Los efectos colaterales de la pandemia empiezan a salir a la luz, generando en diversos ámbitos nuevas complicaciones. En este caso, el aumento del consumo de vinos, y por consiguiente la suba en las ventas, tanto en el mercado doméstico como en los principales centros de consumo, puede verse interrumpido por un factor externo, que no tiene nada que ver ni con la producción de uvas ni con la calidad de los vinos. Una piedra más en el camino del auge de los vinos argentinos que, según los hacedores, vive sus mejores años de la historia en términos cualitativos.
Se sabe que la industria vitivinícola se desarrolla al ritmo de la economía y, además, aporta mucho valor agregado, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un producto agrícola.
Es más, no existe otro producto del campo que ostente una brecha de mil veces su valor entre el más económico ($60) y el de más alto precio ($60.000), por botella de 75cl. Sin embargo, la pandemia ha desnudado un problema estructural de la industria y es que depende fundamentalmente de dos proveedores de botellas; Cristalerías Cattorini y Verallia (Rayen Cura).
Según Milton Kuret, director de Bodegas de Argentina, una de las personas que más conoce el detrás de escena de las grandes bodegas por su trayectoria, la capacidad de producción de botellas para vino ya se encontraba al límite antes de la llegada del COVID-19. “La industria, entre 2016 y 2019, utilizó entre 800 y 900 millones de botellas por año, similar a la capacidad instalada”, afirma el funcionario. Pero en 2020, la pandemia generó nuevas ocasiones de consumo, incrementando las ventas y el volumen de demanda creció más allá del cierre de los restaurantes. La mayoría de las personas vio en el vino un aliado en casa para pasarla un poco mejor alrededor de la mesa, y darse un lujito, ya sea para compartir en familia o bien para brindar de manera virtual con amigos y otros familiares. Así se superaron los 1000 millones de botellas/año, contemplando mercado interno y externo, siendo el 25% de esos envases para exportación y el 75% restante para abastecer el mercado interno”, advierte Kuret.
Como consecuencia de este desfasaje, se agotaron los stocks y las empresas decidieron invertir, Cattorini en un nuevo horno y Verallia en una línea nueva de producción. Pero este es un proceso que lleva tiempo, y la tormenta perfecta ya se desató. Incluso se agravó, cuando el domingo 19 de septiembre, se produjo un incendio en Verallia que afectó principalmente a la línea de producción de botellas livianas del horno de gota fina, que son las de mayor volumen.
Verallia posee dos hornos más, uno intermedio (gota fina y gruesa) y el más viejo que hace gota gruesa, y que entraría en funcionamiento en el corto plazo, dentro de 14 días aproximadamente. Cabe destacar que esta empresa abastece el 40% de las botellas de vino producidas en el país, muy concentrada en la media y alta gama, y en los espumantes (95%). Además, representa la mayor concentración de vinos exportados (70% de las botellas), ya que muchas bodegas muestran preferencia por su calidad.
Muchos actores de la industria entre enólogos, bodegueros y comerciales están preocupados por esta situación, que derivará en una problemática más grave; caída en las ventas y freno al incremento del consumo de vinos. Hay que recordar que en Argentina se llegaron a beber 90 litros per cápita en los años 80, siendo el principal país consumidor de vinos del mundo, cifra que había caído hasta los 18 litros per cápita hasta justo antes del comienzo de la pandemia.
Hace un par de años que el consumo se viene recuperando a pasos sostenidos, y en la actualidad está en los 22 litros per cápita por año. Esta reciente evolución del consumo está en línea con los avances cualitativos que se vienen dando, tanto a nivel viñedos como bodegas, y que posibilitan los mejores vinos de la historia del país, según afirman los hacedores.
Sin embargo, hoy la industria vive momentos difíciles, a manos de un insumo que nada tiene que ver con la calidad del vino. Está claro que es un tema bastante complicado, mucho más de lo que hoy parece. La situación del incendio de Verallia tardará al menos dos meses en poder regularizarse. Las bodegas no tienen información oficial de cuándo el horno de gota fina volvería a producir las botellas livianas, o de cómo su afección incidirá en los pedidos pendientes, solo tienen trascendidos de los comerciales.
Ya hay bodegas de primer nivel que están faltando a sus compromisos de venta, sobre todo de vinos espumantes, con entregas parciales o suspendidas, además de los vinos dulces naturales que vienen en botella blanca transparente. Y esto comienza a originar listas de precios nuevas, con aumentos, que se suman a los provocados por el cartón. Porque en 2020 faltó cartón reciclado y eso subió los costos del principal proveedor de la industria (Cartocor), ya que se utilizó más materia prima nueva, elevando los costos del insumo. Es decir que estos aumentos que el consumidor deberá afrontar en breve, nada tienen que ver con la uva ni con la calidad del vino.
