WASHINGTON — Cuando la Cámara de Representantes de mayoría republicana votó en 1998 a favor de comenzar la investigación para someter a juicio político al presidente Bill Clinton, 31 demócratas se alinearon con los republicanos y la Casa Blanca dejó escapar un suspiro de alivio debido a que la cantidad no había sido mucho mayor. En el Washington extremadamente polarizado de hoy, las deserciones de tal magnitud en lo que respecta al proceso de impugnación se considerarían un tsunami.
Ni un solo representante republicano se alineó con los demócratas el martes, 31 de octubre, para apoyar la decisión que establece los parámetros para la siguiente etapa del procedimiento de impugnación presidencial, a pesar de haber exigido dicho voto durante semanas. Solo dos demócratas rompieron filas con su partido para oponerse a la investigación.
La marcada división entre los 232 a favor y los 196 en contra dejó claro que la investigación acelerada del juicio político continuará siendo altamente partidista, a medida que avanza a su fase más pública, con los dos partidos alejándose cada vez más mientras cuestionan a mayor profundidad la virtud de sus respectivas causas.
Los demócratas afirman que es su deber constitucional hacer que Donald Trump, un presidente sin ley, rinda cuentas incluso si es poco probable que sea destituido del cargo. Los republicanos están decididos a defender a un presidente que, en su opinión, está siendo perseguido por intereses políticos. Hasta ahora, hay pocas pruebas de que algún bando esté dispuesto a ceder un centímetro, y la certidumbre de enfrentar una respuesta negativa importante en la arena política pareciera disminuir aún más las posibilidades de que eso suceda.
“Esto demuestra que las bases controlan a ambos partidos”, dijo sobre la línea tan marcada entre ambos partidos el representante republicano de Nueva York Peter T. King, quien votó en contra de la impugnación de Clinton en 1998.
Unos cuantos republicanos han expresado en privado su recelo en general sobre las acciones de Trump y, en particular, sobre sus intentos de convencer al gobierno de Ucrania de investigar al exvicepresidente Joe Biden, un posible contrincante en la contienda presidencial de 2020, al igual que a su hijo Hunter. No obstante, ninguno se arriesgó a dar un paso adelante durante la primera votación importante del juicio político para sugerir que la conducta del presidente ameritaba al menos una revisión. Algunos republicanos que se creía que podrían respaldar la investigación atribuyeron su oposición a la manera en que la Cámara de Representantes ha manejado el asunto hasta ahora.
“He sido totalmente claro desde el principio en que quería ver un proceso abierto, transparente y basado en los hechos porque me ha consternado lo que se ha hecho público”, manifestó el representante republicano de Míchigan Fred Upton, quien cenó con Trump días antes de la votación.“Siguen sin resolverse interrogantes legítimas. Pero me siento frustrado por lo hermético que ha sido el proceso hasta ahora”, agregó el representante.
La polarización tiene consecuencias y a los demócratas les ha preocupado desde el comienzo caer en lo que la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi ha llamado reiteradamente un proceso inherentemente divisorio. El voto mayormente en línea con el partido amenazó con socavar la confianza pública en el procedimiento, haciendo que sea más fácil para los electores desecharlo como una escaramuza más en una interminable guerra partidista, en lugar de un proceso constitucional importante. Ahora los demócratas enfrentan el desafío de sustentar de manera convincente ante el pueblo un caso que pueda abrirse paso entre el ruido político y generar incluso el más nimio consenso bipartidista, sabiendo que lo más probable es que Trump sea absuelto por el Senado de mayoría republicana.
En el caso del presidente Nixon, las advertencias que le hicieron los miembros de su propio partido sobre haber perdido su apoyo lo obligaron a renunciar y, hasta ahora, no hay ninguna señal de que eso esté sucediendo entre los republicanos de hoy. Aunque el proceso de juicio político contra Clinton comenzó con algo de apoyo bipartidista, este se disipó y los republicanos acabaron por pagar un precio político elevado por el que fue considerado un esfuerzo partidista. En la atmósfera tóxica actual, hay todavía menos posibilidades de que los demócratas y los republicanos puedan unirse en torno a una postura común respecto de qué deberían hacer con Trump.
“Hoy muchos se preguntaron si los republicanos cerrarían filas o no en esta votación y harían lo correcto para el país”, declaró el representante republicano de Luisiana Steve Scalise, jefe del grupo parlamentario republicano en la Cámara de Representantes. “Puedo decirte que nuestra convención se mantuvo firme”, afirmó.
Los republicanos afirman además que no ha surgido nada que justifique impugnar al presidente y destituirlo del cargo y, en cambio, acusan a Pelosi y a su mano derecha en la investigación, el representante demócrata de California Adam B. Schiff, presidente de la Comisión de Inteligencia, de atacar al presidente para apaciguar a los electores demócratas. Los republicanos se mofaron de la presión demócrata para impugnar al presidente diciendo que era un engaño, una desgracia, una farsa, un juicio falso como los de la Unión Soviética y un esfuerzo para darle la vuelta a la elección de 2016 y obstaculizar la campaña de 2020.
Los demócratas afirman que, en esencia, expusieron las verdaderas intenciones de los republicanos al someter a votación el respaldo oficial a la investigación del juicio político. Los republicanos llevaban semanas fastidiándolos por no haber solicitado una votación antes de iniciar la investigación, aunque la Cámara había convocado al voto en el caso de Clinton y Nixon.
Los demócratas creen que han logrado neutralizar en cierta medida las quejas de los republicanos sobre cómo se está llevando a cabo la investigación —aunque los republicanos subieron el tono de sus quejas el 31 de octubre— y que los aliados de Trump ahora tendrán que concentrarse más en el fondo de la investigación. Los demócratas creen que tienen una ventaja en ese aspecto, dado que hay múltiples testigos que comparecen ante tres comisiones combinadas para corroborar que el presidente abusó del poder de su cargo para presionar a un aliado extranjero a ayudarlo con su política interna. Para los demócratas, no hay duda de que hay sustento para la impugnación.
“No estamos aquí como parte de un ejercicio partidista”, declaró Jim McGovern, representante demócrata de Massachusetts, quien dirige el Comité de Reglas de la Cámara de Representantes, el 31 de octubre. “Hay pruebas contundentes de que el presidente Trump puede haber violado la Constitución”, puntualizó.
A pesar de la resistencia republicana unánime, los demócratas también creen que continuar con la presentación pública de las pruebas, aunado a la cobertura televisiva completa de las audiencias públicas, podría presionar a algunos republicanos a ser más receptivos a la idea de apoyar los artículos del juicio político a medida que continúe la investigación.
*Copyright: 2019 The New York Times Company