La pérdida repentina del olfato o su disminución es uno de los síntomas más comunes de COVID-19, la enfermedad originada por el coronavirus SARS-CoV-2 que desde marzo del 2020 se transformó en pandemia.
En estos meses de circulación viral, los médicos han estudiado el alcance de esta pérdida olfativa, su manifestación y la posterior restitución como función biológica clave para el ser humano. Ahora, un estudio reciente publicado en el Journal of Internal Medicine ha examinado su prevalencia y recuperación en pacientes con diversos grados de gravedad de COVID-19.
En el reciente estudio, que abarcó a 2581 pacientes de 18 hospitales europeos, la prevalencia de disfunción olfativa informada por los pacientes fue del 85,9% en los casos leves de COVID-19, del 4,5% en los casos moderados y del 6,9% en los casos graves a críticos. La duración media de la disfunción olfativa informada por los pacientes fue de 21,6 días, pero casi una cuarta parte de los pacientes afectados informaron que no recuperaron el sentido del olfato 60 días después de perderlo.
Las evaluaciones clínicas objetivas identificaron disfunción olfativa en el 54,7% de los casos leves de COVID-19 y el 36,6% de los casos moderados a críticos de COVID-19. A los 60 días y 6 meses, el 15,3% y el 4,7% de estos pacientes no recuperaron objetivamente el sentido del olfato, respectivamente.
Los investigadores, explicaron que desde el 22 de marzo al 3 de junio de 2020, se identificaron pacientes ambulatorios y hospitalizados con diagnóstico de COVID-19 confirmado por laboratorio (hisopos nasales-RT-PCR) en 18 hospitales europeos. La definición de pacientes leves, moderados, graves y críticos se basó en la puntuación de gravedad de la enfermedad COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los datos epidemiológicos (sexo, edad, etnia) y clínicos (comorbilidades y síntomas) se recogieron con un cuestionario online estandarizado al final de la enfermedad (definido como resolución general de síntomas) o al alta hospitalaria.
“La disfunción olfativa es más frecuente en las formas leves de COVID-19 que en las formas moderadas a críticas, y el 95% de los pacientes recuperan su sentido del olfato 6 meses después de la infección”, explicó el autor principal de la investigación, el doctor Jerome R. Lechien, de la Universidad París Saclay.
Las personas con COVID‐19 moderado tenían “signos clínicos de neumonía”, según el estudio, como tos, fiebre y dificultad para respirar. Aquellos con casos críticos de la enfermedad sufrían dificultades respiratorias severas y tenían más probabilidades de ser mayores y tener hipertensión, diabetes, trastornos gástricos, renales, respiratorios, cardíacos, hepáticos y neurológicos. La investigación encontró una tasa más alta de disfunción olfativa en pacientes más jóvenes en comparación con los mayores, “pero la asociación necesita más análisis”, dijeron los científicos a cargo de la misma.
Según los expertos a cargo de la investigación, la misma tiene varias fortalezas y limitaciones. “La principal fortaleza es el elevado número de pacientes incluidos, lo que permite confirmar la mayor prevalencia de disfunción olfativa (DO) en pacientes leves sobre moderados a críticos. Los datos recopilados en esta gran cohorte nos permitieron evaluar la tasa de recuperación subjetiva y objetiva del sentido del olfato a los 2 meses”, explicaron y agregaron que “las principales limitaciones son la falta de examen clínico olfatorio o de imágenes al inicio de la enfermedad para evaluar la hendidura olfatoria y el bulbo olfatorio”.
“Estas observaciones podrían proporcionar información útil para comprender mejor los mecanismos fisiopatológicos subyacentes al desarrollo de la anosmia. Además, las evaluaciones del gusto informaron tasas bajas de disfunción en pacientes hospitalizados. Muchos pacientes de grave a crítico tenían sonda de alimentación nasogástrica, que, además del retraso para evaluar la función del gusto, puede sesgar la evaluación de la disfunción del gusto”, puntualizaron.
“Otra limitación está relacionada con el retraso (2 a 3 semanas) entre el inicio de la disfunción olfativa y la realización de las evaluaciones olfativas. Este retraso fue particularmente prolongado en pacientes hospitalizados que debían poder someterse a evaluaciones olfativas. Aunque esta posibilidad no está respaldada por los síntomas informados por el paciente, el retraso entre el inicio de los síntomas y la prueba olfativa objetiva puede subestimar la incidencia de disfunción olfativa.
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