La vitamina D emergió con potencia inusitada durante la pandemia en una serie de informes que aparecieron en cadena en al menos tres de los más importantes medios científicos del mundo, todos ellos advirtiendo sobre el valor y las consecuencias de su presencia o no en los pacientes con COVID-19. Su deficiencia está asociada con reacciones inflamatorias y disfunción inmune por lo que predispone a los individuos a infecciones severas.
¿Qué es la vitamina D? Esta vitamina produce efectos antivirales por mecanismos tanto directos como indirectos, mientras que su deficiencia puede aumentar la probabilidad de infección por virus como el retrovirus, la hepatitis y el dengue. Esta vitamina ayuda además al metabolismo óseo, la autorregulación del calcio y las funciones del sistema inmune.
Lo cierto es que la vitamina D es única porque se puede producir en la piel a partir de la exposición a la luz solar. Existe en dos formas: se obtiene de la irradiación UV y de algunos alimentos. La luz UVB del sol incide en la piel y los seres humanos sintetizan vitamina D3, por lo que es la forma más “natural”. Los seres humanos no producen vitamina D2, y la mayoría de los pescados ricos en aceite como el salmón, la caballa y el arenque contienen vitamina D3.
La deficiencia de vitamina D puede resultar del consumo de una dieta no equilibrada, aunada a una inadecuada exposición solar; también puede ocurrir por desórdenes que limiten su absorción o condiciones que limiten la conversión de vitamina D en metabolitos activos, tales como alteraciones en hígado o riñón, o raramente por algunos desórdenes hereditarios.
Pero, ¿es suficiente la evidencia que existe para asociarla como una herramienta esencial? Un estudio realizado por el Women’s Health Initiative Trial reveló que la suplementación de Vitamina D no tuvo un efecto estadísticamente significativo sobre las tasas de mortalidad, pero los hallazgos apoyan la posibilidad de que estos suplementos puedan reducir las tasas de mortalidad en mujeres posmenopáusicas. Estos datos no pueden respaldar ni refutar las recomendaciones de suplementos de vitamina D en dosis más altas para reducir el cáncer o la mortalidad total.
Otros estudio reveló que una concentración baja de vitamina D estaba vinculada a la aparición de diabetes. Sin embargo, después se realizó un estudio de 2.400 personas con pre diabetes y no se halló ninguna relación entre la vitamina D y la enfermedad. Lo mismo sucedió con una investigación que demostraba que una concentración baja de vitamina D tenía una relación directa con las caídas, pero otro estudio no halló dicha relación sino que aseguró directamente que el ejercicio sí evitaba las caídas.
En este sentido, la evidencia sugiere que su presencia es un beneficio para el organismo pero que en muchas ocasiones no es suficiente la evidencia para relacionar directamente a la vitamina D ya que los estudios aleatorizados no suelen ser tan concluyentes como las investigaciones observacionales.
El puntapié de la pandemia
En el contexto actual, la vitamina D está relacionada directamente con el COVID-19. De hecho, en marzo, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Turín proponía que la vitamina D ciertamente no es una cura, sino una herramienta para reducir los factores de riesgo y que, por ende, incorporarla para combatir la pandemia de coronavirus podría ser clave.
Otra investigación llevada a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston de los Estados Unidos, determinó que obtener vitamina D está relacionado con un menor riesgo de sufrir infecciones graves por coronavirus y padecer síntomas graves como confusión, pérdida del conocimiento, dificultad para respirar y muerte. Las personas que incorporan suficiente vitamina D tienen un riesgo 52 por ciento menor de morir de COVID-19 que aquellos que tienen deficiencia de la ‘vitamina del sol’, revelaron.
Otro estudio reveló que la falta de vitamina D podría ser un factor en común entre las personas con un cuadro más grave de coronavirus que requieren hospitalización. Así lo confirmó una nueva investigación publicada en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism de la Endocrine Society. La investigación encontró que el 80% de los pacientes con coronavirus en un hospital español tenía deficiencia de la vitamina del sol.
Pero ¿cómo incorporar la vitamina D de forma natural? Algunos de los alimentos que se pueden ingerir para obtener esta vitamina son el pescado (salmón, bacalao, sardinas), los lácteos y cereales, entre otros. La ingesta de estas comidas forman un compuesto denominado colecalciferol que se transfiere al hígado para convertirse en vitamina D activa. De aquí deriva la relación entre la carencia de vitamina D y un aumento de grasa corporal, ya que la falta de esta vitamina cambia la forma de procesar los nutrientes. En vez de utilizar los alimentos como energía, la carencia de vitamina D activa una enzima que almacena la comida en células grasas, generando -en consecuencia- un aumento de peso.
La forma más fácil de obtenerla, sin embargo, es mediante la exposición al sol de 5 a 10 minutos, ya que es vital para fomentar su producción natural en el cuerpo, pero es importante equilibrar esta exposición para no dañar la piel.
La vitamina D que se ingiere se incorpora a los quilomicrones, que se absorben en el sistema linfático y entran en la sangre venosa. Sin vitamina D, sólo se absorbe del 10 al 15% del calcio de la dieta y alrededor del 60% del fósforo. La suficiencia de este nutriente mejora la absorción de calcio y fósforo en un 30 a 40% y 80%, respectivamente. El receptor de vitamina D (VDR) está presente en la mayoría de los tejidos y células del cuerpo.
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