A principios de la década de los 90, un joven chef australiano llamado Bill Granger tuvo una idea brillante: ¿Por qué no untar aguacate en una rebanada de pan?
Casi tres décadas después de ese experimento exitoso, la larga y a veces bizarra historia del aguacate ha alcanzado un nuevo y posiblemente controversial momento decisivo—aunque sin el potencial “instagrameable” del pan tostado con aguacate. Debido a que el cambio climático está amenazando el lugar de la fruta en los menús de brunch, algunos científicos se están preguntando: ¿Por qué no modificamos su ADN?
El mes pasado, un grupo de científicos en los Estados Unidos y México anunciaron haber mapeado las secuencias de ADN de varios tipos de aguacate, incluyendo la popular variedad Hass. Es probable que esa investigación se convierta en la base de técnicas de reproducción y modificación genéticas diseñadas para producir aguacates que puedan soportar enfermedades o sobrevivir en condiciones más áridas.
Aunque no se hayan dado cuenta, esta podría ser una gran noticia para los hípsteres amantes del pan tostado. En la actualidad, las crecientes temperaturas están alterando la cadena de producción del aguacate, lo que ha causado aumentos de precio— empeorados por la incertidumbre del mercado—por todos los Estados Unidos.
“Debido al cambio climático, quizá la temperatura y la humedad ya no sean las mismas, el suelo quizá sea diferente, habrá nuevos insectos y habrá enfermedades”, afirmó Luis Herrera-Estrella, profesor de genómica vegetal de Texas Tech University que lidera el proyecto del aguacate. “Necesitamos estar preparados para hacerle frente a todos estos desafíos inevitables”.
La historia del aguacate se remonta a los aztecas, quienes llamaban a la fruta “āhuacatl”, término que a veces usaban vulgarmente para referirse al testículo. Miles de años más tarde, se le atribuye a Granger haber sido el primer chef en servir pan tostado con aguacate, el cual ya es un platillo fundamental en la dieta milénial, un símbolo de la decadencia moderna y una sensación en Instagram.
En una entrevista, Granger, quizás el primer ingeniero del aguacate, expresó estar de acuerdo con la investigación genética. Sin embargo, el proyecto le ha dejado algunas interrogantes sobre el futuro de su adorada fruta.
“¿Cómo están manipulándolo?”, preguntó. “¿Qué están cambiando?”.
La respuesta es que el aguacate no está cambiando, al menos no todavía. En los últimos años, los científicos han obtenido la secuencia de los genomas de varias frutas, incluyendo plátanos, tomates y manzanas, y han usado esa información para crear variedades modificadas genéticamente. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de un aguacate genéticamente modificado, en parte porque sus árboles a veces tardan hasta tres años en madurar.
A medida que el cambio climático se intensifica, los desafíos que enfrenta la industria del aguacate se están volviendo cada vez más urgentes. La ola de calor de California del año pasado interrumpió el desarrollo de la cosecha de aguacates de este verano, obligando a los proveedores a importar la fruta del extranjero. Como resultado, el precio mayorista de una caja de cuatro docenas de aguacates aumentó más del doble, de 35 dólares a entre 70 y 80 dólares, según Jim Donovan, ejecutivo de Mission Produce, proveedor de aguacates de California.
“Este ha sido posiblemente el nivel de precio sostenido más alto que jamás hayamos visto en la industria”, afirmó Donovan.
Los científicos y expertos de la industria pronostican que las olas de calor serán más comunes en los próximos años, lo que potencialmente derivará en desabastecimientos más graves. Un estudio reciente realizado por científicos en California estimó que el cambio climático podría reducir la producción estatal de aguacate, la cual llegó a 136 millones de kilogramos el año pasado, en un 40 por ciento durante las próximas tres décadas.
