Cómo convertir al sufrimiento en fortaleza: 7 claves para una transición exitosa

Joan Garriga, uno de los psicólogos más reconocidos e influyentes en España y América Latina, devela con ejemplos reales cómo afrontar la adversidad y ofrece un mapa preciso para salir airosos de cualquier tempestad

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Desde una mirada valiosa y moderna, haciendo dialogar la perspectiva psicoterapéutica con la espiritualidad, sin caer en frases vacías de engañoso y frustrante positivismo, Joan Garriga revela algunas claves para acoger al sufrimiento para convertirlo en fortaleza (Getty Images)
Desde una mirada valiosa y moderna, haciendo dialogar la perspectiva psicoterapéutica con la espiritualidad, sin caer en frases vacías de engañoso y frustrante positivismo, Joan Garriga revela algunas claves para acoger al sufrimiento para convertirlo en fortaleza (Getty Images)

Las Cuatro Nobles Verdades, principio fundacional del budismo, son un diagnóstico de la condición humana. Allí, Buda dice que el sufrimiento existe y que tiene una causa: el deseo. Sin embargo, para la tradición budista ese sufrimiento no es una fatalidad, sino más bien el resultado de nuestras acciones y nuestros estados mentales. Entender estas verdades puede dar paso a una etapa de iluminación que acabe con el sufrimiento (dolor, pena, aflicción, angustia, etc.) y permita vivir un estado total de liberación. En su libro “Decir sí a la vida. Ganar fortaleza y abandonar el sufrimiento”, el psicólogo español Joan Garriga sobrevuela estos conceptos.

Como si fuera una sesión de terapia y, mediante ejemplos reales, el escritor guía a sus lectores por lo que ha aprendido en su trayectoria como psicólogo y como acompañante de familias que transitan por el proceso de asentir a hechos que conllevan dolor y, en lugar de quedar parados o sufrientes por ese dolor, eligen ganar fuerza para seguir en la vida. Desde una mirada valiosa y moderna, haciendo dialogar la perspectiva psicoterapéutica con la espiritualidad, sin caer en frases vacías de engañoso y frustrante positivismo (tan de moda hoy), revela algunas claves para acoger al sufrimiento y convertirlo en fortaleza.

El psicólogo humanista y terapeuta Gestalt intenta sembrar reflexiones y conocimientos sobre los modelos de lo que ocurre cuando las personas no asienten a la vida, es decir, cuando tienen dificultades de tomar su lugar. “La vida es la concreta expresión de lo sagrado, un don precioso, un préstamo para un tiempo finito, pero no suele ser un camino de rosas ni es siempre armonioso. El sendero que cada quien transita se halla jalonado por grandes asuntos que inevitablemente deberemos encarar: retos, destinos, tareas, procesos y encrucijadas existenciales. Vivir no es fácil, ni simple, pero no se puede negar que es interesante. Con suerte, podemos conseguir que la vida sea alegre y hermosa la mayor parte del tiempo”, asegura.

Como si fuera una sesión de terapia y, mediante ejemplos reales, el escritor guía a sus lectores por lo que ha aprendido en su trayectoria como psicólogo y como acompañante de familias que transitan por el proceso de asentir a hechos que conllevan dolor y, en lugar de quedar parados o sufrientes por ese dolor, eligen ganar fuerza para seguir en la vida (Getty Images)
Como si fuera una sesión de terapia y, mediante ejemplos reales, el escritor guía a sus lectores por lo que ha aprendido en su trayectoria como psicólogo y como acompañante de familias que transitan por el proceso de asentir a hechos que conllevan dolor y, en lugar de quedar parados o sufrientes por ese dolor, eligen ganar fuerza para seguir en la vida (Getty Images)

Para Garrida, la adversidad puede ser un trauma, muerte, enfermedad, separación. Lo que él observa es que hay personas que quedan atadas a su sufrimiento porque se oponen y dicen que ciertas situaciones no deberían haberles ocurrido. “Todos los seres humanos luchan por ser felices y a la vez sufren. El sufrimiento es un mal de todos. Tenerlo presente ayuda a desarrollar la compasión que permite la aceptación hasta de quienes más daño nos han hecho”, explica.

Y añade: “Al ser humano a veces le cuesta aceptar los cambios que propone la vida, así como los obstáculos y conflictos que se cruzan en su camino. Ante ellos, es fácil atascarse y quedarse anclado en la queja de lo que se deseaba y no pudo ser, de lo que se perdió o no se llegó a recibir. Le reprochamos y reclamamos entonces al universo una y otra vez, como si este se rigiera por nuestro mismo sentido de la justicia. Cuesta reunir el valor para rendirse ante aquello que es más grande y poderoso hasta llegar a aceptar la realidad, la situación. Pero la vida no interrumpe su curso por eso ni deja de sorprendernos con nuevos recodos”.

En su escrito el experto incluye una parte práctica y aplicada en la que cada lector podrá ver ciertas problemáticas personales y tratar de comprender cómo son o funcionan las dinámicas para superar el sufrimiento y ganar fortaleza. A través de ella, cada quien puede, siguiendo los pasos propuestos, comprender mejor cómo deshacerse de las situaciones que conllevan sufrimiento, aunque a veces esto signifique salir del sufrimiento para asumir un cierto dolor.

