Si bien el consumo de vinos espumosos se ha desestacionalizado bastante en comparación con épocas anteriores, el pico de ventas se suele dar en esta época del año en que hay más celebraciones y más regalos empresarios. Esto, sumado al clima con temperaturas más altas, que pone a los vinos espumosos en copa de todos, más seguido.
Y es interesante analizar su evolución cualitativa justo cuando la demanda se incrementa de manera exponencial. Es cierto que es uno de los sectores más castigados por la escasez de botellas. Pero muchos de los mejores vinos espumosos se elaboran botella por botella (método tradicional) y con más de un año sobre lías, es decir que al menos para estas fiestas dicho impacto no se sentirá demasiado.
Pero dejando de lado esta coyuntura, lo interesante es ver cómo están los vinos espumosos nacionales. Los que aún no tienen un nombre propio como sí lo ostentan los Champagne (Francia), los Cava (España), los Sekt (Alemania), los Spumanti (Italia) o los Sparkling (Estados Unidos, Australia y Reino Unido, entre otros). Y este no es un dato menor, porque realzaría la categoría otorgándole un impulso propio. Cabe recordar que a fines del siglo XIX los vinos espumantes españoles se denominaban Xampany; traducción al catalán de Champagne. Y por presión de los franceses, los hispanos debieron buscar otro nombre. Así, no solo surgió el Cava, sino que ese espumante español, elaborado con uvas autóctonas (Macabeo, Parellada y Xarel-lo), pasó de ser una alternativa de segunda al gran competidor internacional del prestigioso burbujeante francés.
Pero por suerte, más allá de no tener un nombre propio, el espumoso que se elabora en el país ha evolucionado notablemente, quizás más que ninguna otra categoría de vinos. Porque no hay tanta diversidad acá como con los vinos tintos, blancos o rosados, ya que más allá de no estar regulado con qué cepajes se lo puede elaborar, la mayoría apuesta a lo seguro; las variedades de la Champagne, Chardonnay y Pinot Noir. Después, a nivel métodos no hay mucho para inventar. Está el tradicional, botella por botella, elegido para los exponentes más delicados y de sabores más complejos. El Charmat; también método francés en el que la segunda fermentación se da en un gran tanque presurizado, ideal para vinos jóvenes donde se busca resaltar más el carácter frutal. Y más recientemente surgió con fuerza el método más antiguo de todos, llamado “ancestral”, que consiste en una sola fermentación, pero embotellando el vino cuando todavía le queda azúcar residual y así lograr las burbujas finales. Estos llegan al mercado con la denominación Pet Nat (por el francés Petillant Naturel) y suelen ser vinos más livianos, vibrantes y refrescantes, que vienen con tapa corona y no con el corcho y bozal habituales de los demás.
Pero la gran evolución de estos vinos argentinos no está solo basada en la elección de las mejores variedades y en el mayor conocimiento de los métodos, sino también en haber encontrado los mejores lugares para lograr uvas con una mayor acidez natural y, a partir de ellas, lograr vinos más definidos y con mayor potencial de guarda.
Por qué los vinos espumosos argentinos de hoy son mejores
En vitivinicultura hay ciencia, pero muchas cosas se basan en la empírica, en la prueba y error. Y a veces esas pruebas llevan como mínimo un año hasta poder comprobar sus resultados. En breve se van a cumplir 100 años de la elaboración del primer vino espumoso nacional método tradicional (Extra Toso en 1927), y ya van 60 años del desembarco de Chandon en la Argentina para elaborar, por primera vez en su historia, vinos espumosos fuera de Champagne con la misma visión de calidad. A estos hitos en la historia de las burbujas argentinas se le suman varias bodegas que desde los ochenta comenzaron a elaborar vinos espumantes a gran escala, generando uno de los mercados de consumo más importantes del mundo para la categoría.
Pero se sabe que con la llegada del nuevo milenio algo cambió para siempre, fue el punto de inflexión en el que la industria entendió que ya nunca más habría que traicionar la calidad. Y si bien la economía no ayudó mucho, el sector nunca más vivió una crisis. Muy por el contrario, el auge del vino argentino permitió concretar varios récords, como superar los 1.000 millones de dólares en exportaciones. O revertir la caída del consumo per cápita y llevarla de 18 litros a los 21 litros actuales, y con una tendencia creciente.
La calidad es fácil de percibir en las copas, solo hay que prestar atención cada vez que se descorcha un buen exponente. Claro que también hay una gran diversidad, y esa es la otra buena noticia, porque siempre es mejor que haya más etiquetas para elegir. Los precios funcionan muy bien como guías en cuanto a la calidad de un vino, pero los gustos son gustos. Por eso, y más allá que las bodegas destinen sus mejores vinos base a sus espumosos método tradicional y con varios meses sobre borras, no significa que sean los más buscados, sobre todo por aquellos que privilegian la frescura frutada, o simplemente los que quieren un vino espumante para beber en tragos. Esta es otra de las razones de su gran evolución, porque hoy la coctelería también se sofisticó y se necesitan buenos vinos espumantes para lograr buenos tragos, con frutas o con hierbas.
