Edward Slingerland: “Embriagarse ayudó al hombre a construir la civilización”

El filósofo estadounidense reconstruye en su libro la relación del hombre con el alcohol a través de la historia y su rol como facilitador de los vínculos sociales. Cuál es la principal diferencia en el tipo de consumo que creó los problemas de alcoholismo

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(Foto: Pixabay)
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La historia al parecer es distinta a como la enseñaron. Los nómadas se asentaron no por la necesidad de comer sino de beber… cerveza. Desde los cazadores recolectores hasta estos tiempos, el alcohol ha sido una herramienta de gran utilidad para resolver problemas: ayuda a la cooperación, a crear vínculos y a confiar en los otros, además de que, con la medida indicada, aumenta la creatividad. Básicamente, “embriagarse ayudó al hombre a construir la civilización”, sostiene Edward Slingerland.

El filósofo, autor de Drunk: How We Sipped, Danced, and Stumbled Our Way to Civilization (Borracho: cómo bebimos, bailamos y tropezamos nuestro camino hacia la civilización), conversó vía Zoom con Infobae sobre su nuevo libro, que trata sobre la relación del hombre con el alcohol a través de la historia.

Slingerland, quien se especializa en pensamiento chino y en estudios religiosos, se interesó en el tema mientras escribía un libro sobre wu wei, un concepto de la filosofía taoísta que trata sobre la no acción. Investigando, encontró un texto chino que comparaba ese estado espiritual con estar borracho.

Eso me hizo pensar en cómo las culturas han podido usar el alcohol como una tecnología para poder burlar esa paradoja en la que intentas no intentar”, dice el profesor en filosofía de la Universidad de British Columbia (Canadá).

Slingerland explica que el alcohol ayuda a bloquear la corteza prefrontal, que es una parte del cerebro ligada a la memoria y al lenguaje, que permite además tener autocontrol, disciplina. Todo esto es bueno para el hombre pero también lo limita en otros aspectos. Y embriagarse hace que se activen otras partes del cerebro que los niños tienen y los adultos no, ahí es cuando se entra en un estado más creativo y lúdico. (Este estado también lo lograron otras culturas a través de otras sustancias como los hongos alucinógenos. O también a través de rituales prolongados de baile, de ayunas o privación de sueño. Incluso se puede lograr a través de la práctica deportiva intensa).

Para desarrollarse en sociedad, el hombre, desconfiado por naturaleza, se ayudó del alcohol para poder tolerar a los extraños, a los grupos grandes, y así estar abierto a la cooperación con otros.

“Los humanos constantemente se enfrentan a estos dilemas de cooperación en los que la única forma de lograr el mejor resultado es confiar en la otra persona, pero esto te hace vulnerable porque cuando confías en alguien te expones a que te engañen o que se aprovechen de ti. Y el alcohol es una herramienta que los humanos han utilizado para evaluar a otras personas, para decidir si puedes confiar, y también para crear vínculos porque después de beber con alguien te va a gustar más, te vas a sentir más parte del grupo”, afirma.

Slingerland dice que hay registros arqueológicos que muestran que desde hace 13.000 años, incluso mucho antes, el hombre bebía cerveza. En Göbekli Tepe, el templo más antiguo del mundo construido hace uno 11.500 años en lo que hoy es Turquía, había vasijas utilizadas para fermentar bebidas. Allí se congregaban los cazadores recolectores para celebrar rituales en los que pudo haber bailes y donde seguro se emborrachaban. Estos festejos ayudaban a crear vínculos, a construir sociedad.

“Si miramos los registros arqueológicos, los humanos estaban motivados por el deseo de embriagarse y esa fue la causa por la que nos transformamos en sedentarios y empezamos a domesticar y cultivar plantas”, afirma el autor.

En su libro, el profesor de filosofía discute con lo establecido. Para él definitivamente primero fue la cerveza y luego el pan. Esto como una forma de decir que la agricultura no se originó por nuestra necesidad de comer sino de beber.

“Una cosa que me sorprendió en el proceso de investigación para escribir el libro es cuán antigua es nuestra relación con el alcohol. Yo siempre asumí, y esto generalmente es lo que nos enseñan, que el alcohol se originó como consecuencia de la agricultura”, dice.

