A la mayoría de los países del mundo todavía se les hace difícil imaginar cómo será la vida después del coronavirus y cuando ya la enfermedad COVID-19 sea historia y se convierta como mucho en una gripe pasajera. Pero hay un territorio que hoy saborea las mieles de esa libertad, de esa falta de preocupación diaria por un virus que puso en jaque el sistema sanitario mundial y todavía contabiliza miles de infecciones y muertos diariamente.
La gente sin barbijo se saluda por la calle, los amigos comen juntos en restaurantes y los aficionados acuden a eventos deportivos. Con un esquema de vacunación casi completado, Gibraltar se convirtió en un “oasis” en una Europa llena de restricciones.
Este pequeño territorio británico en el extremo sur de España es uno de los primeros lugares del mundo en inmunizar a la mayoría de su población adulta contra el coronavirus, permitiendo el levantamiento de restricciones y el retorno a una vida casi normal. En esta franja de roca densamente poblada que se adentra en el mar Mediterráneo, la gente está saboreando la libertad.
“Esto es como un oasis”, asegura Rafael Cordón, un cocinero español de 63 años, que acude a diario a trabajar a este territorio británico desde el municipio español de San Roque. El pequeño trayecto diario que recorre es “como pasar de un mundo a otro”, asegura Cordón, que también ha recibido las dos dosis de la vacuna en Gibraltar como trabajador transfronterizo.
Gibraltar, con una población de 34.000 habitantes, ha vacunado completamente a alrededor del 85% de los adultos, dice su gobierno, y al 98% de los adultos mayores de 60 años. Las autoridades habían administrado más de 32.000 segundas dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech hasta el martes de la semana pasada, que incluye a algunos residentes de España que trabajan en Gibraltar.
En España, como en otras partes de Europa, el barbijo es de uso obligatorio, además de otras medidas como un toque de queda que, a este chef, le hacen sentir “como estar en un pecera, donde andas limitado y metido en agua”. En Gibraltar, desde finales de marzo los tapabocas deben llevarse únicamente en espacios públicos cerrados, tiendas y transporte público.
Gibraltar, el doble del tamaño de Central Park y dominado por una montaña conocida como The Rock, se ha embarcado en un plan para reabrir completamente la sociedad mientras se monitorean los casos de virus. El toque de queda que había antes se levantó, devolviendo la vida a los bares y restaurantes que habían reabierto con aforo limitado el 1º de marzo tras meses de cierre. Las escuelas y los negocios están abiertos, los restaurantes están dando la bienvenida a los clientes para cenar en el interior y las autoridades ahora permiten la vida nocturna.
Gran alivio
La pandemia se cobró 94 vidas en Gibraltar, la mayoría entre enero y febrero de este año, y dejó casi 4.300 contagios entre su reducida población. Pero, gracias al impulso de vacunación, no ha habido nuevas internaciones hospitalarias por COVID-19 en las últimas dos semanas en este territorio de apenas 6,8 kilómetros cuadrados dominados por un promontorio de más de 400 metros de altura conocido como “el Peñón”.
Esto permitió a Cristine Parody celebrar la Semana Santa “como se debe vivir, en familia”, con sus hijas y sus nietos, con quienes no había podido compartir la Navidad ni su 65º cumpleaños. “Fue grandioso poder tener ese roce otra vez”, dijo en la calle peatonal Main Street, llena de gente haciendo compras, la mayoría sin tapabocas.
Bautizada como “Operación Libertad”, la campaña de vacunación de Gibraltar permitió inmunizar con dos dosis a un 85% de su población desde comienzos de enero. Incluso han inyectado la primera dosis a casi la mitad de los 15.000 trabajadores fronterizos que acuden diariamente desde España a Gibraltar.
“Es un gran alivio”, aseguró la ministra gibraltareña de Sanidad, Samantha Sacramento, desde su oficina en lo más alto del único hospital del territorio, con unas vistas magníficas del muelle. Sacramento atribuye el éxito de la vacunación al reducido tamaño del territorio y al constante suministro desde el Reino Unido de los fármacos de Pfizer y AstraZeneca.
“Durante las primeras semanas estábamos vacunando siete días a la semana. Funcionábamos como una cinta transportadora”, dijo la única mujer en el gobierno de este territorio.
Vacunación en la galería comercial
El personal sanitario de primera línea y los residentes y trabajadores en geriátricos fueron los primeros en recibir la inyección. Después se instaló un centro de vacunación en una galería comercial para la población general. Un día laborable de esta semana un flujo continuo de ciudadanos acudía a su cita en este centro.
En apenas 20 minutos, se tomaba la temperatura, se chequeaban sus datos y recibían la inyección en las 14 estaciones habilitadas. Cuando ya se han recibido las dos dosis, los gibraltareños reciben una cartilla de vacunación que les permite entrar a grandes eventos o viajar.
Recientemente, el estadio Victoria recibió 600 personas inmunizadas para presenciar el partido clasificatorio para el Mundial contra Países Bajos y en marzo 500 espectadores vieron en directo un combate de boxeo. Para ambos eventos, los asistentes tuvieron que dar negativo en un test realizado previamente, durante la víspera.
La relajación de restricciones se nota también en populares puntos de encuentro como el Ocean Village Marina o el Irish Town, donde los clientes vuelven a brindar con pintas de cerveza.
El ministro principal de Gibraltar eliminó el 16 de abril el límite de reuniones de 16 personas. Tampoco hoy se restringe el número de comensales en los restaurantes. Asimismo, Gino Jiménez, director de una asociación de restauradores, pide que vuelva la música en directo en bares y restaurantes ahora que las infecciones están “muy controladas”.
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