Ha habido un número creciente de informes que vinculan el sobrevivir al COVID-19 y desarrollar problemas de salud mental a la par, en los últimos meses. Ahora, existen algunos números para respaldar esos informes que destacan como los más frecuentes los trastornos de ansiedad, el insomnio y la demencia
Un nuevo estudio, publicado en The Lancet Psychiatry, descubrió que casi una de cada cinco personas que han tenido COVID-19 son diagnosticadas con una enfermedad mental dentro de los tres meses posteriores a la prueba positiva. Las consecuencias adversas del COVID-19 en esta área, incluidas la ansiedad y la depresión, se han predicho ampliamente, pero aún no se habían medido con precisión. Existe una variedad de factores de riesgo para la salud física de COVID-19, pero no se tenían muchos datos concretos sobre si también existen los de riesgo psiquiátricos.
En este estudio de cohorte de la red de historia clínica electrónica que utilizó datos de 69 millones de personas, 62.354 de las cuales tenían un diagnóstico de COVID-19, evaluó si un diagnóstico de COVID-19 (en comparación con otros eventos de salud) se asoció con mayores tasas de diagnósticos psiquiátricos, y si los pacientes con antecedentes de enfermedad psiquiátrica tienen un mayor riesgo de ser diagnosticados con coronavirus.
Contar mentes
Los investigadores de la Universidad de Oxford y el Centro de Investigación Biomédica de Salud de Oxford del NIHR recopilaron los registros de salud electrónicos de 70 millones de pacientes en los EEUU, incluidos algo más de 60 mil que habían sido diagnosticados con COVID-19 del 20 de enero al 1 de abril, pero que no necesitaban ser hospitalizados. Descubrieron que al 18% de los pacientes se les diagnosticó un problema de salud mental en los 14 a 90 días posteriores al diagnóstico de COVID-19.
Para ver cómo diferenciar a los pacientes con COVID-19 con los que sufren otros problemas, el equipo comparó los datos con otras seis afecciones (incluidas la gripe y las fracturas) durante el mismo período. Descubrieron que la probabilidad de que un paciente con COVID-19 fuera diagnosticado con un problema de salud mental por primera vez era el doble que en aquellos con otras afecciones. Los trastornos de ansiedad, el insomnio y la demencia fueron los diagnósticos más comunes. Además, las personas con una condición de salud mental preexistente, específicamente trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno bipolar, depresión o esquizofrenia, tenían un 65% más de probabilidades de ser diagnosticadas con COVID-19.
En general, los estudios que investigan las consecuencias psiquiátricas de COVID-19 no tenían una condición de control, consistían principalmente en encuestas y utilizaban síntomas autoinformados (en lugar de diagnósticos) como resultado. Hasta donde se sabe, ningún estudio ha evaluado el riesgo de desarrollar secuelas psiquiátricas a lo largo del tiempo y solo existe evidencia anecdótica del riesgo de demencia como consecuencia potencial del COVID-19.
En términos de factores de riesgo psiquiátricos para COVID-19, los especialistas identificaron dos estudios de casos y controles. Uno investigó los factores de riesgo de ingreso al hospital con (en lugar de diagnóstico de) COVID-19. El otro utilizó datos históricos (no adquiridos durante el mismo período que el coronavirus) como grupo de control. Con ellos solo se pudieron estimar los ratios en lugar de los riesgos relativos o absolutos. Además, en ambos informes, los controles no coincidieron correctamente con los casos. Otras encuestas (como la Collate de Australia y el Estudio Longitudinal de Hogares del Reino Unido) han investigado los desafíos de salud mental resultantes de la pandemia en lugar de la enfermedad COVID-19.
Un paso hacia entender los trastornos
Este es el primer conjunto de datos que permite medir de manera confiable las secuelas psiquiátricas y los antecedentes de COVID-19 en términos de diagnósticos clínicos. Las cohortes de estudio son sustancialmente más grandes que los informes anteriores, y producen estimaciones más precisas y representativas de efectos incluso pequeños pero importantes, como la incidencia de demencia. El documento utiliza el emparejamiento de puntajes de propensión para controlar muchas variables, incluidos los factores de riesgo físicos establecidos para COVID-19 y para la enfermedad más grave, y utiliza datos del mundo real a gran escala, lo que proporciona hallazgos clínicamente más relevantes.
Usaron datos de tiempo transcurrido hasta el evento para el análisis de las secuelas psiquiátricas, proporcionando así evidencia de su evolución temporal. Sus hallazgos muestran que los sobrevivientes de COVID-19 tienen tasas significativamente más altas de diagnósticos psiquiátricos y los antecedentes en este sentido son un factor de riesgo potencial para ser diagnosticados con COVID-19, independientemente de los de riesgo físicos conocidos. “Hace meses que se nos advierte sobre un tsunami de problemas de salud mental debido a la pandemia. Sabemos por pandemias anteriores que las dificultades en este sentido generalmente permanecen en los sobrevivientes, y este estudio muestra el mismo patrón después de experimentar la enfermedad de COVID-19, por lo que no es inesperado”, explicó el profesor Til Wykes, vicedecano de Psicología y Ciencias de Sistemas del King’s College de Londres.
De cualquier manera, “debemos prepararnos para más problemas de salud mental en la sociedad en los próximos meses y años. Esta es claramente la punta de un iceberg. Necesitamos desarrollar tantas formas diferentes y accesibles de apoyo para la salud mental como sea posible”, precisó Wykes.
Los sobrevivientes de COVID-19 parecen tener un mayor riesgo de secuelas psiquiátricas, y un diagnóstico psiquiátrico podría ser un factor de riesgo independiente para COVID-19. Aunque preliminares, los hallazgos tienen implicaciones para los servicios clínicos.
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