Pero la mejor explicación está en el viñedo, porque los mejores exponentes hoy se elaboran con Chardonnay y Pinot Noir de altura. Allí, ambas uvas, las más reconocidas del mundo para este tipo de vinos, logran una definición de fruta, manteniendo un alto grado de acidez natural. Y si toda esa fuerza refrescante y esa energía frutal se cuida hasta llegar a la bodega, el resultado en las botellas cambia. Son sutilezas, pero a lo largo de varios años, tantas sutilezas comienzan a ser cada vez más evidentes en las copas. En bodega también hay que hacer un trabajo distintivo para poder vinificar cada vino por separado y poder terminar con el mejor blend para el vino base, que luego ganará sus burbujas durante la segunda fermentación. Por ejemplo, para hacer el Chandon Extra Brut, hoy se parte de 700 vinos vinificados por separado, hasta llegar al blend final, año tras año.
Y la mejor explicación para entender el porqué de esta evolución tiene que ver con que la intención del “chef de cave”, el enólogo que elabora y custodia todos los vinos de la casa, es mantener el estilo. Por eso, gracias al trabajo que se viene realizando durante los últimos años, los espumosos nacionales no solo han mejorado mucho, sino que lo demuestran en cada copa. Y esto también sirve para entender por que en esta categoría vínica suele haber más fanatismo que en otras, donde en general el consumidor prefiere seguir probando cosas nuevas más allá de sus vinos preferidos.
Cómo disfrutar más un vino espumoso argentino
A la hora de servir un vino espumante y disfrutarlo más hay dos cuestiones importantes a tener en cuenta. La temperatura de servicio y las copas donde se lo va a servir. Se sabe que el frío es anestesia, eso significa que a un vino muy frío no se le van a sentir ni sus aromas ni sus sabores, solamente el cosquilleo de las burbujas en su paso por boca. Entendiendo que se trata de un vino, cuando es una etiqueta muy pretenciosa, lo ideal es servirlo como a un gran vino blanco, a unos 12 grados, y de ahí para abajo, hasta los 8 grados.
Pero además de la temperatura, la copa será la mejor aliada para lucirse en casa con el espumoso. Hoy, con la expresión de los vinos actuales, lo ideal es hacer lo mismo que se hace en Champagne, servirlos en copas de vinos blancos, porque en definitiva son eso, vinos blancos (o rosados). Así, siempre servidos por debajo del ecuador (la parte más ancha de la copa), se podrán apreciar sus aromas esquivando el gas carbónico y su sensación pungente. Luego en boca, el vino entra más suave y mejor distribuido que con las copas flauta que son muy cerradas y dirigen el líquido solo por el medio. Así, la lengua con sus diversas “antenas receptivas” (papilas gustativas) podrá captar todos los gustos, y a través de la vía retro nasal los sabores, pero también las texturas que brindan la frescura (dada por la acidez) y las burbujas, resaltando el equilibrio, signo de un gran vino espumoso. En la profundidad de los buenos ejemplares también se puede sentir la complejidad que desarrollan estos vinos con el paso del tiempo.
Hoy ya son varios los vinos espumosos argentinos que permiten sentir al consumidor más exigente que ya no hay nada que envidiarles a los vinos de Champagne.
