Uno de los últimos estudios científicos de relevancia sobre el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad COVID-19 revela que las personas que tienen alteraciones en genes relacionados con el sistema inmunitario presentan un riesgo más alto de sufrir formas graves de COVID-19, al destacar las variantes genéticas relacionadas con el desarrollo de enfermedades potencialmente mortales en pacientes con coronavirus.
El estudio, que involucró a 2244 pacientes de Reino Unido y fue publicado en la prestigiosa revista Nature, ayuda a los científicos y médicos para elaborar nuevas estrategias en los tratamientos en personas con COVID-19 grave y sugieren que algunos fármacos ya existentes que podrían ser útiles para tratar a estos pacientes críticos. Pero fundamentalmente, la investigación busca desentrañar uno de los grandes misterios de esta pandemia: por qué el coronavirus afecta de manera tan diferente a distintas personas, con cuadros que van desde la infección asintomática hasta la muerte.
“Este es un artículo increíblemente interesante que aclara por qué algunas personas tienen un mayor riesgo de que una infección leve se convierta en una enfermedad potencialmente mortal. Es interesante que al menos uno de los genes SNP (polimorfismos de un solo nucleótido, la mutación genética que están explorando) a los que se hace referencia aquí es más común en personas de origen indio y africano, lo que concuerda con la observación de que las personas de estos grupos étnicos tienen un mayor riesgo de tener un mal resultado por COVID-19”, explicó el doctor David Strain, profesor clínico senior de la Universidad de Exeter y presidente del Comité de Personal Académico Médico de la Asociación Médica Británica, que analizó el paper difundido.
“Sin embargo, una de las principales limitaciones de este estudio es que intentaron excluir a las personas que previamente habían dado positivo por coronavirus. Idealmente, para diferenciar entre aquellos con susceptibilidad a una enfermedad grave, todos los controles también habrían estado expuestos al Coronavirus, y estaríamos comparando a los que dieron positivo pero solo tenían una enfermedad leve con los que fueron hospitalizados. Actualmente, las implicaciones de esto son limitadas. Estos datos son útiles para predecir aquellos que están en riesgo, sin embargo, la mayoría de nosotros no sabemos cómo son nuestros genes. En un futuro próximo, sin embargo, el interés adicional puede surgir de una mayor comprensión de lo que hacen estos genes. El conocimiento de lo que hacen puede generar mayores oportunidades para desarrollar tratamientos futuros. Por ejemplo, el gen TYK2 está asociado con las respuestas inflamatorias que se sabe que causan la ‘tormenta de citocinas’ que es responsable de la muerte de los pacientes más jóvenes que contraen esta afección, agregó el experto.
“El otro área de interés es la asociación entre un predictor genético de adiposidad (obesidad) y malos resultados. Esto sugiere que la asociación puede ser de origen genético, por lo que las medidas de estilo de vida para abordar la obesidad pueden no ser beneficiosas si esto representa una predisposición más que un efecto de la obesidad en sí. Los propios autores destacan los sesgos en las poblaciones que inscribieron en el estudio y sus comparadores, sin embargo, esta es una consideración importante en el futuro”, remarcó Strain.
Funciones del sistema inmunitario
La clave de la investigación en la que han participado 208 unidades de cuidados intensivos del Reino Unido -más del 95% de las del país-, reside al analizar por lo menos dos funciones del sistema inmunitario de nuestro cuerpo. Por un lado, la defensa contra las infecciones víricas, que tiene un papel protector importante en las fases iniciales de la COVID-19. Y por otro, las reacciones de inflamación, que agravan la enfermedad en fases más avanzadas.
“La genética influye en la probabilidad de sufrir COVID grave”, precisó Erola Pairó-Castiñeira, bióloga computacional barcelonesa que trabaja actualmente en la Universidad de Edimburgo y primera autora de la investigación y que comparó los genomas de pacientes críticos con genomas de la población general. Esto permitió identificar siete genes que presentan diferencias entre los dos grupos. Cuatro de estos genes (llamados IFNAR2, OAS1, OAS2 y OAS3) son importantes en la primera fase de la enfermedad, que se caracteriza por un rápido aumento de la cantidad de virus en el organismo.
Los expertos explicaron que las alteraciones halladas en el gen IFNAR2 reducen la actividad de los interferones, un grupo de proteínas que intervienen en la respuesta inicial contra los virus. El descubrimiento sugiere que un tratamiento con interferón, si se administra al principio de la infección, podría ser eficaz para evitar que la COVID-19 progrese hacia cuadros graves. Incluso hay fármacos experimentales que pueden actuar sobre las proteínas producidas por los genes OAS, apuntan los autores de la investigación en Nature.
Los otros tres genes que fueron identificados (TYK2, CCR2 y DPP9) se presentan en fases avanzadas de la enfermedad, que se caracterizan por una reacción inflamatoria excesiva que daña el propio organismo. Hay drogas desarrolladas para la artritis reumatoide que actúan sobre la actividad de los genes TYK2 y CCR2, como el baricitinib, ya se ha ensayado en combinación con el antiviral remdesivir para tratar a pacientes graves con COVID. Según los resultados presentados la semana pasada en The New England Journal of Medicine, la mortalidad fue un 35% más baja entre los pacientes que recibieron los dos fármacos que entre los que solo recibieron remdesivir. Entre los supervivientes, el tiempo desde el inicio del tratamiento hasta la recuperación se redujo de 18 a 10 días con la combinación de los dos fármacos.
Según las estadísticas, menos del 3% de las personas que sufren complicaciones graves por COCVID-19 tiene alguna de estas alteraciones genéticas. “Esta investigación es relevante para todas las personas con COVID-19 grave porque revela los mecanismos moleculares que llevan a las complicaciones. Tenemos la esperanza de que esta comprensión nos ayudará a encontrar fármacos para tratar a todos los pacientes críticos”, concluyó Kenneth Baillie, director del trabajo, de la Universidad de Edimburgo.
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