Un paquete de herramientas de espionaje permite que China establezca un Estado totalitario digital

Por Paul Mozur y Aaron Krolik

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ZHENGZHOU, China — China está aumentando su capacidad de espiar a sus casi 1400 millones de habitantes a nuevos y perturbadores niveles, y le ofrece al mundo un modelo para establecer un Estado totalitario digital.

Las autoridades chinas están uniendo tecnologías antiguas y de vanguardia —escáneres de celulares, cámaras de reconocimiento facial, bases de datos de rostros y huellas digitales y muchas otras— para crear herramientas exhaustivas de control autoritario, según un conjunto de políticas y bases de datos privadas analizadas por The New York Times.

En cuanto se combinan y comienzan a operar, las herramientas pueden ayudar a que la policía identifique a las personas cuando caminan en la calle, averigüen con quién se encontrarán e identifiquen quién pertenece o no al Partido Comunista.

Estados Unidos y otros países usan algunas de esas técnicas para rastrear a terroristas o capos de la droga. Las ciudades chinas quieren utilizarlas para darles seguimiento a todos.

El despliegue ha ocurrido a costa de la privacidad personal. El Times descubrió que las autoridades almacenaban los datos personales de millones de personas en servidores que no cuentan ni con las medidas más básicas de seguridad. También reveló que los contratistas e intermediarios privados tienen amplio acceso a los datos personales que recaba el gobierno chino.

La expansión apenas ha comenzado, pero está abarcando todas las ciudades del país. Las redes de vigilancia son controladas por la policía local, como si los alguaciles de los condados en Estados Unidos tuvieran sus propias versiones de la Agencia de Seguridad Nacional.

Por sí misma, ninguna de las nuevas técnicas de China está más allá de las capacidades de Estados Unidos ni de otros países. Pero, en conjunto, podrían llevar el espionaje de China a otro nivel, pues ayudan a que sus cámaras y programas se vuelven más inteligentes y más sofisticados.

Este impulso de vigilancia está empoderando a la policía china, que ha adoptado un mayor papel en el gobierno de Xi Jinping, el presidente del país. Les ofrece métodos poderosos para rastrear a los criminales, así como a los inconformes que simpatizan en internet con el movimiento de las protestas en Hong Kong, los detractores de la policía y otras personas consideradas indeseables. A menudo, los objetivos de las autoridades son grupos vulnerables como los trabajadores migrantes —los que llegan desde el campo para llenar las fábricas chinas— y grupos étnicos minoritarios como los uigures, de mayoría musulmana, en el territorio occidental de China.

“Los datos de cada persona dejan un rastro”, dijo Agnes Ouyang, trabajadora del sector tecnológico en la ciudad sureña de Shenzhen, cuyos intentos de concientizar a la gente sobre la privacidad fueron objeto de escrutinio por parte de las autoridades. “El gobierno y los dirigentes de las grandes compañías pueden usarlos para dar seguimiento a lo que hacemos. Nuestras vidas valen lo mismo que la mugre”.

‘Dejando un rastro’

Un día de abril, la policía llegó a un complejo deslucido de apartamentos en Zhengzhou, una ciudad industrial en China central. A lo largo de tres días, instalaron cuatro cámaras y dos cajas blancas pequeñas en las puertas del complejo, donde hay hoteles baratos y negocios de dudosa reputación.

Una vez activado, el sistema comenzó a recolectar datos personales. Las cajas escáneres de celulares llamados receptores IMSI —usados de manera generalizada en Occidente— recolectaban códigos de identificación de celulares. Las cámaras grababan rostros.

En su parte interna, el sistema intentó vincular los datos, según mostró un análisis de su base de datos subyacente. Si un rostro y un celular aparecían en el mismo lugar y momento, el sistema confirmaba que pertenecían a la misma persona.

A lo largo de cuatro días en abril, las cajas identificaron más de 67.000 celulares. Las cámaras capturaron más de 23.000 imágenes de las cuales se derivaron cerca de 8700 rostros únicos. Combinando los conjuntos dispares de datos, el sistema conjuntó alrededor de 3000 celulares con rostros, con distintos niveles de certeza.

El sistema individual forma parte de una red de vigilancia por toda la ciudad que abarca placas de auto, números de teléfono, rostros e información de redes sociales, según la base de datos de una Oficina de Seguridad Pública de Zhengzhou.

Otras ciudades chinas están copiando el modelo de Zhengzhou. Desde 2017, los documentos de adquisición pública e informes oficiales muestran que la policía en las provincias chinas de Guizhou, Zhejiang y Henan han comprado sistemas similares. La policía en Zigong, una ciudad de tamaño medio en la provincia de Sichuan, compró 156 conjuntos de esta tecnología, según muestran los documentos.

