Mientras el mundo continúa vacunando contra el coronavirus, una nueva preocupación aflora como efecto secundario de una de las vacunas más aplicadas. Un equipo de especialistas del Reino Unido ha notificado los tres primeros casos de personas con ictus isquémicos provocados por coágulos en las arterias después de recibir la vacuna de AstraZeneca contra la COVID-19.
Los coágulos en las arterias, conocido como trombosis arterial, son la causa más común de accidentes cerebrovasculares o ictus isquémico. Este accidente cerebrovascular, que se origina cuando los coágulos de sangre se producen en las arterias que suministran sangre al cerebro, es la forma más común de ictus.
Hasta ahora, todos los casos de trombos registrados después de recibir la vacuna de Oxford habían aparecido en venas (sobre todo del cerebro), por lo que se trata de la primera vez que se ha notificado este problema de salud en personas vacunadas con el suero de AstraZeneca. Además, todos presentaban bajos niveles de plaquetas y anticuerpos contra el factor plaquetario 4 (PF4), una proteína que favorece la formación de coágulos. La información sobre los tres nuevos casos -todos ellos reportados en adultos jóvenes- se detalla hoy en una carta suscrita por una decena de médicos e investigadores y publicada en la revista Journal of Neurology Neurosurgery & Psychiatry.
En todos los casos, el ictus isquémico se asoció a obstrucciones de grandes arterias (tanto de la carótida como de la arteria cerebral media) y dos pacientes presentaron además una trombosis venosa hepática y cerebral. Los tres tenían niveles de plaquetas extremadamente bajos, anticuerpos anti-PF4 confirmados y dímero D elevado (también relacionado con la coagulación).
La primera paciente, una mujer de 30 años, experimentó un dolor intermitente en el lado derecho de la cabeza y en los ojos seis días después de recibir la vacuna. Cinco días después, se despertó somnolienta y con debilidad en la cara, el brazo y la pierna izquierdos. Se le diagnosticó una obstrucción de la arteria cerebral media derecha con infarto cerebral, y, tras ser sometida a una cirugía cerebral, fue medicada con el anticoagulante fondaparinux, pero falleció.
Doce días después de ser vacunada, la segunda paciente, de unos 30 años, presentó dolor de cabeza, confusión, debilidad en el brazo izquierdo y pérdida de visión en el lado izquierdo. Las imágenes mostraron obstrucciones en varios vasos, incluidas ambas carótidas (las arterias que suministran sangre a los hemisferios del cerebro), las que irrigan el corazón y los pulmones (embolia pulmonar) y el seno transverso izquierdo (uno de los senos venosos cerebrales). Su recuento de plaquetas aumentó tras la extracción y sustitución de plasma y los corticosteroides intravenosos. Se le administró fondaparinux y mejoró.
El tercer paciente, un hombre de unos 40 años, se presentó tres semanas después de recibir la vacuna con problemas para hablar y comprender el lenguaje (disfasia). Las imágenes mostraron un coágulo en la arteria cerebral media izquierda. Recibió una transfusión de plaquetas y plasma, y fondaparinux, y sigue estable. Para el autor principal del estudio, David Werring, del University College de Londres, los tres casos sugieren que, además de la trombosis venosa cerebral, la reacción inducida por la vacuna también puede dar lugar a coágulos que bloqueen las arterias del cerebro y causar un accidente cerebrovascular isquémico.
“Nuestras observaciones sugieren que, además de la trombosis venosa, el espectro neurológico de VITT puede incluir oclusión arterial. Los pacientes jóvenes que presenten un ictus isquémico después de recibir la vacuna deben ser evaluados urgentemente con pruebas de laboratorio (incluyendo el recuento de plaquetas, los dímeros D, el fibrinógeno y los anticuerpos anti-PF4), y tratados por un equipo multidisciplinar (hematología, neurología, ictus, neurocirugía y neurorradiología) para aplicar rápidamente tratamientos como inmunoglobulina intravenosa, metilprednisolona, plasmaféresis y anticoagulantes no heparínicos, por ejemplo fondaparinux, argatroban o anticoagulantes orales directos”, concluyeron los autores.
En un comentario publicado en la misma revista, Hugh Markus, del Departamento de Neurociencias Clínicas de la Universidad de Cambridge, cree que el estudio pone de relieve que “la coagulopatía inmunomediada también puede causar trombosis arteriales, incluido el ictus isquémico, aunque la trombosis venosa y, especialmente, la trombosis del seno venoso cerebral parecen más frecuentes”.
Y aunque recomienda estar alerta para identificar posibles casos de pacientes con trombos tras la vacunación, subraya que estos efectos secundarios “son raros, y mucho menos frecuentes que la trombosis venosa cerebral y el ictus isquémico asociados a la propia infección por COVID-19”.
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