La historia de una mentira: cómo Irán encubrió el derribo del avión ucraniano

Por Farnaz Fassihi

Guardar
Una fotografía proporcionada por la oficina del líder supremo iraní muestra al presidente Hasán Rohaní de Irán, en el centro, durante una reunión del gabinete en Teherán. (Oficina del líder supremo iraní, a través de The New York Times).
Una fotografía proporcionada por la oficina del líder supremo iraní muestra al presidente Hasán Rohaní de Irán, en el centro, durante una reunión del gabinete en Teherán. (Oficina del líder supremo iraní, a través de The New York Times).

Cuando el oficial de la Guardia Revolucionaria detectó lo que creyó que era una aeronave no identificada cerca del aeropuerto internacional de Teherán en Irán, tuvo solo algunos segundos para decidir si jalaría el gatillo.

Irán acababa de disparar una ráfaga de misiles balísticos dirigidos a las fuerzas militares de Estados Unidos, el país estaba en alerta máxima ante un posible contrataque estadounidense y las fuerzas militares iraníes habían advertido sobre misiles de crucero entrantes.

El oficial trató de comunicarse con el centro de comando con el fin de obtener autorización para disparar, pero no pudo establecer contacto. Así que disparó un misil antiaéreo. Y después otro.

El avión, que resultó ser un avión comercial ucraniano con 176 personas a bordo, se estrelló y estalló en medio de una bola de fuego.

En cuestión de minutos, los principales comandantes de la Guardia Revolucionaria se dieron cuenta de lo que habían hecho. Y en ese momento, comenzaron a encubrirlo.

Durante días, se rehusaron incluso a decírselo al presidente Hasán Rohaní, cuyo gobierno estaba negando públicamente que el avión había sido derribado. Cuando finalmente le dijeron, les dio un ultimátum: les pidió que dijeran toda la verdad o él renunciaría.

Entonces, 72 horas después de que se estrelló el avión, el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, se involucró y le ordenó al gobierno que reconociera su fatal error.

The New York Times reunió una cronología de esos tres días mediante entrevistas a diplomáticos iraníes, funcionarios y exfuncionarios del gobierno, miembros de alto rango de la Guardia Revolucionaria y gente cercana al círculo interno del líder supremo, así como al examinar declaraciones públicas oficiales e informes de los medios del Estado.

MARTES

Más o menos a la medianoche del 7 de enero, mientras Irán se preparaba para lanzar un ataque de misiles balísticos contra bases militares estadounidenses en Irak, miembros de alto nivel de la Guardia Revolucionaria desplegaron unidades móviles de defensa antiaéreas alrededor de un área militar susceptible cerca del aeropuerto Imán Jomeini de Teherán.

Irán estaba a punto de tomar represalias por el ataque estadounidense con dron que mató al principal comandante militar de Irán, el general Qasem Soleimani, en Bagdad cinco días antes, y las fuerzas militares se estaban preparando para un contrataque estadounidense. Las fuerzas armadas estaban en estatus de “en guerra”, el nivel de alerta más alto.

Sin embargo, debido a un cálculo erróneo y trágico, el gobierno siguió permitiendo que los vuelos comerciales civiles aterrizaran y despegaran del aeropuerto de Teherán.

El general Amir Alí Hajizadeh, comandante de la Fuerza Aeroespacial de la guardia, dijo más tarde que sus unidades les habían pedido a los funcionarios en Teherán que cerraran el espacio aéreo de Irán y dejaran en tierra todos los vuelos, pero fue en vano.

Los funcionarios iraníes temían que cerrar el aeropuerto creara pánico masivo acerca de que la guerra con Estados Unidos era inminente, le dijeron al Times miembros de la guardia y otros funcionarios. También esperaban que la presencia de aviones de pasajeros sirviera de disuasivo en contra de un ataque estadounidense dirigido al aeropuerto o la base militar cercana, por lo que los aviones llenos de viajeros desprevenidos se convirtieron de manera efectiva en escudos humanos.

MIÉRCOLES

Después de que comenzó el ataque con misiles de Irán, el comando central de la defensa aérea emitió una alerta acerca de que los aviones de guerra estadounidenses habían despegado de los Emiratos Árabes Unidos y de que los misiles de crucero se dirigían a Irán.

El oficial en el lanzador de misiles cerca del aeropuerto escuchó las advertencias, pero no un mensaje posterior acerca de que la alerta de misiles de crucero era una falsa alarma.

La advertencia sobre los aviones de guerra estadounidenses quizá también fue errónea. Los funcionarios de las fuerzas militares estadounidenses han dicho que no había ningún avión estadounidense dentro ni cerca del espacio aéreo iraní esa noche.

Cuando el oficial vio el avión ucraniano, pidió permiso para disparar. Sin embargo, no pudo comunicarse con sus comandantes debido a que la red se había interrumpido o bloqueado, dijo Hajizadeh más tarde.

