Entre las muchas consecuencias que generó el aislamiento social producto de la pandemia, los ginecólogos han detectado cambios en el período menstrual sobre todo de mujeres jóvenes y en especial de adolescentes. Esta situación se sumó a las restricciones iniciales de la cuarentena, cuando el sistema de salud quedó restringido casi exclusivamente a los casos de COVID-19, lo que retrasó las consultas en torno de esas alteraciones, que pueden derivar en otras patologías.
La ginecóloga Silvia Bonsergent, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil, señaló, en diálogo con Infobae, que “las adolescentes están entre los grupos que más han sufrido” las restricciones de circulación, lo que les ha generado un “estrés crónico” producto de la pandemia. Esto es consecuencia del “encierro, la falta de contacto con sus pares asociado con las muchas horas que pasan frente a las pantallas y la alteración del sueño, ya que duermen menos horas”. Todo esto provoca una “alteración en el ritmo del hipotálamo que frena el ciclo menstrual”, precisó.
Si bien las consultas más comunes que se generaron tras la flexibilización de las actividades tienen que ver con la oligomenorrea (el sangrado se produce a intervalos más extensos) o amenorrea (ausencia de menstruación), Bonsergent advirtió que también hubo una “exacerbación, a causa del encierro, de los trastornos de la conducta alimentaria” sobre todo en las jóvenes con “tendencia” a la bulimia o la anorexia.
El ciclo menstrual normal varía entre 25 y 36 días y el sangrado tiene una duración que va de 3 a 7 días. Cuando la mujer se encuentra ante cambios en ese periodo o incluso ante su falta “se crea mucha angustia, ya que suele asociarse con enfermedades en pacientes que aún no han tenido relaciones sexuales o con embarazos en quienes sí han iniciado la actividad sexual”, dijo la médica.
La alteración del ciclo sueño y vigilia durante el aislamiento jugó un rol muy importante en las alteraciones del ciclo menstrual, ya que ambas funciones están coordinadas por una parte del cerebro denominada “hipotálamo” que es muy sensible a estos cambios, continuó. “Como sabemos, las y los adolescentes permanecieron “despiertos” muchas horas durante la noche frente a las pantallas de sus computadoras o sus teléfonos celulares, ya que no tenían el compromiso de levantarse temprano”, sobre todo los sectores que no tuvieron clases presenciales, recordó.
Además de los cambios relacionados a las horas de sueño se les suman “factores como la ansiedad que despertó en ellos el encierro y los trastornos en la alimentación que los acompañaron en esta pandemia. Todas estas alteraciones afectan, entre otros aspectos de la salud, al ciclo menstrual”.
El estrés, especialmente cuando se vuelve crónico, “juega un rol fundamental en el periodo, ya que lo inhibe por un mecanismo directo que se da a nivel cerebral. El aislamiento, la incertidumbre, el temor al contagio, la falta de contacto con sus pares, y la ausencia de actividad física, de viaje de egresados, de fiestas de 15 años, como la permanencia con familias disfuncionales durante la pandemia son algunos disparadores que pueden generar cambios” en la menstruación, ya sea por ausencia, trastorno en la periodicidad o la alteración del flujo.
“Esto se agravó porque los pacientes no podían consultar o no tenían acceso al sistema de salud y retrasó las consultas”, aseguró la especialista. Por eso “bajó mucho” la concurrencia a los consultorios al principio de la pandemia, en período de cuarentena. Luego cuando se habilitó el acceso a los servicios de salud, “volvió a subir”. Ahora, dijo, las jóvenes están asistiendo a los consultorios y allí se ha visto que la inquietud más frecuente es por “trastornos en el ciclo” menstrual.
Bonsergent hizo hincapié en que “es importante estar atentas a los signos de alarma que pueden hablar de un periodo menstrual fuera de lo normal” e insistió en que “algunos de estos síntomas pueden estar relacionados a alteraciones en la frecuencia, como ciclos muy seguidos, menos de 20 días, o muy distantes, más de 40 días, alteraciones en la duración, ya que hay que tener en cuenta que un ciclo normal dura entre 3 y 7 días y alteraciones en la cantidad porque durante una menstruación normal se pierden aproximadamente 80 mililitros de sangre”, precisó.
Respecto de las consecuencias que puede acarrear un flujo escaso señaló que “puede terminar en una amenorrea” o falta de ciclo menstrual. “El hecho de no menstruar durante muchos meses, como ha pasado con la población adolescente” en este período de pandemia puede derivar ”en alteraciones óseas porque la función ovárica es importante para consolidar la masa ósea y, si se deja de menstruar, esto se altera”.
Por otra parte, también se debe consultar si aparecen “coágulos, si se mancha la ropa de cama” porque el flujo es demasiado abundante, ya que esto “puede” generar una anemia a la mujer. Asociado con esto, advirtió sobre el “dolor menstrual exacerbado que a veces no se le da importancia. Se debe consultar porque ahí puede haber una patología”.
La especialista, finalmente, describió una serie de recomendaciones para que las adolescentes tengan un ciclo menstrual normal: “Llevar una alimentación balanceada, respetar las cuatro comidas diarias y darse tiempo para realizarlas, dormir al menos 8 horas diarias, restringir la cantidad de horas frente a las pantallas, hacer actividades al aire libre, utlilizar materiales ecológicos, como copa menstrual o toallitas femeninas de tela, realizar actividades que nos den placer, charlar con amigos, ayudar en las tareas domésticas”.
También destacó que a aquellas chicas que ya hayan iniciado su vida sexual el “uso constante del preservativo”.
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