Los contrabandistas vietnamitas la llaman la ruta “CO2”: un viaje con poca ventilación y con poco oxígeno por el canal de la Mancha en contenedores de transporte o remolques llenos de palés apilados de mercancías, el último tramo de un trayecto peligroso de 9656 kilómetros por Asia hacia Europa occidental.
En comparación con el otro camino —la “ruta VIP”, con su breve estancia en un hotel y un asiento en la cabina de un conductor de camión— el viaje en un contenedor sofocante puede ser brutal para los que algunos vietnamitas se refieren como “personas de la caja”, los sucesores de la “gente del bote” que se fue después del término de la guerra de Vietnam en 1975.
Los migrantes vietnamitas a menudo esperan durante meses en campamentos montados al lado de la carretera en el norte de Francia antes de subirse a un remolque. Los “cabeza de serpiente”, como se les conoce a los traficantes, golpean a los hombres y abusan sexualmente de las mujeres, según señalan grupos de ayuda, abogados y los mismos migrantes. La gente se envuelve en bolsas de aluminio y soporta horas en unidades refrigeradas para reducir el riesgo de que los atrapen.
Ese trayecto resultó ser fatal la semana pasada para 39 personas, que fueron encontradas muertas en un contenedor de camión refrigerado en Essex, en el sureste de Inglaterra. La policía de Essex dijo el 1.° de noviembre que se creía que eran vietnamitas.
Por peligroso que a menudo sea ese último tramo del trayecto migrante al Reino Unido, esas horas aterradoras en un remolque a veces solo representan una pequeña porción de meses, si no es que años, de un trato terrible, primero a manos de pandillas del tráfico organizado, y después a manos de los propietarios autoritarios de los salones de manicura y las fábricas de cannabis en el Reino Unido.
Sin embargo, siguen llegando. Se calcula que, por el viaje a Europa, cada año 18.000 vietnamitas les pagan a los contrabandistas precios que van de las 8000 a las 40.000 libras, aproximadamente de 10.000 a 50.000 dólares.
En el Reino Unido, donde el ‘brexit’ ha desanimado el flujo de mano de obra proveniente de Europa oriental, los migrantes ven un país sediento de trabajadores de bajo salario, donde fácilmente les pagan cinco veces lo que ganarían en su país y donde no tienen que pasar por las engorrosas verificaciones de identidad que vuelven hostiles a otros países europeos.
En su mayor parte, los traficantes vietnamitas llevan a sus clientes a Francia y a los Países Bajos, donde otras pandillas, a menudo kurdas o albanesas, o, en el caso reciente, al parecer irlandesas o norirlandesas, terminan el trabajo.
Muchos provienen de Ha Tinh y Nghe An, dos provincias empobrecidas en la región norcentral de Vietnam, y se dirigen al Reino Unido totalmente conscientes de los riesgos, dicen analistas. Después de ver que sus vecinos de pronto remodelan sus casas con materiales más costosos, o que compran mejores autos, anhelan la misma sensación de seguridad para su familia, sin importar cuál pueda ser el costo.
No obstante, cuando el Reino Unido no puede satisfacer sus necesidades, los migrantes terminan en un limbo espantoso, sin poder pedir ayuda debido al arduo sistema migratorio del país y viviendo bajo la sombra de un sistema de traficantes y los empleadores que dependen de ellos.
“Siempre los animo: ‘Quédense en casa’”, dijo esta semana el reverendo Simon Thang Duc Nguyen, el párroco de una iglesia católica en East London a la que asisten muchos feligreses migrantes. “Aunque sean pobres, son dueños de su vida. Aquí, tienen dinero, pero pierden el control de su vida”.
No todos los 20.000 a 35.000 vietnamitas indocumentados que se calcula que viven en el Reino Unido tienen historias terribles que contar. Algunos expertos dicen que muchos migrantes soportan los esfuerzos de trabajar en el Reino Unido a cambio de la oportunidad real de un día de pago.
