El estrés desencadena una cascada de reacciones hormonales para preparar nuestro cuerpo y nuestra mente a adaptarse a las amenazas percibidas. Cuanto más a menudo sucede esto, menos eficaz es el cuerpo para responder a situaciones estresantes. Entonces, cuanto más crónico es el estrés, más difícil es para el cuerpo y la mente adaptarse a él. Resulta que esto puede afectar diferentes hormonas y procesos biológicos en el cerebro y el cuerpo. Es por eso que el estrés está relacionado con una disminución del deseo sexual, dificultades para alcanzar y sostener la excitación, y un reporte de menor satisfacción durante la actividad sexual.
Para una mejor comprensión, profundicemos en el sistema nervioso. Los seres humanos tenemos dos sistemas nerviosos que actúan de manera autónoma. El sistema nervioso simpático, que podemos entenderlo como el acelerador, y el sistema nervioso parasimpático, que podemos entenderlo como el freno.
Cuando nos encontramos ante una amenaza nuestro sistema nervioso simpático reacciona con una respuesta fisiológica que prepara nuestro cuerpo con el objetivo de sobrevivir. Es un sistema de control que actúa de forma inmediata y regula el ritmo cardíaco, la digestión, la frecuencia respiratoria, la respuesta pupilar, la micción y la excitación sexual. Es una respuesta adaptativa que nos prepara para el ataque o la huida, generando una cascada de actividad neurológica y hormonal que inicia cambios fisiológicos para ayudarnos a sobrevivir. Nuestro corazón late más rápido, la sangre es bombeada con más fuerza, aumenta la presión arterial y se acelera la respiración, los músculos se tensan, disminuye la percepción de dolor, se afila la atención, el pensamiento se centra en el aquí y ahora, y se “cancelan”, es decir, pierden prioridad, las funciones que no son necesarias para esta respuesta: se enlentece la digestión y se silencia la respuesta sexual.
La respuesta simpática es una inyección de energía para brindarle a nuestro cuerpo los recursos necesarios para dar frente a la amenaza. Una vez que esta amenaza se resuelve, el cuerpo activa el sistema parasimpático, el freno. La respuesta sexual, es decir la respuesta que prepara a nuestro cuerpo para afrontar la actividad sexual, funciona a partir de este sistema.
Pero sucede que cuando experimentamos estrés durante un largo período de tiempo, en realidad podemos sentir que nuestro acelerador se ha atascado. Nuestro cuerpo está trabajando horas extras, todo el tiempo, y nunca permitimos que nuestros frenos se activen. Es por eso que tras largos períodos de estrés, es probable que presentemos dificultades para conectar con el deseo y la excitación, sintiendo que nuestro cuerpo “no responde”. Además, nuestro ánimo se vuelve más depresivo, y podemos volvernos más agresivos e irritables.
Lo primero es identificar el estado en el que nos encontramos y comprender cómo nos impactan los estresores. Comenzar por no exigirnos a nivel sexual cuando nos encontramos en ese estado, ya que esto se tornaría en mayor presión aumentando así la tensión. Es decir, que si podemos reconocer que nos encontramos en esta situación, lo primero es abordar la causa. Poner en palabras que los cambios en nuestra sexualidad tienen que ver con un estado de estrés. Permitirnos que nuestro deseo o disponibilidad hacia el sexo fluctúe y tenernos paciencia.
Luego es importante concentrarnos en activar el freno, el parasimpático. Ocuparnos de desarrollar herramientas para conectar con un estado de tranquilidad requiere tiempo para salir de un estado y entrar en otro. Incorporar rituales que nos aflojen y permitan dejar los pensamientos fuera. Reforzar y expandir los abrazos, los besos, los masajes, la respiración, preparar el ambiente utilizando aquellos elementos que nos brinden calma. Y es importante habilitarnos la posibilidad de llegar hasta donde podamos.
¿Qué quiere decir esto? Que iniciemos el encuentro y que si en algún momento nos dispersamos o frustramos, podamos expresar que necesitamos parar. Muchas veces creemos que el encuentro sexual debe ser “completo”, desde el deseo, la excitación y hasta llegar al orgasmo. Pero esto no es necesario. Ya con poder conectar con el cuerpo y el contacto y sentirnos a gusto con eso estamos trabajando para activar ese parasimpático. Esto también lo podemos hacer con nosotros mismos, es decir, sin una pareja sexual.
Respecto de los estresores diarios, algunas sugerencias para incorporar y combatir el estrés en general:
- Actividad física: la ciencia nos dice que la actividad física es el mejor recurso para disminuir el estrés. Lo recomendable es entre 20 y 60 minutos por día.
- Activar la respiración consciente. Ya sea a través de prácticas de meditación, yoga, o la herramienta que más te funcione.
- Reírse, aunque no sepas de qué, pues la conducta genera la emoción.
- El afecto: ejercitar los besos y los abrazos largos. Un beso de seis segundos y un abrazo de veinte segundos por lo menos.
- Llorar. Para liberar las emociones
- Expresarse artísticamente. No hace falta ser pintor, actor o poeta. Cualquier manifestación del ser nos ayuda a combatir el estrés, entrando en un estado creativo de aquí y ahora.
- Sueño regular. Cuando dormimos menos de 5 horas consecutivas durante la noche, el ritmo circadiano natural de las secreciones de cortisol se altera. Incluso cuando dormimos lo suficiente (en términos de horas acumuladas), nuestros niveles de cortisol pueden verse afectados negativamente si nuestro sueño se interrumpe con frecuencia.
*Cecilia Ce es psicóloga, sexóloga y autora de los libros Sexo ATR y Carnaval toda la vida (editorial Planeta). En Instagram: @lic.ceciliace
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