Muchos expertos en COVID-19 han advertido en las últimas semanas que por un largo tiempo deberemos aprender a convivir con la enfermedad surgida en Wuhan, China hace un año y medio que ya ha infectado a más de 185 millones de personas y ha matado a 4 millones.
En este tiempo, la ciencia desarrolló en tiempo récord varias vacunas efectivas contra la enfermedad, que disminuyen los contagios y las internaciones graves. Pero también, en estos 18 meses se han probado decenas de tratamientos médicos para contrarrestar los efectos nocivos del COVID grave, con la implementación de medicamentos muy eficaces que se pueden utilizar contra el riesgo de hospitalización y, en caso de hospitalización, ayudar a curar.
Tal como lo demostró el ensayo de la OMS, hallar medicamentos antivirales efectivos fue siempre un desafío para la ciencia. La causa radica en que los virus son mucho más diversos que las bacterias, incluso en la forma en la que almacenan su información genética, algunos en forma de ADN y otros como ARN como el SARS-CoV-2. A pesar de estas dificultades, se desarrollaron en la historia de la ciencia medicamentos que tratan virus como la influenza y el VIH: algunos de estos fármacos se dirigen a los procesos de replicación viral y al ensamblaje del caparazón viral. También se identificaron objetivos farmacológicos prometedores de los coronavirus, pero desarrollar nuevos medicamentos lleva mucho tiempo y -como se vio en la pandemia- los virus mutan rápidamente, lo que podría ocasionar que cuando se desarrolla un medicamento, el virus en constante evolución pronto podría desarrollar resistencia a él.
¿Qué medicamentos se recomiendan para enfermedad leve?
“La única intervención son las terapias contra los síntomas, por lo tanto el paracetamol para la fiebre y los antiinflamatorios para el dolor musculoesquelético”, explica Gianluca Trifirò, Catedrático de Farmacología de la Universidad de Verona. Y agrega: “Los monoclonales pueden ser considerados en las primeras etapas de la infección sintomática para pacientes frágiles o de alto riesgo (diabéticos, cardíacos, personas muy ancianas) en el manejo domiciliario. Es el médico de familia quien de hecho debe identificar al sujeto a tratar y enviarlo sin demora a su hospital de referencia. Estos medicamentos se administran a través de clínicas especializadas”. Los mismos cuentan con autorización de emergencia y, al igual que las vacunas que han recibido aprobación condicional, se contempla una reevaluación de su perfil beneficio-riesgo en base a nuevos datos generados tras su comercialización.
¿Cuáles se utilizan para casos graves?
“Especialmente en aquellos pacientes que tienen la saturación crítica se ha visto que la cortisona, en particular la dexametasona, tiene una gran eficacia, lo que ha mostrado resultados excepcionales en cuanto a reducción de la mortalidad se refiere. La heparina se asocia a menudo, pero como terapia profiláctica, en pacientes que tienen neumonía y están inmovilizados. Otros fármacos con acción antiinflamatoria e inmunosupresora han demostrado su utilidad, como el tocilizumab, pero debe reservarse solo para una determinada categoría de pacientes y además de la cortisona “, explica Trifirò.
Los corticosteroides, principalmente la dexametasona -de bajo costo y fácilmente disponible- surgieron como posiblemente la intervención más importante hasta la fecha para tratar los síntomas graves del COVID-19 al reducir la inflamación. “Las personas están tomando esteroides tan pronto como entran por las puertas del departamento de emergencias, y es de esperar que la gran diferencia sea que no los veamos en absoluto en la unidad de cuidados intensivos”, apuntó Matt Morgan, un médico de cuidados intensivos en el Hospital Universitario de Gales a The BMJ. El Servicio Nacional de Salud (NHS por su nombre en inglés) de Inglaterra estimó que “se han salvado un millón de vidas a causa del COVID-19 en todo el mundo gracias a la dexametasona sola”.
En un estudio en el que participaron casi 6.500 pacientes inscritos en Recovery en el Reino Unido, se descubrió que la dexametasona reduce las muertes de pacientes ventilados en un tercio y las muertes de pacientes que reciben oxígeno en un quinto. Estos hallazgos fueron respaldados por una revisión adicional de siete ensayos del Grupo de Trabajo de Evaluación Rápida de Evidencia para Terapias COVID-19 de la OMS, que agregó que otro corticosteroide, la hidrocortisona, era tan eficaz como la dexametasona y podría usarse como alternativa.
Los anticuerpos monoclonales, por su parte, lograron cierto éxito al ayudar a la respuesta inmunitaria del cuerpo a combatir el virus. El tocilizumab es uno de esos tratamientos que se utiliza tradicionalmente para tratar la artritis reumatoidea, aunque es caro en comparación con medicamentos como la dexametasona. En el Reino Unido, el NHS recomienda el uso de tocilizumab junto con dexametasona o un fármaco similar para pacientes hospitalizados. Los datos preliminares de Recovery mostraron que tocilizumab podría salvar una vida adicional en cada 25 pacientes que recibieron el medicamento. Se descubrió que otro anticuerpo monoclonal, sarilumab, mejora los resultados, incluida la supervivencia y la dependencia del soporte de órganos en el ensayo internacional Remap-Cap.
En la misma línea, la terapia de Regeneron es parte de esta clase de tratamientos que están hechos para actuar como células inmunes y combatir infecciones. El medicamento es el resultado de un cóctel de la asociación de casirivimab y imdevimab y está diseñado para evitar que las personas infectadas desarrollen una enfermedad grave. En lugar de esperar a que el cuerpo desarrolle su propia respuesta inmunitaria protectora, imita las defensas naturales del cuerpo. Se le administró al expresidente estadounidense Donald Trump poco después de que le diagnosticaron COVID-19 y fue autorizado con urgencia en los Estados Unidos por la FDA a finales de noviembre pasado.
¿Hay otras drogas que podrían ayudar?
Es posible que lleguen cuatro (si no más) anticuerpos monoclonales contra la proteína Spike disponibles para fin de año, como la combinación de bamlanivimab y etesevimab y etesevimab de Eli Lilly y la combinación de casirivimab e imdevimab de Regeneron-Roche, que ya están autorizadas en Europa.
También regdanivimab de Celltrion y sotrovimab de GlaxoSmithKline-Vir Biotechnology, bajo revisión de EMA. Además, existen muchas expectativas de inmunosupresores que ya están en el mercado para el tratamiento de la artritis reumatoide, como baricitinib y tofacitinib.
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