Dado su escaso tiempo de vida, de alrededor de 14 días, el coronavirus SARS-CoV-2 tiene una sola misión que cumplir cada vez que contagia. Y esa es la de sobrevivir. Busca hacerlo infectando a organismos sanos donde se replica millones de veces en sus células.
Más de un año después de la aparición del coronavirus SARS-CoV-2 en el mundo, el virus ha ido adquiriendo mutaciones aleatorias menores desde que saltó de los animales a los humanos. Estas mutaciones generalmente toman la forma de errores tipográficos de una sola letra en el código genético viral o inserciones de tramos más largos.
Pero durante el proceso de copia es frecuente que aparezcan errores que, si bien muchas veces no tienen ningún efecto, en ocasiones producen cambios como en alguno de los aminoácidos que componen las proteínas del virus. Así, la estructura tridimensional de estas macromoléculas se puede ver alterada, y con ella las propiedades del virus, tornándolo más virulento, agresivo, débil o de mayor contagio.
Científicos británicos publicaron ayer un estudio en donde comprobaron que la variante inglesa del COVID-19 no es solo más contagiosa sino que también es 64% más mortal que el coronavirus clásico.
La investigación, que confirma las primeras estimaciones de enero, explica que el virus es entre un 30% y un 100% más letal que las variantes dominantes anteriores. Entre 1000 casos detectados, la variante inglesa provoca 4,1 muertes frente a 2,5 para el coronavirus clásico, concluyen los autores del trabajo publicado en la revista médica British Medical Journal (BMJ). “Hay una probabilidad alta de que el riesgo de mortalidad aumente con una infección con esa variante”, escribieron los investigadores de las Universidades de Exeter y de Bristol.
El estudio que comparó las tasas de muerte entre las personas en Gran Bretaña infectadas con la nueva variante del SARS-CoV-2, conocida como B.1.1.7, con las infectadas con otras variantes del virus que causa el COVID-19. Los científicos dijeron que la nueva variante tiene una tasa de mortalidad “significativamente mayor”.
En enero, el NERVTAG, grupo que asesora al gobierno británico, dio cuenta de una “posibilidad realista” de que esta variante tuviera una mortalidad más elevada. El grupo estimaba que su letalidad (riesgo de muerte entre las personas infectadas) podía ser entre 30 y 40% superior, apoyándose en varios estudios, como el que fue validado este miércoles al ser publicado en el BMJ. Sus autores se basaron en los datos de 110.000 personas que dieron positivo fuera del hospital entre octubre y enero.
La mitad había sido infectada por el coronavirus clásico y la otra por la variante inglesa (llamada VOC 202012/01 o B.1.1.7). El estudio concluyó que el segundo podía ser un 64% más mortal. “Estos datos refuerzan la importancia de que la gente se vacune”, enfatizó Simon Clarke, profesor de la Universidad de Reading, citado por el organismo británico Science Media Centre y que no participó en el estudio.
La variante B.1.1.7 se detectó por primera vez en Gran Bretaña en septiembre de 2020 y desde entonces también se ha encontrado en más de 100 países más. Tiene 23 mutaciones en su código genético, un número relativamente alto, y algunas de ellas han hecho que se propague mucho más fácilmente. La infección con la nueva variante provocó 227 muertes en una muestra de 54.906 pacientes con COVID-19, en comparación con 141 entre el mismo número de pacientes infectados con otras variantes.
“Junto con su capacidad de propagarse rápidamente, esto hace que B.1.1.7 sea una amenaza que debe tomarse en serio”, dijo Robert Challen, investigador de la Universidad de Exeter que codirigió la investigación.
Lawrence Young, virólogo y profesor de oncología molecular en la Universidad de Warwick , dijo que los mecanismos precisos detrás de la mayor tasa de muerte de la variante B.1.1.7 aún no estaban claros, pero “podrían estar relacionados con niveles más altos de replicación del virus, así como mayor transmisibilidad”. Y advirtió que la variante del Reino Unido probablemente estaba impulsando un aumento reciente de infecciones en Europa.
Actualmente hay tres variantes principales conocidas que preocupan a los científicos: la sudafricana, conocida por los científicos como 20I/501Y.V2 o B.1.351; la británica o de Kent, oficialmente 20I/501Y.V1 o B.1.1.7; y la brasileña, denominada P.1.
“La variante de Kent va a barrer el mundo, con toda probabilidad. Lo preocupante de esto es que la variante 1.1.7. que hemos tenido circulando está empezando a mutar de nuevo y a obtener nuevas mutaciones que podrían afectar a la forma en que manejamos el virus en términos de inmunidad y eficacia de las vacunas”, declaró días atrás a la prensa la jefa del programa de vigilancia genética del Reino Unido, Sharon Peacock, quien se desempeña como directora del consorcio COVID-19 Genomics UK.
Entre sus características, la variante británica tiene una proteína de “pico” mutada en el exterior que lo hace mejor para invadir el cuerpo. Y de acuerdo a un estudio científico llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Birmingham y el organismo gubernamental Salud Pública de Inglaterra o Public Health England en inglés, también es un 70% más contagiosa que la original porque se replica en la garganta.
En otro estudio, publicado en MedRxiv y que aún no ha sido revisado por pares, se advierte: “Claramente, las cargas virales más altas inferidas de las muestras de la nueva variante, indicada con un objetivo del gen S viral indetectable podrían determinar la infecciosidad de los sujetos y, por lo tanto, la capacidad del virus para transmitir en adelante”.
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