Esta pandemia ha traído consigo muchos problemas de salud, aparte de la infección por el coronavirus. Los trastornos del sueño están entre los más frecuentes y deben ser atendidos, para asegurar el descanso y el buen dormir de quien los sufre.
En el caso de los niños, la dificultad respiratoria durante el sueño se va instalando lentamente y causa un ronquido al cual tanto el niño como sus convivientes se adaptan, al punto de terminar considerándolo como normal.
Pero el ronquido nunca es normal. El sueño debe ser tranquilo y silencioso. La presencia de ronquidos (alteraciones que se conocen como roncopatías) es una indicación de que el aire no pasa bien por la vía aérea; es decir, que el niño no respira bien.
Es importante saber si, además de roncar, duerme con la boca abierta o babea, o si hace pausas. Estas se conocen con el nombre de apneas nocturnas y conforman el llamado síndrome de apneas e hipoapneas obstructivas del sueño (SAHOS). Es una entidad muy importante y a la que se le debe prestar especial atención, ya que causa alteraciones en la oxigenación.
La apnea se define como la ausencia de respiración por un lapso determinado en el que el niño deja de roncar, aunque continúa realizando movimientos respiratorios fallidos. El aire no entra a la vía respiratoria en un tiempo mínimo equivalente a tres o más respiraciones de la frecuencia normal y finaliza con un ruido fuerte, el ronquido, con el que se reanuda la respiración: este el momento en el que se revela la gravedad del cuadro y es imprescindible realizar la consulta médica.
Las apneas son anormales, cualquiera sea su duración, y ocurre en el 1% de los niños de edad preescolar y escolar, sobre todo en la segunda etapa del sueño; es decir, un tiempo después que el niño se duerme y se encuentra en la etapa de sueño REM.
Desde el punto de vista cultural, se cree que roncar es un marcador de descanso profundo y no de una patología, y también se cree que, al existir una tendencia familiar al ronquido, no necesariamente indica la presencia de una alteración. Pero los niños roncadores suelen presentar despertares nocturnos, sonambulismo y, en algunas ocasiones, terrores nocturnos. En otras oportunidades, adquieren posturas cambiantes durante las horas de sueño, se reacomodan y rotan en la cama, se destapan porque presentan sudoración profusa, en especial en la cabeza, y otros pueden hacerse pis durante la noche (enuresis nocturna).
Algunos niños tienden a mantener el cuello en hipertextensión, en un intento por luchar contra alguna obstrucción generalmente causada por el agrandamiento de las adenoides o de las amígdalas. En estos casos, las apneas obstructivas suelen ser graves y alterar en gran medida la calidad de vida del pequeño.
Los niños con esta patología suelen tener dificultades para alimentarse porque les cuesta deglutir la comida, esto se traduce en un descenso de peso. Una característica especial son los rasgos faciales: la mala ventilación hace que se altere el patrón respiratorio, que desarrollen paladar ojival, en ocasiones tienen apiñamiento de dientes y, en general, suelen tener la carita “alargada”.
Es muy importante, entonces, consultar al médico ante los siguientes signos y síntomas:
- Presencia de ronquidos con respiración bucal, sobre todo en postura supina (boca arriba).
- Babeo (moja la almohada).
- Sudoración profusa nocturna.
- Despertares que no son completos, con cambios posturales.
- Hundimiento de los espacios intercostales durante la respiración, esto marca la intensidad del esfuerzo respiratorio.
- Agresividad.
- Hiperactividad.
- Falta de concentración.
- Fraccionamiento del sueño.
- Mal rendimiento escolar.
Además de la dificultad respiratoria, hay alteraciones del olfato y el sabor, lo que eventualmente causa falta de apetito y descenso de peso. En algunos casos, será necesario el tratamiento por un equipo multidisciplinario formado por especialistas en pediatría, otorrinolaringología, fonoaudiología y alergia.
Este problema no es banal, tiene implicancias en el desarrollo del niño, y es por este motivo que no se deben postergar la consulta y los controles.
* Stella Maris Cuevas, médica otorrinolaringóloga (MN 81701). Experta en olfato. Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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