A través de la historia, el alcohol también ha sido una herramienta útil en la diplomacia. Por ejemplo, cuando dos líderes o representantes de naciones, que podrían ser potencialmente hostiles, se reúnen para llegar a acuerdos.

Edward Slingerland.
Edward Slingerland.

“Hay una frase de la antigua cultura china, que fue recientemente descubierta por arqueólogos, que muestra la vieja relación bebida-diplomacia: el alcohol es el medio por el cual la armonía entre estados se produce”, dice.

Sin embargo, no todo es una celebración al licor y a embriagarse en el libro del filósofo estadounidense. También advierte sobre los peligros del alcohol destilado y cómo algunos rituales sociales que ayudaban a controlar los excesos se han perdido.

“Otra cosa que me sorprendió cuando investigaba fue que creí que el alcohol destilado era algo que siempre estuvo con nosotros, pero no sabía que era tan reciente. En Occidente, en Europa, no tenían alcohol destilado a gran escala hasta 1600 o 1700, que suena como algo que sucedió hace mucho, pero esta historia comenzó miles de años atrás, desde los cazadores recolectores”, dice.

Slingerland cree que el licor destilado, que puede tener una concentración de alcohol que puede llegar hasta el 40% o 50%, debería ser considerada una droga completamente distinta al ser es mucho más poderosa que la bebida fermentada.

En gran parte de nuestra historia hemos estado bebiendo cervezas que tienen dos o tres por ciento de concentración de alcohol, y la fermentación nos pone un límite natural, ya que la concentración de alcohol solo puede llegar hasta cierto porcentaje. Pero la destilación hace que se sobrepase estos límites. Lo que yo discuto en el libro es que muchos de los beneficios del alcohol viene alrededor del punto 08 de nivel de alcohol, que es básicamente lo equivalente a dos cervezas por persona o una copa y media de vino”, explica.

Otro aspecto que el académico considera peligroso es el de beber solos, en aislamiento, una práctica relativamente nueva ya que el hombre siempre lo ha hecho en grupos. Este tipo de consumo además viene acompañado con el acceso ilimitado al alcohol en las sociedades modernas. Con un llamado de teléfono, un pedido por una aplicación en el celular o la visita a una tienda abierta las 24 horas del día cualquier persona puede comprar todo el licor que quiera, algo totalmente inédito en la historia de la humanidad.

El secretario de Estado de
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, brindan con un vaso de cerveza durante un evento en Claerchens Ballhaus, en Berlín, Alemania.. John MacDougall/Pool via REUTERS

Además, tradicionalmente las culturas han ayudado a que las personas beban con moderación. Por esta razón, cuando se sacan esas salvaguardas y se reemplazan con otros tipos de tradición la bebida se puede volver peligrosa.

El consumo de alcohol siempre se daba en actividades comunales, entonces se bebía en un ritual, en una cena, en un banquete, y usualmente había reglas muy estrictas sobre cuánto debías tomar y cuándo hacerlo. Por ejemplo, en un banquete chino solo podías beber cuando alguien hacía un brindis, no estabas ahí bebiendo todo el tiempo. Eso quiere decir que la persona que hacía el brindis controlaba cuánto bebía la gente”, explica.

Según datos que ha venido analizando, durante la pandemia de coronavirus el consumo de alcohol aumentó en términos absolutos y esto vino acompañado de un aumento en el alcoholismo. Por esa esta razón enfatiza en el peligro del aislamiento: beber solos no es saludable.

No obstante, a pesar de los peligros y cómo su consumo excesivo puede tener graves consecuencias a la salud, nuestro cuerpo no ha evolucionado de una forma que rechace el alcohol.

“Básicamente la pregunta que el libro trata de responder es por qué nos gusta emborracharnos. Y la respuesta superficial es que no hace sentir bien, lo cual es cierto. Pero la verdadera pregunta es por qué nos hace sentir bien. O, en otras palabras, por qué la evolución permitió que nos haga sentir, dado lo costoso y peligroso que es. Porque la mayoría de cosas que son peligrosas para nosotros, la evolución hace que no nos gusten. Entonces tiene que haber compensaciones, funciones positivas que paguen los costos de lo que podría ser malo”, dice.

En palabras del académico, los humanos evolucionaron para beber en compañía de otras personas y entender esa función permitirá un mejor entendimiento del rol del alcohol en la vida.

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