La vitamina D se ha convertido en una de las estrellas de la documentación médica en torno del coronavirus. Su presencia o carencia se analiza en una serie de informes que aparecieron en cadena en al menos tres de los más importantes medios científicos del mundo, todos ellos, advirtiendo el valor y consecuencias de portarla o no en los pacientes. Su deficiencia está asociada con reacciones inflamatorias y disfunción inmune por lo que predispone a los individuos a infecciones severas.
Un equipo liderado por el especialista José L Hernández del Departamento de Medicina Interna de la Universidad de Cantabria en Santander, España acaba de publicar un nuevo documento que revela que hay varias líneas de evidencia que podrían respaldar el papel vital en la dimensión de la presencia de la vitamina D en los sujetos que experimentan una infección por SARS-CoV-2. En primer lugar, la deficiencia de vitamina D es una afección común en todo el mundo, y los niveles séricos de 25-hidroxivitamina D (25OHD) siguen un patrón estacional y geográfico bien conocido.
Así, España, epicentro del estudio de estos profesionales, ubicada en zonas templadas del hemisferio norte, pero con una mayor prevalencia de déficit de vitamina D ha alcanzado tasas muy elevadas de infección y letalidad por SARS-CoV-2. En segundo lugar, la vitamina D es una hormona esteroidea implicada en la modulación del sistema inmunológico innato y adquirido y también en la producción de péptidos antimicrobianos, como la catelicidina y la beta-defensina-2 humana, así como en la expresión de genes implicados en la destrucción intracelular de patógenos. En tercer lugar, los niveles séricos bajos de 25OHD se encuentran con frecuencia en personas de edad avanzada o en individuos con afecciones crónicas, como hipertensión, diabetes, cáncer o enfermedades cardiovasculares, que también se han informado como factores de mal pronóstico para COVID-19.
Finalmente, la regulación a la baja de ECA2 por el SARS-CoV-2 conduce a una desregulación del sistema renina-angiotensina (RAS) que contribuye a la “tormenta de citocinas” que precede al síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) característico de la forma grave de COVID-19. En este sentido, la vitamina D puede inhibir la producción de citocinas proinflamatorias en monocitos/macrófagos humanos y la deficiencia crónica de vitamina D puede inducir la activación de RAS, lo que lleva a la producción de factores fibróticos y por lo tanto, daño pulmonar.
Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, el objetivo que se plantearon los profesionales fue evaluar los niveles séricos de 25OHD en pacientes hospitalizados con COVID-19 en comparación con controles basados en la población. Además, también se analizó la posible asociación entre las concentraciones séricas de 25OHD y la gravedad y mortalidad de COVID-19.
La D en el campo
El papel del estado de la vitamina D en los pacientes con COVID-19 es un tema de debate. Esta vitamina produce efectos antivirales por mecanismos tanto directos como indirectos. Mientras que su deficiencia puede aumentar la probabilidad de infección por virus como el retrovirus, la hepatitis y el dengue. Esta vitamina ayuda además al metabolismo óseo, la autorregulación del calcio y las funciones del sistema inmune. Otro informe de la prestigiosa revista científica JAMA ha descubierto que el tratamiento con vitamina D reduce la incidencia de infecciones virales del tracto respiratorio, especialmente en pacientes con deficiencia de este compuesto. Aunque el grupo de especialistas de la Universidad de Chicago que estuvo a cargo de la investigación, dice “desconocer si la vitamina D está asociada con la incidencia de la enfermedad por coronavirus”. Aún así, su conclusión indicó que “el estado de vitamina D probablemente deficiente se asoció con un mayor riesgo de COVID-19”.
Según los datos obtenidos en los profesionales de la Universidad de Cantabria, los valores de 25OHD fueron más bajos en hombres que en mujeres. Se encontró deficiencia de vitamina D en el 82,2% de los casos de COVID-19 y en el 47,2% de los controles poblacionales.
Los pacientes con COVID-19 deficientes en vitamina D tuvieron una mayor prevalencia de hipertensión y enfermedades cardiovasculares, niveles elevados de ferritina y troponina séricas, así como una estancia hospitalaria más prolongada que aquellos con niveles séricos de 25OHD. Aún así, los profesionales no encontraron una relación causal entre la deficiencia de vitamina D y la gravedad de COVID-19 como criterio de valoración combinado o como componentes separados.
“Hemos descubierto que los niveles séricos de 25OHD son significativamente más bajos en los pacientes hospitalizados con COVID-19 en comparación con los controles poblacionales de edad y sexo similares y que estas diferencias siguen siendo significativas incluso una vez ajustadas por los principales factores de confusión. Estos niveles fueron especialmente más bajos en el grupo de hombres con COVID-19”, sentenciaron los especialistas. A pesar de la alta frecuencia de deficiencia de vitamina D en pacientes hospitalizados por COVID-19, no pudieron encontrar una asociación entre los niveles circulantes de 25OHD y la gravedad de la infección por SARS-CoV-2.
