Un día en 2009, Frank Rheindt estaba paseando por una ladera boscosa en una isla indonesia cuando se abrió el cielo. Había pasado meses planeando este viaje, días encontrando un barco de alquiler que lo llevara a este lugar remoto, y horas caminando cuesta arriba, pero los guías locales de recorridos insistían en que la lluvia imposibilitaría la búsqueda.
Reacio, Rheindt aceptó dirigirse a un terreno más bajo.
Sin embargo, cuando iba camino abajo, incluso con el aluvión, lo sorprendió ver a un zorzal posado sobre un tronco. Rheindt, ornitólogo, sabía que no había zorzales en esa isla y que la especie normalmente busca refugiarse de la lluvia.
Un poco más adelante, escuchó el llamado distintivo de una buscarla pintoja, un ave en peligro de extinción que normalmente es difícil de avistar. “Por el sonido supe que era una buscarla pintoja, pero distinta de las que conocía”, comentó. “En ese momento supe que subiría de nuevo”.
En su segundo ascenso unos cuantos días después, Rheindt, profesor adjunto en la Universidad Nacional de Singapur, vio poco más que la devastación de un incendio forestal que había ocurrido unos años atrás. Sin embargo, en su tercera escalada de 1,6 kilómetros de altitud, encontró lo que le había costado tanto trabajo y tiempo rastrear: aves que ningún científico había registrado antes.
Rheindt y sus colegas publicaron un estudio en la revista Science el 9 de enero sobre sus hallazgos en ese viaje de seis semanas y un recorrido subsecuente en 2013. Identificaron cinco nuevas especies de aves cantoras y cinco subespecies, un número notable tratándose de un solo lugar y un solo periodo. Los nombres propuestos para las aves incluyen: cola de abanico de Peleng, papamoscas selvático de Togian y ave obrera de la montaña de Sula.
La región de la costa de Célebes, Indonesia, que fue explorada por el equipo tiene una rica historia, una que, según esperaba Rheindt, rendiría hallazgos emocionantes. Las islas indonesias de Taliabu, Peleng y Bataduka están en una región llamada Wallacea, que lleva el apellido de Alfred Russel Wallace, el naturalista del siglo XIX que desarrolló una teoría de la evolución a la par de la creada por Charles Darwin. Wallace y otros exploradores pasaron décadas catalogando las aves de Wallacea, pero por algún motivo no vieron a estas aves, quizá porque su propia búsqueda se enfocó en las elevaciones más altas, comentó Rheindt.
Las aves son consideradas como la clase de organismos mejor catalogada. Se conoce mucho más sobre ellas que sobre los insectos, por ejemplo. Aun así, 160 especies nuevas se han descubierto en los últimos 30 años. La adición de Rheindt de tantas más es una contribución importante, dijo Joel Cracraft, curador del Departamento de Ornitología del Museo Estadounidense de Historia Natural en la ciudad de Nueva York.
“Encontraron diez nuevas especies, lo cual es impresionante”, agregó Cracraft. “Eso nos dice lo poco que en realidad sabemos”.
La definición de una especie de aves es algo fluida, dijo, porque el 60 por ciento de las especies de aves se cruzan. “Se trata de una batalla interna sobre los conceptos de especies, la cual nunca acaba”, explicó Cracraft. Cree que las diez aves descubiertas por Rheindt cumplen con los criterios que él y sus colegas establecieron en un estudio de 2007, que en pocas palabras señala: “Si es distinguible, es una nueva especie”.
Rheindt dijo que le había tomado más de seis años desde su última expedición publicar sus resultados debido a la necesidad de confirmar la singularidad de cada ave, incluyendo la genética, la apariencia y las vocalizaciones.
También tomó tiempo colaborar con colegas en Indonesia, así como obtener los permisos adecuados y la aprobación de las autoridades indonesias. Dos de las nuevas especies fueron bautizadas en honor a funcionarios indonesios.
Taliabu y Peleng son zonas rodeadas por aguas profundas, lo cual sugiere que habían estado separadas de otras masas de tierra durante cientos de miles de años, tiempo suficiente para que evolucionaran las nuevas especies. Desde que Darwin escribió sobre sus exploraciones de las islas Galápagos en Ecuador, los científicos han sabido que las poblaciones isleñas aisladas con frecuencia evolucionan hasta convertirse en nuevas especies.
La mayoría de las diez nuevas aves descubiertas en Wallacea están relacionadas con especies encontradas en otros lugares, pero emiten canciones algo distintas y tienen diferente genética.
Ambas islas están habitadas, en su mayor parte en zonas menos elevadas que las visitadas por Rheindt, pero usó senderos de tala para llegar a algunos sitios. La población humana y la explotación de los recursos naturales amenazan a los hábitats de las islas, dijo.
Andrew Berry, catedrático en materia de Biología Evolutiva en la Universidad de Harvard, dijo por correo electrónico que a Wallace le habría encantado el nuevo estudio porque se proponía analizar los mismos tipos de locaciones —remotas y geológicamente inusuales— que Wallace prefirió durante su exploración del sureste de Asia de 1854 a 1862.
Wallace describió casi el dos por ciento de todas las especies de aves conocidas durante el tiempo que pasó ahí, dijo Berry, mediante el tipo de biología descriptiva básica de la que se vale esta nueva investigación. “Identificar especies nuevas quizá parezca una actividad poco atractiva, el equivalente científico a coleccionar sellos postales”, comentó Berry.
“Wallace fue extraordinariamente profético al respecto, pues en 1863 se quejó de que sus contemporáneos victorianos eran hipócritas en su insistencia, como creacionistas, acerca de que cada especie era creación de Dios, pero no movían ni un dedo para apoyar su conservación”, relató.
En un ensayo, Wallace escribió:
“Las próximas eras en efecto nos mirarán en retrospectiva como personas tan dedicadas a la búsqueda de la riqueza que nos quedamos ciegos ante consideraciones más elevadas. Nos culparán de haber permitido la destrucción de estas muestras de la Creación, pues tuvimos el poder de conservarlas; hemos profesado que cada ser vivo es la obra directa y la mejor evidencia de un Creador, pero, con una extraña inconsistencia, hemos visto que muchos de ellos desaparecen irreparablemente de la faz de la Tierra, sin haber sido cuidados ni conocidos”.
Los nuevos hallazgos enfatizan la necesidad de catalogar y conservar la diversidad biológica, dijo Jonathan Kennedy, ornitólogo y biólogo evolutivo de la Universidad de Sheffield, quien escribió un comentario publicado junto con el nuevo estudio.
Fue desde Wallacea, a decir de Kennedy, que Wallace envió su famosa carta a Darwin, en la que explicó lo que entendía sobre la evolución y convenció a Darwin de publicar sus propias ideas por primera vez.
“El descubrimiento y la descripción de la diversidad biológica puede considerarse un impulso importante detrás del desarrollo de una de las teorías científicas más relevantes de la historia”, comentó Kennedy. “Según lo entiendo, los hallazgos de Rheindt y sus colegas sugieren que aún hay mucho más que descubrir y aprender sobre la vida en esta parte del mundo”.
Si aún hay aves que encontrar en lugares como Wallacea, entonces es casi una certeza que hay otras especies animales que no se han descrito científicamente, dijo Kennedy, quien advirtió que “corren el riesgo de extinguirse antes de ser reconocidas por la ciencia”.
©2020 The New York Times Company