Según el reconocido psicólogo, “el secreto del bienestar, la fórmula para librarnos del sufrimiento, es, en pocas palabras, sostener todos los sentimientos y sobre todo el dolor cuando las cosas duelen, acogiéndolo como un huésped más y dejándolo vivir dentro de nosotros. El dolor abrazado sigue siendo dolor, pero duele menos porque ya no es algo que pretendemos parar y evitar, sino una vivencia que tiene movimiento y vida y puede transformarse”.

Librarnos del sufrimiento: apuntes para un modelo de trabajo

“Para vérselas con el sufrimiento, aunque parezca paradójico, resulta un recurso cardinal saber estar en el dolor y lo incómodo sin agitarse demasiado, sin convertirlo en enojo, sin convertirlo en culpa, sin convertirlo en vergüenza, sin convertirlo en victimismo, sin convertirlo en exigencia, destrucción, agresión, etcétera" (Getty Images)
“Para vérselas con el sufrimiento, aunque parezca paradójico, resulta un recurso cardinal saber estar en el dolor y lo incómodo sin agitarse demasiado, sin convertirlo en enojo, sin convertirlo en culpa, sin convertirlo en vergüenza, sin convertirlo en victimismo, sin convertirlo en exigencia, destrucción, agresión, etcétera" (Getty Images)

1. Generar la actitud de no oponernos y abrazar lo que fue o está siendo

Garriga encabeza su escrito una cita del filósofo neerlandés Baruch Spinoza: “Por realidad y perfección entiendo la misma cosa”. Para el experto, se trata de una forma de decir que la realidad es perfecta tal y como es en cada momento, con independencia de lo que nos gustaría, de nuestra voluntad o de nuestros deseos. Porque él sospecha que la realidad no se debe cuestionar o aplaudir a sí misma, simplemente es. Es soberana y todopoderosa.

“Para vérselas con el sufrimiento, aunque parezca paradójico, resulta un recurso cardinal saber estar en el dolor y lo incómodo sin agitarse demasiado, sin convertirlo en enojo, sin convertirlo en culpa, sin convertirlo en vergüenza, sin convertirlo en victimismo, sin convertirlo en exigencia, destrucción, agresión, etcétera. ¿Duele? Pues que duela, ¿por qué no? ¿Incomoda? Bueno, ¿por qué no?”, cuestiona Garriga.

Y agrega: “Creo que hay mucha confusión en cómo vivimos. Hay demasiado sufrimiento por el hecho de que somos fóbicos al dolor. No creo que haya nada más rentable en los procesos terapéuticos que acoger el dolor, tome la forma que tome, cuando duele. Y nada más perjudicial que negar el dolor y convertirlo en algo distinto a lo que es”.

2. Observar la mente y el cuerpo e identificar el problema

El primer paso, por tanto, es generar una actitud de no resistencia a nada que se presente, sea lo que sea, ni siquiera al dolor. Incluso, subir la apuesta hacia una actitud de “abrazo” a ese dolor o a cualquier cosa que experimentemos. Para el especialista, es preciso observar cómo se manifiesta nuestra insatisfacción o malestar, lo cual requiere interés, audacia y autobservación -de la mente con sus imágenes y pensamientos y del cuerpo con sus sensaciones y sutilezas-. Luego, aceptarlo.

“Cuando empiezo a trabajar con una persona en un taller, mi primera pregunta casi siempre es la misma: ‘¿Cuál es el problema o qué vives como problema?’. El problema puede ser algo pequeño o un asunto grande y comprometido, cualquier suceso o vivencia que se experimenten como desagradables, retadores o inaceptables. Una vez identificado, es pertinente que la persona se pregunte: ‘¿Qué ideas o qué sensaciones corporales me hacen percibirlo como un problema? ¿Cómo sé que esto es un problema para mí?’ Al explorar las respuestas empiezan a adentrarse en su particular manera de vivir las cosas. Puro autoconocimiento experiencial en el ahora. Y ahí puede observar algunas sensaciones corporales concretas, la material y específica manera en que se expresa el problema en la alquimia de su cuerpo”, detalla.

"Algunos de nuestros aspectos internos son funcionales y útiles en ciertos contextos, vehículos que nos permiten el movimiento y la satisfacción de necesidades. Al mismo tiempo, pueden ser disfuncionales en otros contextos y complicarnos la vida" (Getty Images)
"Algunos de nuestros aspectos internos son funcionales y útiles en ciertos contextos, vehículos que nos permiten el movimiento y la satisfacción de necesidades. Al mismo tiempo, pueden ser disfuncionales en otros contextos y complicarnos la vida" (Getty Images)

3. Preguntarnos quién se opone y sufre dentro de nosotros

A continuación, Garriga sostiene que hay que preguntarse: ¿y para quién, en mi interior, es un problema lo que está sucediendo? ¿A quién le duele? ¿Quién es en realidad el que sufre dentro de mí? “Si imaginamos que cada persona es un universo complejo, con muchas partes o subidentidades, hallaremos que no sufre todo uno como ser completo, sino, en cada situación, únicamente alguna de nuestras identidades internas. Si somos muy honestos, es probable que no nos guste la respuesta que atisbemos”, subraya.