La trascendencia vitamínica
La vitamina D es una hormona con un papel pleiotrópico y existe evidencia convincente de una asociación epidemiológica entre niveles bajos de 25OHD en suero e infecciones humanas como la influenza, el VIH y la infección por el virus de la hepatitis C. La interacción entre la vitamina D y la infección viral es un área de creciente interés, y la interacción con el huésped y factores virales, efectos inmunomoduladores, inducción de autofagia y apoptosis, e incluso factores genéticos y epigenéticos se han reportado como efectos antivirales de esta hormona.
En este escenario, la pandemia se ha extendido rápidamente en el invierno con extrema virulencia por los países del sur de Europa, como Italia y España. Aunque hubo una variación considerable en la prevalencia de la deficiencia de vitamina D entre países, dependiendo principalmente de la edad y el uso de suplementos de vitamina D o fortificación de alimentos, la deficiencia de vitamina D se encuentra en el 40% de los casos de ciudadanos europeos independientemente de su grupo de edad, mezcla étnica y latitud.
Cabe destacar que la población con un COVID-19 más severo, como los ancianos y los pacientes con comorbilidades con las tasas de letalidad más altas también son aquellos con niveles séricos más bajos. Recientemente se encontraron asociaciones significativas entre los niveles séricos de vitamina D y el número de casos de COVID-19 y la mortalidad cuando se analizaron, en algunos países europeos, los niveles medios de 25OHD reportados en algunos estudios poblacionales. Además, el SARS-CoV-2 regula a la baja la expresión de ACE2, el principal receptor que ingresa al virus en las células humanas y, por lo tanto, induce una alta producción de angiotensina II que conduce a inflamación del miocardio y principalmente de los pulmones.
El mecanismo patogénico clave para que el SARS-CoV-2 desarrolle complicaciones graves y letalidad es el estado hiperinflamatorio (“tormenta de citocinas”) que ocurre durante la primera semana del inicio de los síntomas. Esta instancia puede conducir a las complicaciones graves como SDRA, miocarditis, insuficiencia cardíaca y renal aguda, provocando un aumento de la mortalidad, especialmente en los ancianos o en pacientes con comorbilidad cardiovascular previa.
El mecanismo intrínseco del efecto antiinflamatorio de la vitamina D sigue siendo incierto, aunque se ha sugerido su papel tanto en la inmunidad innata como en la adaptativa. En este escenario, un estudio reciente con 350.000 muestras del Biobanco del Reino Unido obtenidas entre 2006 y 2010 no encontró una asociación entre las concentraciones séricas de 25OHD (o deficiencia de vitamina D) y riesgo de COVID-19, después de ajustar por posibles factores de confusión. Además, sus resultados no respaldaron que la vitamina D pudiera desempeñar un papel en las variaciones étnicas informadas en la incidencia de COVID-19. Sin embargo, hace una década se obtuvieron los niveles basales de 25OHD y también faltaba información sobre la gravedad del COVID-19 y el estudio incluyó todas las pruebas positivas independientemente de su resultado clínico.
El estudio a cargo de Hernández se realizó en una población hospitalizada, y en este sentido, cabe mencionar que la 25OHD sérica ha sido considerada como un reactante de fase aguda negativo y se ha reportado que sus valores disminuyen durante las enfermedades inflamatorias agudas. Por lo tanto, los pacientes con COVID-19 tenían una alta prevalencia de deficiencia de vitamina D, y los niveles séricos de 25OHD se correlacionaron significativa y negativamente con los valores de ferritina y dímero D, lo que indica que la vitamina D podría tener un papel beneficioso en el estado inflamatorio sistémico de esta enfermedad viral. Curiosamente, las concentraciones de 25OHD en pacientes con COVID-19 que recibieron suplementos hormonales anteriores fueron más bajas de lo esperado, lo que respalda su comportamiento como un reactante de fase aguda negativo.
“No encontramos ninguna relación entre los niveles séricos de 25OHD y los parámetros de gravedad de COVID-19, como el ingreso en UCI, la necesidad de ventilación mecánica o la mortalidad, evaluados como un criterio de valoración combinado o por separado -citan en el informe-. A diferencia de otros estudios, no encontramos una asociación entre los niveles séricos de 25OHD y la gravedad de la enfermedad. Sin embargo, no se puede descartar por completo debido al pequeño número de eventos y al poder estadístico del presente estudio”.
En conclusión, según lo hallado por los profesionales luego de su experiencia, los niveles de 25OHD son más bajos en los pacientes hospitalizados de COVID-19 en comparación con los controles basados en la población y estos pacientes tendrían una mayor prevalencia de deficiencia, a pesar de que no lograron demostrar ninguna relación entre las concentraciones de vitamina D o la deficiencia de vitamina y la gravedad de la enfermedad.
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