El oficial, que no ha sido identificado públicamente, lanzó dos misiles con menos de 30 segundos de diferencia.

Hajizadeh, que estaba en el oeste de Irán supervisando el ataque contra los estadounidenses, recibió una llamada telefónica con la noticia.

Llamé a los funcionarios y les dije que esto había ocurrido y que era muy posible que hubiéramos atacado nuestro propio avión”, dijo más tarde durante una declaración televisada.

Para cuando Hajizadeh llegó a Teherán, había informado sobre lo sucedido a los tres principales comandantes de las fuerzas militares de Irán: el mayor general Abdolrahim Mousavi, comandante jefe del Ejército, que también es jefe del comando central de defensa aérea; el mayor general Mohamad Baqeri, jefe de personal de las Fuerzas Armadas, y el mayor general Hosein Salami, comandante jefe de la guardia.

La Guardia Revolucionaria, una fuerza de élite acusada de defender el gobierno clerical de Irán en el país y en el extranjero, está separada del Ejército regular y solo responde al líder supremo. En ese momento, los líderes de ambas fuerzas militares sabían la verdad.

Hajizadeh les aconsejó a los generales que no les dijeran a las bases de las unidades de defensa por temor a que pudieran frenar su capacidad de reaccionar de manera rápida en caso de que Estados Unidos llevara a cabo el ataque.

“Fue por el beneficio de nuestra seguridad nacional porque entonces nuestro sistema de defensa aérea se vería afectado”, dijo Hajizadeh en una entrevista con medios informativos iraníes esta semana. “Las tropas sospecharían de todo”.

Los líderes de las fuerzas militares crearon un comité de investigación secreto reunido a partir de las fuerzas aeroespaciales de la guardia, de la defensa aérea del Ejército, y de los expertos en inteligencia y en ciberseguridad. El comité y los funcionarios involucrados en el tiroteo fueron aislados y se les ordenó que no hablaran con nadie.

El comité examinó datos del aeropuerto, la trayectoria de vuelo, las redes de radar, así como las alertas y los mensajes del operador de misiles y el comando central. Los testigos —el oficial que jaló el gatillo, sus supervisores y todos los involucrados— fueron interrogados durante horas.

El grupo también investigó la posibilidad de que Estados Unidos o Israel quizá hubieran hackeado el sistema de defensa de Irán o bloqueado sus ondas de radio.

Para la noche del 8 de enero, el comité había concluido que el avión fue derribado debido a un error humano.

“No estábamos seguros de lo que había pasado sino hasta el miércoles más o menos al atardecer”, dijo más tarde Salami, el comandante jefe de la guardia, en un discurso televisado dirigido al Parlamento. “Nuestro equipo de investigación concluyó entonces que el avión se estrelló debido a errores humanos”.

Se lo informaron a Jamenei. No obstante, no se lo informaron al presidente, otros funcionarios electos ni a los ciudadanos.

Los comandantes de alto nivel hablaron de mantener el disparo del misil en secreto hasta que se examinaran las cajas negras del avión —los datos de vuelo y las grabadoras de voz de la cabina— y se completaran las investigaciones formales de aviación, de acuerdo con miembros de la guardia, diplomáticos y funcionarios que tenían información sobre las deliberaciones. Ese proceso podría tomar meses, argumentaron, y así ganarían tiempo para gestionar las repercusiones nacionales e internacionales que vendrían cuando se supiera la verdad.

El gobierno había reprimido de manera violenta un levantamiento en contra del gobierno en noviembre. Sin embargo, el asesinato de Soleimani a manos de los estadounidenses, seguido de los ataques en contra de Estados Unidos, había transformado la opinión de los ciudadanos. Los iraníes se habían movilizado en un momento de unidad nacional.

Las autoridades temían que admitir haber derribado el avión de pasajeros acabara con el ímpetu y provocara una nueva ola de manifestaciones en contra del gobierno.

Defendieron la opción de encubrirlo porque creyeron que el país no podría manejar más crisis”, dijo un miembro de la guardia que, como otros entrevistados para este artículo, habló con la condición de mantener su anonimato para hablar de deliberaciones internas. “Al final, salvaguardar la República Islámica es nuestro principal objetivo, a toda costa”.

Esa tarde, el portavoz de las Fuerzas Conjuntas Armadas, el general de brigada Abolfazl Shekarchi, les dijo a los medios informativos iraníes que las sugerencias acerca de que los misiles derribaron el avión eran “una absoluta mentira”.

JUEVES

El 9 de enero, mientras los investigadores ucranianos comenzaban a llegar a Teherán, los funcionarios occidentales estaban diciendo en público que tenían pruebas de que Irán había derribado el avión por accidente.

Un grupo de funcionarios iraníes de alto nivel —desde el director de aviación civil hasta el portavoz del gobierno— emitieron una declaración tras otra para rechazar las acusaciones, y sus afirmaciones también se transmitieron a través de los medios del Estado.

