Si alguna persona está sorprendida del tiempo récord (diez meses desde la identificación del SARS-CoV-2) que varios laboratorios en el mundo lograron para el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 con tecnología que usa ARN mensajero (ARNm), debería tener en cuenta que esta “nueva” tecnología se investiga desde hace 30 años.
Esta pandemia del nuevo coronavirus que ya cobró la vida de 3,7 millones de personas, ha permitido la aplicación de ARNm por primera vez en una vacuna humana. Sin embargo este éxito resonador puede abrir la puerta no ya a otras vacunas, sino a diferentes medicamentos, incluidos los tratamientos del cáncer.
La directora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de España, la doctora Lourdes Ruiz Desviat, ha repasado esas investigaciones sobre el ARNm previas al hallazgo de las vacunas. “La científica húngara Katalin Karikó en los años 90 del siglo pasado propuso la ARNm como molécula terapéutica, pero tuvo muchas dificultades para encontrar financiación para investigarlo. Finalmente, los trabajos de la bioquímica, entonces profesora en la Universidad de Pensilvania, han servido, décadas después, para el éxito alcanzado por la compañía alemana BioNTech y la estadounidense Moderna con las vacunas frente a la COVID-19”, explicó la experta.
Pfizer llevaba tiempo investigando en vacunas con tecnología de ARNm. En concreto, desde la epidemia de gripe A de 2008. “Poco después, en 2013, ante la epidemia de gripe aviar, ya fueron capaces en solo ocho días de obtener la prueba de concepto, produciendo el ARN que sintetizaba la proteína y que iba a servir para producir anticuerpos.
Ahora es cuando han podido aplicar todos esos conocimientos”, afirmó Ruiz Desviat, durante un encuentro sobre el futuro de las aplicaciones del ARN, organizado por la Fundación Ramón Areces y la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), y moderado por Enrique Viguera Mínguez, profesor de Genética de la Universidad de Málaga.
Con la plataforma terapéutica basada en ARNm, la industria farmacéutica ya está explorando el desarrollo de una vacuna universal frente a la gripe, así como de inmunizaciones contra el virus del sida (VIH), el citomegalovirus, Ébola y Zika, y contra la malaria y la tuberculosis, por mencionar algunos patógenos.
Instrucciones para la célula
El ARN mensajero contiene las instrucciones para sintetizar una proteína de forma que si hay un problema con alguna proteína en nuestro organismo puede hacer llegar la nueva “receta” a la célula. Pero no es la única pequeña molécula de la familia ARN que alberga esas habilidades terapéuticas.
“En los últimos años, ha habido un gran desarrollo de los oligonucleótidos antisentido, ARN de interferencia o aptámeros para tratar enfermedades de muy diversos tipos: desde las genéticas, para las que se desarrollaron inicialmente, al cáncer y la hiperlipidemia”. De hecho, el objetivo inicial de la biotecnológica Moderna era aprovechar el potencial de la modificación del ARNm para elaborar tratamientos genéticos, y así lo plasmó en su nombre, un acrónimo que juega con las palabras modified RNA (ModeRNA).
Aparte de las dos vacunas basadas en ARN contra la COVID-19, ya hay en uso 15 medicamentos aprobados por las agencias reguladoras europea y norteamericana y otros 30 se encuentran en diferentes fases de ensayos clínicos. “Y en el futuro vamos a ver muchas más”, destacó Ruiz Desviat. Para esta científica, el ejemplo más espectacular del éxito de los tratamientos que utilizan ARN es Spinraza, un fármaco para tratar la atrofia muscular espinal.
“Es una enfermedad letal en niños, que fallecen a los dos años. Con este fármaco no solo se evita la mortalidad, sino que estos pequeños pueden desarrollar una función motora prácticamente normal. El mercado para terapias basadas en ARN está creciendo espectacularmente”.
Vacunas personalizadas contra el cáncer
Otro de los campos más prometedores para esta plataforma tecnológica es el del tratamiento del cáncer, donde ya hay estudios clínicos en fases iniciales. La inmunoterapia (por la que se recurre al propio sistema inmunitario para acabar con las células tumorales) se ha consolidado frente a diversos tumores.
Con las vacunas basadas en ARNm el objetivo es utilizar estas moléculas para enseñar a las células inmunitarias a actuar frente a antígenos concretos de los tumores. La estrategia, como ha explicado María de la Fuente Freire, de la Unidad de Nano-Oncología del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela, puede incluso hacerse de forma personalizada, mediante técnicas de secuenciación masiva del tejido tumoral de un paciente para determinar antígenos concretos y poder así desarrollar una vacuna específica.
Puesto que “los tumores son dinámicos”, ha recordado De la Fuente, “es importante estudiarlos en tiempo real” para adaptar la inmunoterapia al momento en que está la enfermedad.
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