Según el experto, ahí es que descubriremos que casi siempre el que convierte algo en problemático es “un niño interior que toma distintos rostros. Un niño tiránico y profético que quiere seguir manejando los hilos de la vida según su guion argumental. Tiránico porque exige: ‘¡Ya que me ayudó a defenderme en mi historia infantil, ahora tengo derecho a tomar el mando!’. Y profético porque dice: ‘¡Las cosas tienen que ser tal y como han sido o deben parecerse o ser completamente opuestas al escenario infantil que me tocó!’”.

4. Indicios para descubrir cómo surgió está subidentidad y cuáles son sus argumentos

Para el psicólogo existe “un ser esencial que difícilmente tiene problemas con nada. Es un órgano que lo abraza todo, que no se opone a nada. De ahí venimos. Podríamos llamarlo nuestra naturaleza esencial”. Luego, según explica, en el proceso de desarrollo infantil, nos van creciendo identificaciones, modelos, respuestas, defensas, aprendizajes, que van a configurar el paisaje de lo que llamamos yo, una suerte de narrativa corporal, comportamental y verbal, que nos define. No parece posible vivir psicológicamente desnudos, sino con “ropajes caracteriales”: por eso son necesarios la identidad, la cronología, el disfraz y la biografía, es decir, la personalidad.

“Algunos de nuestros aspectos internos son funcionales y útiles en ciertos contextos, vehículos que nos permiten el movimiento y la satisfacción de necesidades. Al mismo tiempo, pueden ser disfuncionales en otros contextos y complicarnos la vida, generándonos el tipo de problemas que estamos explorando. Aunque resulte provocativo o incluso frívolo, no me cansaré de repetir que es necesario poner mucho de nuestra parte para convertir un hecho de vida en un problema. Así que, una vez identificadas la voz y la instancia interior involucradas en el sufrimiento, quizá ayude interesarnos por la manera en que apareció dicha instancia en nuestra historia: cómo nació, qué edad teníamos, de dónde viene, qué pasó para que se creara, qué función cumplió, con qué intensidad emocional o de supervivencia se fraguó, etcétera”, asevera.

En su escrito, el especialista insiste en la importancia que tiene el ejercicio de viajar imaginariamente al futuro y, desde ahí, observar el pasado (Getty Images)
En su escrito, el especialista insiste en la importancia que tiene el ejercicio de viajar imaginariamente al futuro y, desde ahí, observar el pasado (Getty Images)

5. Confortar nuestra identidad, cuestionar sus argumentos y profecías

Una vez en contacto con este niño sufriente, hay que decidir si seguiremos alimentándolo o nos atreveremos a ponerlo en jaque. Este punto es determinante, porque no es tan fácil cuestionarlo, hablarle con claridad, plantarle cara, quitarle el cetro. “Como el niño sufrió -destaca-, no suele avenirse fácilmente a nuestros razonamientos y palabras; y necesita garantías de que todo irá bien. Necesita una mezcla de amor y confrontación. Aprender a diferenciar entre el adulto y el niño, y entre la parte y el todo, es crucial para dirigir nuestros pasos hacia caminos alternativos.”

6. Dialogar con nuestro personaje e integrarlo

“Conviene escuchar y entender la lógica y los argumentos del niño, pero sin que sus razonamientos nos contaminen. No necesitamos comprárselos. El adulto tiene que decidir qué hacer con ello. Lo que ayuda es actualizarse en el tiempo y desarrollar nuevos riesgos y nuevos caminos. Puede comprender e incluso abrazar al niño, integrar al personaje como parte de su recorrido vital, pero sin dejar que dirija su vida actual”, remarca.

7. Crear nuestro yo futuro y potenciar nuestro ser libre de identidades

En su libro, el especialista insiste en la importancia que tiene el ejercicio de viajar imaginariamente al futuro y, desde ahí, observar el pasado. Incluso encaramarnos a hombros de nuestro yo anciano, cercano a la muerte, cuando todo está cerrándose en el balance vital. ¿Cómo se miran desde ahí los asuntos de los treinta, los cuarenta, los setenta? Cada tiempo trae sus propios retos, pero cuando nos encontramos en encrucijadas existenciales, a menudo ayuda imaginarse en el fin de la vida y buscar el consejo y el punto de vista del que está coronando el viaje y trata de integrarlo con sentido.

“Por último, para terminar, procura poner conciencia para que esas identidades internas, partes, atuendos, trajes o formas, no vuelvan a tomar el pleno gobierno y las riendas de tu vida. Que sean equipajes útiles para algunos tramos del viaje, pero no mochilas pesadas y empecinadas. Para ello, desarrolla un centro vacío, más libre de identidades rígidas y tiránicas, tan implicado como al mismo tiempo desapegado del natural juego de la vida”, concluye.

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