“Hay aguacates que crecen en lugares muy calurosos con poca agua y hay otros que crecen en lugares más lluviosos”, afirmó Herrera-Estrella. “Si podemos identificar genes que otorguen tolerancia al calor y la sequía, entonces podremos diseñar los aguacates del futuro”.
Es probable que la investigación genética sea controvertida. Aunque el 90 por ciento de los científicos consideran que los organismos genéticamente modificados (OGM) son seguros para el consumo, muchos grupos de defensa ambiental se oponen a las alteraciones genéticas. Sostienen que esa práctica ha incrementado el uso de pesticidas y generado cambios no deseados en el contenido nutricional.
Herrera-Estrella y sus colaboradores en México ya han tenido que navegar las políticas complejas de la biotecnología.
Su proyecto del aguacate inició en 2012 con un subsidio de la Secretaría de Agricultura de México de 2,5 millones de dólares. Sin embargo, tres años después, el gobierno—el cual se ha vuelto cada vez más contrario a la investigación genética y la biotecnología con el paso del tiempo—se negó a renovar la financiación, obligando al equipo a reunir dinero de otras fuentes. La Secretaría de Agricultura de México no respondió a una solicitud de comentarios.
“Pudimos haber terminado hace tres años si hubiéramos tenido el dinero para pagarle a las personas que hacen los análisis”, afirmó Herrera-Estrella.
Los investigadores también enfrentan obstáculos científicos. A diferencia de cultivos como el maíz, el aguacate tiene una estructura compleja que dificulta su desarrollo en el laboratorio. Para recoger muestras de las diferentes variedades, Herrera-Estrella y su equipo deben viajar a regiones remotas de México, incluyendo áreas donde los cárteles de drogas controlan la economía local.
Una vez comenzado el proyecto, los avances en biotecnología lograron que la secuenciación del genoma fuese menos laboriosa, permitiéndole al equipo ampliar sus ambiciones iniciales y secuenciar un par de variaciones adicionales de aguacate. En la actualidad, un grupo de investigadores en México está mapeando los genomas de unas cien variaciones más.
Con esos mapas genéticos, los científicos serán capaces de analizar las diferencias entre los diferentes tipos de aguacates y de identificar los segmentos específicos del ADN que estimula la resistencia a las enfermedades y otras características convenientes.
Esa investigación sentará las bases de la modificación genética, fase en la que los investigadores insertan o eliminan fragmentos de ADN en el genoma de la planta. Eso facilitará técnicas de cultivo que promuevan ciertas características sin alterar directamente el código genético de la fruta.
Otra manera de fortalecer las posibilidades de supervivencia del aguacate es diseñar su portainjerto, básicamente un tocón de árbol sobre el que los productores pueden injertar nuevas clases de ramas de aguacate. Modificar la genética del portainjerto, en vez de la de las ramas superiores del árbol que tienen la fruta, pudiese crear aguacates más resistentes a enfermedades fúngicas sin cambiar la fruta propiamente.
“Esa es una gran posibilidad de lograr que las cosechas modificadas genéticamente sean tolerables para las personas que realmente estén preocupadas al respecto”, afirmó Victor Albert, un biólogo de la Universidad de Búfalo en Nueva York que trabaja en el proyecto. “No va a haber necesidad de diseñar aguacates OGM, e incluso si manipulas genes, no va a haber necesidad de que los propios aguacates sean GM”.
Independientemente de la técnica científica, el desarrollo de variedades de aguacates capaces de resistir enfermedades o de sobrevivir largas sequías podría mejorar la industria agrícola mexicana, la cual produce casi la mitad de los aguacates a nivel mundial y depende en gran medida de las exportaciones a los Estados Unidos, según Monica Ganley, asesora agrícola y experta en comercio latinoamericano. El año pasado, México exportó cerca de mil millones de kilogramos de aguacates a los Estados Unidos.
“Es un cultivo muy importante. Es un componente vital del comercio agrícola que se ha vuelto esencial en las últimas décadas”, agregó.
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