En Wuhan, la policía señaló en un documento de adquisición que querían sistemas que pudieran “recolectar de manera integral la identidad de todos los usuarios de internet en espacios públicos, su comportamiento en internet, su ubicación, sus movimientos e identificar información sobre sus celulares”.

“La gente pasa y deja una sombra”, dice un panfleto para promocionar un sistema de vigilancia similar en los departamentos chinos de policía. “El celular pasa y deja un número. El sistema conecta ambos”.

Incluso para la policía de China, que disfruta amplios poderes para cuestionar y detener a las personas, este nivel de control no tiene precedentes. Rastrear a la gente tan de cerca alguna vez requirió cooperación de instituciones poco colaboradoras en Pekín. Las compañías celulares dirigidas por el Estado, por ejemplo, a menudo se muestran reacias a compartir datos confidenciales o lucrativos con autoridades locales, dijeron las personas que saben del sistema.

Ahora la policía local está comprando sus propios rastreadores. La tecnología mejorada los ayuda a compartirlo por la cadena de mando, al Ministerio de Seguridad Pública central en Pekín, comentaron las personas.

Las redes de vigilancia cumplen la vieja meta de asegurar estabilidad social, que data del levantamiento en la plaza de Tiananmén en 1989, pero ahora existe un mayor apremio debido a las manifestaciones de la Primavera Árabe en 2011 y 2012. En años recientes, la policía china aprovechó los temores relacionados con la intranquilidad para obtener más poder y recursos.

No está claro cuán bien está usando estas nuevas capacidades la policía ni lo eficaz que podrían ser. Pero el potencial está ahí.

En Zhengzhou, la policía puede usar programas para crear listas de personas. Pueden crear alarmas virtuales para cuando una persona se acerque a una ubicación específica. Pueden obtener actualizaciones de las personas cada día o cada hora. Pueden monitorear a las personas con las que se reunieron, sobre todo si ambas están en una lista negra por algún tipo de infracción, desde cometer un delito hasta no haber hecho el pago de una deuda.

Estas redes podrían ayudar a China a perfeccionar tecnologías como el reconocimiento facial. Las cámaras y el software a menudo tienen problemas para reconocer rostros capturados desde cierto ángulo, por ejemplo. Combinado con los datos de identidad y teléfonos, podría volverse más fácil obtener coincidencias, y la tecnología detrás de la identificación de rostros mejora.

La policía no está ocultando su iniciativa de vigilancia. Incluso la percepción de la vigilancia abrumadora puede disuadir a los criminales y disidentes por igual.

Revuelta de cables y madera

Algunos residentes del complejo residencial de Shijiachi no estuvieron contentos cuando la gerencia del edificio, por petición de la policía, remplazó el año pasado sus viejas cerraduras que se abren con tarjetas con un sistema de vigilancia de vanguardia. Los residentes ahora necesitarían escanear sus rostros para entrar a su edificio.

“Las personas mayores dijeron que siempre estaban en casa, así que no era necesario”, dijo Tang Liying, secretario del Partido Comunista chino para el distrito en China oriental. “Los jóvenes tenían preocupaciones sobre la privacidad, y no creían que fuera necesario. Hicimos algunos esfuerzos para convencerlos y, al final, la mayoría de la gente aceptó”.

Los que están preocupados por la privacidad tenían un buen argumento.

Los datos del complejo de Shijiachi estaban almacenados en un servidor no protegido. Los detalles incluían los números de identificación, nombres, edades, estatus familiar y marital, así como registros de su membresía al Partido Comunista de los 482 residentes. También se almacenaba un recuento detallado de las actividades de quienes usaban las cámaras de reconocimiento facial para entrar y salir.

Las redes cercanas estaban igual de desprotegidas. Tenían los datos de 31 residentes en la zona, con detalles de 8750 personas. Un sistema de rastreo de autos cerca de Shijiachi mostró registros de 3456 vehículos e información personal sobre sus propietarios. En toda China, las bases de datos no protegidas tienen información sobre estudiantes y profesores en escuelas, sobre la actividad en línea en los cibercafés y también sobre las estancias en hoteles y los registros de viajes.

El filtrado de los datos en línea es un gran problema en el país. Los informes de los medios locales describen cómo las personas que tienen acceso a los datos venden detalles privados a los estafadores, los maridos que sospechan de sus esposas y cualquier otra persona, a veces por tan solo algunos dólares por persona. Las filtraciones se han vuelto tan graves que la policía creó su propia compañía para manejar los datos directamente, con lo que evade sistemas de terceros.