10 vinos espumosos argentinos para empezar a despedir el año
Salentein Brut Nature
Bodega Salentein, Tunuyán, Valle de Uco $1100
José “Pepe” Galante, el enólogo de la bodega, realiza un corte de Chardonnay (60%) y Pinot Noir (40%), ambos provenientes de viñedos propios en el Valle de Uco, rodeando la bodega. Se trata de un “Cuvée Excepcionnelle” de aspecto cobrizo brillante. Sus aromas frescos remiten a la fruta típica del Pinot Noir (cereza), con algo de frutas blancas y final de levaduras. De trago refrescante y burbujas finas persistentes que aportan volumen. Puntos: 90,5
Del Fin del Mundo Brut Nature
Bodega Del Fin del Mundo, Neuquén $1300
Este vino llega al mercado con cuatro años, 36 meses sobre borras y luego seis meses más en estiba en la bodega. Es un Pinot Noir 100%, para acentuar el carácter patagónico del vino, elaborado por el método tradicional. Es un vino expresivo, de paladar amplio y fresco, con dejos de frutas maduras, con toques especiados y cítricos, y final refrescante. Puntos: 90,5
Antonieta Sparkling Brut Nature 2020
Falasco Wines, Valle de Uco, Mendoza $1490
Blend de Pinot Noir y Chardonnay de la cosecha 2020 que llega como novedad en una elegante botella para homenajear a una de las mujeres de la familia. De aspecto pálido, rosa viejo, tenue pero brillante. Aromas bien frutados, con burbujas finas. De trago simple y buena acidez, poco profundo, agradable y equilibrado. Puntos: 89
Rosa de los Vientos Rosé Nature
Familia Schroeder, Neuquén $1500
Es uno de los vinos más aclamados del enólogo Leonardo Puppato, experto en burbujas. Su aspecto es tan atractivo como su nombre, rosa tenue y brillante. Aromas expresivos y frutados, con burbujas persistentes. Paladar franco y fresco, con un final de cerezas, típico del varietal (Pinot Noir). Además, por su frescura marcada es un vino que se puede disfrutar solo como aperitivo. Puntos: 90
Chandon Cuvée Brut Nature s/a
Bodega Chandon Argentina, Valle de Uco $1670
Con cada añada la bodega aprende más, pero no de la elaboración sino del viñedo, y eso queda bien reflejado cada vez que se degusta este vino espumoso. Una combinación precisa de Chardonnay y Pinot Noir, uvas de viñedos propios ubicados entre los 1200 y 1400 metros de altura. Elaborado por método tradicional con 18 meses de contacto sobre borras en segunda fermentación como mínimo. Sus aromas son frescos, y su paladar franco, tenso, con dejos cítricos muy sutiles, y buen equilibrio entre frutas blancas y carácter de levaduras. burbujas finas y persistentes que resaltan su armonía. Puntos: 91
Bianchi Extra Brut Premium 2015
Bodegas Bianchi, San Rafael, Mendoza $1750 Blend de Chardonnay y Pinot Noir, elaborado a partir del método Champenoise y con seis años sobre borras. Eso explica su aspecto dorado con reflejos intensos y brillantes. De aromas maduros y buena frescura que resalta ciertas notas de membrillo y brioche. Burbujas finas y trago equilibrado por el paso del tiempo, amable y profundo. Puntos: 91
Progenie II Extra Brut s/a
Bodega Vistalba, Mendoza $1950
Blend de Pinot Noir (60%) y Chardonnay (40%), elaborado por método tradicional con 12 meses sobre levaduras. Es un vino expresivo y refrescante, de burbuja persistente y carácter de frutas blancas. Con fuerza y frescura, en el final de boca asoman las notas de levaduras y pan tostado, pero eso no lo convierte en un exponente clásico, ya que en todo momento predomina el mensaje frutal. Puntos: 90,5
Rosell Boher Brut Rosé s/a
Rosell Boher, Los Árboles, Valle de Uco $3800
El estilo de los vinos espumosos de la casa ya es bien apreciado por los consumidores más exigentes, y la misión del enólogo Alejandro “Pepe” Martínez es mantener su estilo, respetando el clima de las añadas y la experiencia del viñedo. Rosé a base de puro Pinot Noir, de aromas expresivos y bien apoyados en el carácter frutal típico del cepaje; cerezas. De paladar amplio y fresco, con burbujas finas persistentes que aportan profundidad a cada trago. Como todos los espumosos de la bodega, elaborado por el método Champenoise. Mantiene su buen cuerpo y texturas consistentes, ideal para acompañar platos complejos e intensos. Puntos: 91,5
Zuccardi Blanc de Blancs
Zuccardi Valle de Uco, Tupungato, Mendoza $3900
Para Sebastián Zuccardi este es un vino de viticultor porque lleva la impronta de su hacedor y refleja el camino de aprendizaje desde la cosecha 2003. 100% Chardonnay de viñedos de altura, con más de tres años sobre borras que no se notan porque si bien el color puede ganar tonalidad (sin perder brillo) sus aromas son frescos y su paladar tenso. Amplio y delicado, con notas de levadura y frutas secas, y un toque de membrillo final. Elegante y persistente. Puntos: 92
Baron B Héritage
Baron B, Valle de Uco, Mendoza $5400
La edición 001 de este vino creado por el Chef de Cave Diego Ribbert es un assemblage que combina tres añadas excepcionales de espumosos nacidos en Caicayén, Cepas del Plata y El Espinillo durante 2001, 2011 y 2015 respectivamente. De buen cuerpo, es voluptuoso, limpio y austero, con buen ataque fresco. Burbujas finas y persistentes, hay frescura y juventud en el paladar, con tensión y toques de madurez que le aportan carácter y complejidad. Llena la boca con gran equilibrio y en su persistencia se aprecian tonos de vinos especiales (frutos maduros, tostados, brioche, piel de naranja). Por su frescura y entrada en boca es como un Extra Brut, pero de otra dimensión ya que al pasar por la boca llena con elegancia, delicadeza y profundidad. Puntos: 94
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