Son cada vez más los estudios e investigaciones que señalan la importancia de contar con un buen círculo de amigos para el beneficio de la salud y bienestar. El vínculo con el otro está en la base de la humanidad y muchas veces un amigo se convierte en ese sostén que no se encuentra en la propia casa. Pero cuando esta relación falla, pueden llegar los problemas.
Los lazos amistosos repercuten directamente en la salud física y emocional. Según un estudio realizado por el departamento de Psicología de la Universidad de California, las interacciones sociales que se vuelven negativas o competitivas están estrechamente relacionadas con una mayor actividad inflamatoria en el cuerpo. En el mismo sentido, otro estudio de la Universidad de Carnegie Mellon realizado a adultos mayores encontró una relación entre las interacciones negativas con amigos y los aumentos en la presión arterial entre las mujeres.
Desde el punto de vista del psicoanálisis, nos constituimos como sujetos a partir del encuentro con el otro. “Un sujeto tiene acceso a la salud psíquica, a la salud emocional, en la medida en que puede estar relativamente bien integrado con sus vínculos sociales. De ahí surge la amistad”, explicó a Infobae Guillermo Bruschtein, Psicoanalista de APA y Psiquiatra. “Damos mucha importancia a poder vincularnos con aquellos que sentimos que tenemos cosas en común”, agregó.
Según Bruschtein, “los sujetos que están bien vinculados con el mundo externo o con sus semejantes tienen una capacidad de poder sostener un estado de ánimo estable”. Y advirtió: “La amistad nunca es amistad pura, existen los sentimientos ambivalentes. El ser humano, si bien tiene una capacidad empática, de amistad y solidaridad, también tiene una capacidad autodestructiva”.
Agustina Fernández, especialista en adolescentes, miembro de APA, IPA y FEPAL, señaló a Infobae que “hay personas que afectan positivamente y otras que, porque rivalizan, porque envidian, en vez de apoyar pisan al otro. Esto se ve muy claro en la adolescencia, un tiempo de la vida en que las amistades cobran un peculiar valor porque hacen de soporte emocional en pleno crecimiento”, puntualizó Fernández. “Rodearse de gente que toma caminos saludables es más fácil para quienes eligen tomar caminos más saludables. El entorno hace a lo que elegimos, nos influencia. Los pares con los que contamos nos dan soporte o nos dejan caer”.
En otras palabras, “buenos amigos, entre tantas otras cosas, hacen a un buen vivir”, sintetizó la especialista.
La amistad es una hermandad elegida
Para explicar qué es la amistad, Jorge E. Catelli, psicoanalista Miembro Titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina y Profesor e Investigador de la UBA, recurrió a la definición de un colega: “Para un querido colega y maestro ya fallecido, Luis Kancyper, ‘la amistad es una hermandad elegida’. Toda hermandad implica una relación que involucra amores y rivalidades, competencias por el amor de un tercero que originalmente fueron los padres y a la vez las alianzas que calman y alivian, y en ese sentido, son esos aspectos fraternales que se reeditan en la amistad, los que logran relaciones de objeto exogámicas en lazos sublimatorios (que reemplazan a los consanguíneos) y que ofrecen a los sujetos en su singularidad, apaciguar sentimientos tan humanos y tremendos como los de la finitud, la soledad, la angustia y el dolor”.
Catelli explicó a Infobae que “los amigos permiten, cuando se logran establecer estos lazos y siguiendo con esta línea psicoanalítica, atravesar cuestiones narcisistas, que también dan lugar a que los sujetos salgan de un encierro endogámico y a la vez solipsista, que es fuente de alta toxicidad. Contar con estas dimensiones del otro, da lugar a múltiples despliegues de sentimientos y afectos en una posición recursiva que se retroalimenta en múltiples vías. Esa dimensión de ‘alivio’ y de estabilidad, genera una distribución psíquica de las conflictivas y padecimiento que contribuyen a un sistema simbólico ampliado, en que ‘el otro, en tanto amigo, ayuda a pensar’. El pensamiento compartido constituye un territorio simbólico en que se produce el encuentro que contribuye con el bienestar subjetivo. Es una tierra que se comparte, así como aquél origen mítico de una etimología incierta que dice que ‘amigos son aquellos que saben compartir aún las migas, de eso que tienen’”.
Y concluyó: “Es la dimensión humana de la identificación. Estar con el otro, sufrir con el otro, padecer con el otro, alegrarse con el otro, celebrar con el otro, aminora el dolor y aumenta la alegría y el placer compartido. Todas esas eficacias están apuntaladas en la complejidad de ese trabajo psíquico, llamado en psicoanálisis ‘identificación’, proceso que se inicia en el momento mismo del encuentro inaugural con el otro y continúa a lo largo de la existencia humana”.
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