Se acerca el fin de año, y al parecer la falta de vinos se sentirá en las góndolas, mientras muchos otros llegarán con aumentos de precio.
Cuáles son las soluciones posibles
La situación es crítica para toda la industria, porque el abastecimiento de botellas se apoya fundamentalmente en dos proveedores; Verallia y Cattorini. Algunas bodegas hacen un mix, mientras otras optan por alguna de las dos, y de ahora en más todo dependerá de cómo las bodegas rediseñen su estrategia de abastecimiento de este insumo para palear la situación. Pero hay todo un proceso de evaluación previa del proveedor y del formato de las botellas, y otro por parte del productor de botellas que les dará prioridad a sus clientes más fieles. Por lo tanto, esto no implica una solución inmediata. Además, esto está afectando a la industria vitivinícola, pero también a la de conservas y aceites, porque básicamente no hay envases de vidrio.
Bodegas de Argentina le ha solicitado al Gobierno Nacional, a través del Ministerio de Agricultura y Desarrollo de la Producción, y también al gobierno de la provincia de Mendoza, que tome medidas urgentes para encontrar una rápida solución. En lo inmediato con la importación de botellas, que debería ser de la región en lo posible, porque la logística de ultramar está muy complicada y saturada. Además, la producción de vidrio en todo el mundo está en crisis por el crecimiento de la demanda en todos los países.
También los bodegueros pidieron que se eliminen los derechos de importación, agilizar los tramites a las bodegas que puedan importar botellas y garantizar los dólares para poder pagarlas.
Sin embargo, importar de la región no es tan fácil porque la Cristalería Toro de Chile; la más utilizada por las bodegas; está colapsada, como también Verallia de Chile y Brasil, por la cantidad de pedidos. Sobre todo por la demanda brasileña, ya que allí se está sufriendo una crisis energética sin precedentes a causa de las lluvias y las represas, obligándolos a importar muchas más botellas desde Argentina y Chile de lo normal.
Por otra arte, desde China se necesitarían 1500 contenedores para traer las botellas que faltas. Es decir que es un problema de logística y de tiempo, porque al menos se necesitarán tres meses hasta que lleguen las botellas. Esto desnuda la preocupación de las bodegas exportadoras con compromisos de entrega, y también en el mercado nacional. Además, estacionalmente, esta es la época de mayor demanda de vidrio.
Mientras se discute de qué lado está la pelota, las bodegas deben seguir adelante con sus compromisos, comerciales y de producción, o mejor dicho de fraccionamiento.
Cómo se están preparando las bodegas es la clave, y dependerán mucho de su estrategia de supply. Las que tienen el grueso de su producción en botellas livianas, van a tener que ampararse en sus stocks. Cabe destacar que previo a la cosecha se vacían los volúmenes para hacer lugar a la uva que vendrá y se transformará en vino. Pero las bodegas chicas suelen trabajar solo con uno o dos meses de inventario.
Los bodegueros sostienen que no deberían sentir el efecto en botella gruesa, mientras que en botella liviana (de gota fina) sí, y van a tener que evaluar pasarse a modelos lindos de gota gruesa y con eso salvar la situación. Depende mucho de la situación de cada empresa y de cómo tenga dividido su abastecimiento de botellas, el tipo y el proveedor. Ariel Ansaldo, una de las personas con mayor trayectoria en la comercialización de vinos argentinos, destaca la apuesta del reciente fallecido Jorge Falasco; creador de una de las bodegas más importantes de la Argentina; de trabajar siempre cpm Cattorini. Y por ser uno de los principales consumidores, siempre logró que se le respetaran sus demandas. “Y si bien hoy hay faltantes en muchas líneas, sobre todo en botellas blancas y de espumantes, nuestra producción no se verá paralizada”, asegura Ansaldo.
Por su parte, José Alberto Zuccardi, presidente de la Corporacion Vitivinicola Argentina (COVIAR), reconoce la gravedad de la situación en un mercado con proveedores tan concentrados, pero intenta ver la parte llena de la copa. Convencido que las crisis generan oportunidades, sabe que esto obliga a la industria a apurarse a salir con distintos formatos y packs, sobre todo para las gamas baja y media. Así, el Tetra Brik, el Bag in Box y las latas son los packs alternativos para desarrollar con más énfasis en los próximos meses. Mientras que, en exportación, quizás la alternativa sea fraccionar en destino, enviando los vinos a granel en tanques plásticos.
Y mientras la industria se acomoda para salir jugando lo mejor posible, el consumidor también deberá estar más atento y más predispuesto a probar vinos en nuevos formatos, más allá de las botellas.
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