“Mi investigación ha revelado historias de migrantes que no solo se tratan de la explotación ni del tráfico de personas”, dijo Tamsin Barber, conferencista en la Universidad de Oxford Brookes. “La gente normalmente viene aquí aceptando los altos riesgos de trabajar ilegalmente y posiblemente ganar grandes cantidades de dinero en el comercio del cannabis”.
Sin embargo, más vietnamitas vulnerables también están siendo traficados en el Reino Unido, y el año pasado, las autoridades recibieron cinco veces la cantidad de remisiones que en 2012.
En cuanto la familia y los amigos han reunido el dinero suficiente, la odisea quizá comience con un viaje a China para recoger documentos falsos de viaje. Así es como muchas de las decenas de personas que murieron en el camión comenzaron su viaje, dijo Anthony Dang Huu Nam, un sacerdote católico que atiende una iglesia en la ciudad de Yen Thanh, de donde dijo que provenían decenas de las víctimas.
En el camino de China a Rusia para llegar a Europa occidental, uno de los tramos más difíciles es el camino por los bosques bielorrusos para llegar a la frontera polaca. En un estudio francés de 2017 de migrantes vietnamitas, un hombre identificado como Anh, de 24 años, les dijo a los investigadores que él y otros cinco hombres, dirigidos por un traficante, fueron arrestados en repetidas ocasiones en Bielorrusia, solo para que los dejaran libres en la frontera rusa a intentarlo de nuevo. Cuando finalmente lo lograron, los recibió un camión que esperaba en el costado polaco.
“Teníamos frío”, decía una cita del estudio. “No comimos nada durante dos días. Bebíamos agua de la nieve derretida”.
Los traficantes a menudo no les dicen a las personas dónde están para tener control total de la situación. En un caso de 2017, dieciséis personas vietnamitas recogidas por las autoridades ucranianas en Odesa creían que estaban en Francia.
Cuando los migrantes desobedecen a los traficantes, el castigo puede ser atroz.
“No pueden arriesgarse a que los descubra la policía, así que deben comportarse”, dijo Nguyen, el sacerdote de Londres. “Si no te comportas, pueden castigarte golpeándote o abusando sexualmente de ti, si eres mujer”.
Una vez que llegan al Reino Unido, a menudo sufren un brusco despertar. Sulaiha Ali, abogado de derechos humanos, dijo que a los migrantes a veces les prometían trabajo legal en un restaurante o un sitio de construcción, solo para después obligarlos a trabajar como “jardineros” en una casa convertida en un centro ilegal de cultivo de cannabis. Encerrados dentro de la casa durante días y a menudo viviendo con quince personas en una sola habitación, los trabajadores enfrentan el riesgo de incendios debido al cableado eléctrico manipulado y de padecer problemas de salud provocados por los químicos dañinos.
Los migrantes de mayor edad en el Reino Unido, muchos de los cuales llegaron después de la guerra de Vietnam, están separados por una enorme brecha cultural de los recién llegados, pero, aun así, son un apoyo crucial para ellos, sobre todo en esta última semana.
Nguyen, que se fue de Vietnam en 1984, dijo que había estado recibiendo llamadas de familias en Vietnam que querían saber si él podía decirles si sus hijos estaban en el remolque.
“La madre, el padre, todos me llamaron llorando”, comentó. “No pude soportar escuchar sus palabras. Tienes que pedir prestado mucho dinero para este trayecto, y después esperas que tu hija, o tu hijo, tenga éxito, y poder tener algo de dinero para pagar tus deudas. Pero ahora la situación es desesperanzadora… no hay nada”.
Continuó: “Nada estará bien si siguen arrestándolos o mandándolos a prisión. Está bien. Sobrevivieron. Pero ahora perdieron dos cosas. Perdieron la esperanza y perdieron sus vidas. Nada”.
*Copyright: 2019 The New York Times Company