Un gran número de personas y compañías tienen acceso a los datos en que se basa el sistema obligatorio de identificación mediante tarjetas a través de medios legítimos. Las empresas que tienen vínculos con la policía utilizan los rostros de tarjetas de identificación para entrenar los sistemas de reconocimiento facial. El sistema de tarjetas también rastrea huellas digitales, rostros, etnicidad y raza.

Se están generando señales de rechazo. En Shanghái, los residentes se opusieron a un plan de la policía para instalar cámaras de reconocimiento facial en un complejo de edificios. En la provincia de Zhejiang, un profesor presentó una denuncia en contra de un zoológico, después de que exigió escaneos obligatorios de reconocimiento facial a sus miembros para tener acceso.

En el complejo residencial de Shijiachi, donde el reconocimiento facial remplazó a las cerraduras de tarjetas, la rebelión ha sido impulsada por cables y madera contrachapada.

En un día fresco de noviembre, las puertas de algunos edificios se habían mantenido abiertas con topes rudimentarios, por lo que era innecesario escanear los rostros.

Terry Jin, residente de dos años de Shijiachi, dijo que la tecnología no debe cruzar algunos límites. “Creo que el reconocimiento facial afuera de cada edificio está bien”, dijo Jin. “Si lo ponen afuera de mi puerta, eso no estaría bien”.

El costo de negarse

El año pasado, Agnes Ouyang se dirigía al trabajo en Shenzhen cuando dos policías le dijeron que estaba caminando de manera imprudente y debía mostrarles su tarjeta de identidad. Cuando se rehusó, la tomaron bruscamente y usaron un celular para tomarle una fotografía.

En cuestión de momentos, su sistema de reconocimiento facial la había identificado, y le dieron una multa de casi tres dólares.

“Todo fue ridículo”, dijo Ouyang. “Los policías de baja calidad moral tienen armas de alta tecnología”.

La vigilancia con alto nivel tecnológico está transformando la vida en China de maneras sutiles y profundas. El dominio del Partido Comunista es de vieja data, y el país no tiene un sistema de tribunales sólido o algún medio de control en contra de las extralimitaciones del gobierno. Sin embargo, afuera del dominio de la política, la vida en ese país podría ser irresponsable y caótica gracias a la aplicación laxa de la ley o a los funcionarios indiferentes.

Esos días podrían estar llegando a su fin. En materia de seguridad del consumidor y del medioambiente, eso podría mejorar la vida. Sin embargo, le ha dado a la policía nuevos poderes para controlar a las personas.

“Todo el sistema burocrático está dañado”, dijo Borge Bakken, profesor de la Universidad Nacional Australiana que estudia las políticas chinas. “Bajo el mando de Xi Jinping, estamos viendo el florecimiento de un Estado policial”.

La policía china ahora presume que los sistemas de reconocimiento facial con frecuencia permiten atrapar delincuentes. En una isla turística en la pintoresca ciudad portuaria de Xiamen, las autoridades dicen que usan el reconocimiento facial para tratar a guías turísticos que no tienen permiso. La policía de Shanghái ha comenzado a usar cascos con cámara integrados al frente. Las bases de datos y los documentos de adquisición también muestran que buscan a los enfermos mentales, a la gente que ha consumido drogas o a los opositores del gobierno.

Ouyang, la mujer multada por caminar de manera imprudente, conocía los peligros, pero hizo públicas sus quejas de cualquier manera. Publicó un recuento de su encuentro con la policía en WeChat, el medio chino de redes sociales, a las 23:00. Para cuando fue a trabajar a la mañana siguiente, lo habían visto decenas de miles de veces. Después, desapareció.

Después de que vio que la policía trató a otra mujer de la misma manera, Ouyang escribió una segunda publicación. Fue eliminada en tan solo dos horas.

Después, la policía la contactó y le pidió que se reuniera con ellos.

“Les dije: ‘¿Cómo me encontraron?’”, dijo Ouyang. “Me respondieron: ‘Para la policía es fácil encontrar a una persona’”.

Temerosa, le pidió a un amigo que la acompañara y decidió reunirse con la policía en un Starbucks en vez de una estación de policía. Dos oficiales les compraron café y les dieron un número telefónico al cual llamar en caso de que tuviera quejas en el futuro. Pero, en general, le dijeron que debía quedarse callada. Su publicación había sido vista por funcionarios de alto nivel y avergonzó a la policía de la ciudad, señalaron.

Ouyang dijo que su experiencia es una señal del giro autoritario de China, y que algunos de sus amigos discretamente hablan de irse del país. Ella no tiene planeado irse, comenta, pero le preocupa su futuro en un país donde todo se ve y se controla.

“Te incomoda”, dijo. “Pero si no lo haces, entonces no hay posibilidad de vivir la vida. No hay salida”.

c.2019 The New York Times Company

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