La sugerencia de que Irán derribaría un avión de pasajeros era un “complot occidental”, dijeron, “una guerra psicológica” que tenía como propósito debilitar a Irán justo cuando había ejercido su poder militar en contra de Estados Unidos.

No obstante, en privado, los funcionarios de gobierno se sintieron alarmados y se preguntaban si las afirmaciones de Occidente eran verdaderas. Rohaní, un estratega militar experimentado, y su ministro de Asuntos Exteriores, Javad Zarif, ignoraron llamadas telefónicas de los líderes del mundo y de ministros extranjeros que buscaban respuestas. Sin saber lo que sus propias fuerzas militares habían hecho, no tenían información alguna que proporcionar.

En el interior del país, se estaba acumulando la presión pública para que el gobierno abordara las acusaciones.

Rohaní trató varias veces de llamar a los comandantes de las fuerzas militares, dijeron funcionarios, pero no le devolvieron las llamadas. Los miembros de su gobierno llamaron a sus contactos en las fuerzas militares y les dijeron que las acusaciones eran falsas. La agencia de aviación civil de Irán llamó a los funcionarios militares, pero tampoco pudo comunicarse con ellos.

“El jueves fue frenético”, dijo más tarde Ali Rabiei, portavoz del gobierno, durante una conferencia de prensa. “El gobierno hizo llamadas consecutivas y contactó a las fuerzas armadas para preguntar qué pasó, y la respuesta a todas las preguntas fue que no se había lanzado ningún misil”.

VIERNES

El 10 de enero por la mañana, Rabiei emitió una declaración con la que dijo que la acusación de que Irán había derribado el avión era “una gran mentira”.

Varias horas después, los principales comandantes de las fuerzas militares del país organizaron una reunión privada y le dijeron la verdad a Rohaní.

Rohaní estaba lívido, de acuerdo con los funcionarios cercanos a él. Exigió que Irán anunciara de inmediato que había cometido un error trágico y aceptara las consecuencias.

Los funcionarios militares se negaron, al argumentar que la consecuencia podría ser la desestabilización del país.

Rohaní amenazó con renunciar.

Canadá, el país que contaba con más ciudadanos a bordo del avión, y Estados Unidos, que por ser el país de origen del Boeing fue invitado a investigar el incidente, terminarían por revelar sus pruebas, comentó Rohaní. El daño a la reputación de Irán y a la confianza de los ciudadanos en el gobierno crearían una enorme crisis en un momento en el que Irán no podía soportar más presión.

Conforme escalaba el conflicto, un miembro del círculo interno de Jamenei que estaba en la reunión se lo informó al líder supremo. El ayatolá envió un mensaje de regreso al grupo con el que ordenaba que el gobierno preparara una declaración pública para reconocer lo ocurrido.

Rohaní informó a algunos miembros de alto nivel de su gobierno. Estaban conmocionados.

Rabiei, el portavoz del gobierno que había emitido una negación precisamente esa mañana, sufrió una crisis. Abbas Abdi, detractor prominente de la élite clerical de Irán, dijo que, cuando habló con Rabiei esa tarde, estaba llorando angustiado.

“Todo es mentira”, dijo Rabiei, de acuerdo con Abdi. “Todo el asunto es una mentira. ¿Qué debo hacer? Mi honor quedó destrozado”.

SÁBADO

A las siete de la mañana, las fuerzas militares emitieron una declaración con la que admitían que Irán había derribado el avión debido a un “error humano”.

La revelación explosiva no ha acabado con la división dentro del gobierno. La guardia quiere culpar a los involucrados en el disparo de los misiles y pasar a otra cosa, dijeron los funcionarios. El operador de misiles y hasta diez personas más han sido arrestadas, pero los funcionarios no los han identificado ni han dicho si los han acusado.

Rohaní ha exigido una rendición de cuentas más amplia, incluyendo una investigación de toda la cadena de mando. El hecho de que la guardia haya aceptado su responsabilidad, dijo, es “el primer paso y debe completarse con otras medidas”. Su portavoz y los legisladores han exigido saber por qué Rohaní no fue informado al respecto de inmediato.

Rohaní abordó esa preocupación cuando dio su declaración una hora y quince minutos después. La primera línea decía que se había enterado sobre la conclusión del comité investigador acerca de la causa del incidente “hace unas horas”.

Fue una admisión sorprendente, un reconocimiento de que incluso el funcionario electo de más alto nivel del país no había sabido la verdad y que, mientras los iraníes y el mundo recurrían al gobierno para obtener respuestas, este no había ofrecido más que mentiras.

“Lo que creímos que era una noticia era mentira. Lo que creímos que era mentira era la noticia”, dijo Hesamedin Ashna, el principal asesor de Rohaní, en Twitter. “¿Por qué? ¿Por qué? Tengamos cuidado con los encubrimientos y el gobierno militar”.

c.2020 The New York Times Company

Guardar