Cuando hablamos de dieta mediterránea, estamos hablando de un patrón alimentario que a nivel mundial aporta beneficios que ayudan a evitar el desarrollo del síndrome metabólico, diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer de mama, entre otros.
“No hay de por sí una dieta mediterránea única, sino que hay distintas variaciones en base al país de la cuenca mediterránea sobre la cual estemos hablando, la mayoría concuerda en que es una dieta baja en la ingesta de ácidos grasos saturados que vienen de manteca o lácteos enteros o carnes, es alta en ácidos grasos monoinsaturados, como el que viene en el aceite de oliva, en las aceitunas.”, explicó a Infobae Diego Sivori, nutricionista y director de la carrera de nutrición de UADE. Quien agregó que el diferencial de la dieta mediterránea o MED es que tiene un aporte bajo en proteína animal, especialmente carnes rojas y un alto consumo de antioxidantes presente en frutas y verduras.
La tradicional dieta mediterránea consiste en consumir muchas frutas y verduras, aceite de oliva, una buena cantidad de legumbres (porotos, garbanzos, lentejas), arroz y cereales, una ingesta moderada de pescado (como el salmón, el atún, la caballa, las sardinas, el bacalao, contienen omega 3, omega 6 y omega 9, lo que ayuda a proteger las arterias), productos lácteos y vino, y una cantidad limitada de carne roja y aves de corral.
Se trata de un plan de alimentación que privilegia el consumo de alimentos propios de la región europea que bordea el Mar Mediterráneo (España, Italia, Francia, Grecia), preferiblemente de estación y con el menor procesamiento posible.
Consiste en un reconocimiento a los alimentos de buena calidad y un recordatorio sobre la conveniencia de evitar los productos híper procesados, cargados de aditivos poco saludables, como el sodio y el azúcar en exceso. Además, esta dieta ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas y la diabetes.
Sin embargo, una versión más verde de este tipo de alimentación podría ser incluso más eficaz, o al menos así lo reveló un estudio publicado recientemente en la revista Genome Medicine.
El equipo de investigación del estudio, dirigido por la profesora Iris Shai, directora del Centro de Investigación Internacional Innovador en Salud y Nutrición de la Universidad Ben-Gurion del Negev, y profesora adjunta de la Escuela de Salud Pública de Harvard, fue el primero en introducir el concepto de dieta verde mediterránea. A diferencia de la versión tradicional, tiene un efecto notable en la población microbiana del intestino. Según este estudio, las personas que siguieron esta dieta enriquecieron la microbiota intestinal de bacterias que tienen un efecto sobre el peso y el control glucémico.
Por otro lado, la versión verde está más enriquecida con polifenoles dietéticos y es aún más baja en carnes rojas procesadas. Según Sivori, la gran diferencia entre la tradicional y la verde es que esta última aporta “un poquito más de polifenoles dietéticos, ya que reduce al máximo la carne roja. La dieta mediterránea tradicional recomienda la ingesta de carne roja una vez por semana, en el caso de la verde la reduce a cero e incrementa, por ejemplo, algunos alimentos, como por el té verde”. El té verde tiene muchos efectos reconocidos, “eso no quiere decir que sólo consumir el té verde va a colaborar en prevenir estas enfermedades, sino que dentro de un marco de una alimentación saludable colabora”, destacó.
Durante el ensayo los participantes debieron incorporar una ingesta diaria de nueces (28 gramos), entre 3 y 4 tazas de té verde al día y 100 gramos de un batido verde a base de lenteja de agua, también llamada lenteja verde, con un alto contenido de proteína biodisponible, hierro, vitamina B12, vitaminas, minerales y polifenoles y sustituyó el consumo de carne. También describe que la dieta MED Verde puede amplificar la remisión del hígado graso, mejorar el colesterol LDL, el control glucémico, la PCR, el control de la presión arterial y atenuar la atrofia cerebral relacionada con la edad. Esto en comparación con la dieta MED tradicional.
Si bien todas las dietas inducen cambios sustanciales en el microbioma intestinal, en aquellas personas que hicieron la dieta verde los cambios resultaron mucho más pronunciados. “Estos hallazgos pueden fortalecer nuestra comprensión sobre la importante interacción entre nuestra ingesta nutricional, el microbioma y los resultados clínicos”, señaló Shai.
También trajo cambios microbianos específicos, entre ellos el enriquecimiento en el género Prevotella, una bacteria conocida por sus efectos positivos sobre el metabolismo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina. También fomentó la reducción de los aminoácidos de cadena ramificada, compuestos relacionados con la resistencia a la insulina.
Los investigadores pudieron demostrar que al modificar microbios intestinales específicos a través de la dieta, el microbioma intestinal constituye un mediador valioso entre el patrón de dieta verde y sus efectos sobre la pérdida de peso y la reducción del riesgo cardíaco.
“Estos resultados son otro ejemplo que ilumina el papel central de nuestro microbioma intestinal en la salud y la enfermedad y ampliará nuestra comprensión en este interesante campo”, concluyó, Ilan Youngster, médico pediatra e investigador del ensayo.
“Cualquier cambio que se haga de carne animal o de proteína animal por una proteína vegetal proveniente de una legumbre, va a aportar es mayor cantidad de fibra -resalto Sivori- esa fibra va a alimentar las bacterias intestinales y esas bacterias intestinales van a ser más diversas y eso va a implicar una mejor salud inmunológica a nivel digestivo, lo cual mejora la microbiota, que son esas bacterias que viven en uno y que protegen”.
Por último, concluyó Sivori, que “una persona omnívora que tiene excesos en el consumo de productos industrializados, carnes procesadas o productos animales, simplemente con pasar a un patrón más mediterráneo mejora su salud.”
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