrincos pueden ser valiosos para la medicina humana. Su leche contiene una proteína antibacteriana única que podría conducir al desarrollo de nuevos antibióticos resistentes a las “superbacterias”, de acuerdo con científicos de la Universidad Deakin en Australia. Su veneno podría ayudar a combatir la diabetes tipo 2; en 2016, científicos de la Universidad Flinders y la Universidad de Adelaida descubrieron que el veneno del ornitorrinco contenía una hormona duradera que estimula la secreción de insulina.
Robert Dockerill, cuidador principal del zoológico de Taronga, describe a los ornitorrincos como “la primera prueba del doctor Frankenstein”. Le gusta bromear diciendo que los ornitorrincos y los equidnas son los únicos animales que pueden hacer natilla, porque producen tanto huevos como leche. Hace cuarenta años, dijo, veía a los ornitorrincos nadar en la granja de su tío abuelo en Armidale, en las Mesetas del Norte de Nueva Gales del Sur. La ciudad se ha visto afectada por la sequía. En enero, la lluvia arrastró tierra y cenizas de los incendios forestales al río Macleay, causando la muerte de miles de peces.
Mientras hablaba, Dockerill se paró frente a un tanque en el zoológico de Taronga donde estaba uno de los ornitorrincos rescatados, un macho. “No ha hecho más que comer desde que llegó”, dijo. Señaló que una manera de determinar la salud de un ornitorrinco era con el “índice de volumen de la cola”. Los ornitorrincos almacenan reservas de grasa en sus colas; mientras más se dobla la cola, menos grasa tiene. Cuando este ornitorrinco macho llegó, tenía un “IVC” de cuatro, según una medición en la que cinco es el peor resultado. En la actualidad, ya casi estaba en un uno.
Australia es el continente habitado más seco del mundo. Las represas creadas por el hombre, así como el desvío de agua para la agricultura de riego, han tenido un efecto significativo en la biodiversidad, según Richard Kingsford. La semana pasada, los incendios volvieron a encenderse en el Territorio de la Capital Australiana, más cerca de Tidbinbilla. Según un reporte de The Canberra Times, los guardabosques de la reserva empezaron la captura y reubicación de otras especies, como los ualabíes cola de cepillo de las rocas, las ranas corroboree y los “bettongs” (también conocidos como ratas canguro). El 31 de enero, el gobierno declaró un estado de emergencia en el territorio.
Bino, el autor principal del informe publicado en enero, afirmó que la trayectoria actual —“si continuamos limpiando la tierra para la agricultura y no mejoramos el hábitat, además de asumir que la demanda de agua fresca aumentará con el tiempo, y a todo eso le añadimos el cambio climático”— solo acelerará la desaparición del ornitorrinco. A medida que las poblaciones locales se fragmentan y se hacen cada vez más pequeñas, dijo, “se nos hace demasiado fácil conducir a una especie a su extinción”.
©2020 The New York Times Company