Mucho se habló en las últimas semanas sobre los daños colaterales que la pandemia por coronavirus dejará en el mundo. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconsejó las cuarentenas como única herramienta para combatir el avance del SARS-CoV-2 e hizo referencia a los altos niveles de pobreza y desnutrición infantil que seguramente la medida cause en el mundo en los próximos años.
Así, mientras que en los países desarrollados el principal objetivo es frenar la pandemia, en los países no desarrollados el mayor problema es conseguir comida.
“En la economía globalizada de la que gozábamos hasta principios de 2020, era posible conseguir los alimentos de cualquier parte del mundo, los 365 días del año, por lo cual el desabastecimiento era una utopía”. Así comenzó a analizar para Infobae la médica clínica y endocrinóloga María Alejandra Rodríguez Zía (MN 70787) de qué manera “la pandemia trajo hambre a millones de personas en todo el mundo; el distanciamiento social, falta de trabajo y probablemente que interrupción de la producción agrícola y las rutas de suministro serán algunas de las consecuencias que comenzaremos a observar”.
Según publicó el The New York Times hace pocos meses, “la emergencia de hambre, podría duplicarse a fines de este año”.
En ese sentido, para Rodríguez Zía, “la crisis de hambre es global y está causada por una multitud de factores relacionados con la pandemia y la paralización del orden económico”. “En un futuro no muy lejano los problemas logísticos en la siembra, la cosecha y el transporte de alimentos dejarán a los países pobres en peligro, sobre todo aquellos que dependen de las importaciones”, agregó.
Es probable que la situación de seguridad alimentaria para las personas pobres se deteriore significativamente en todo el mundo. Esto no es por falta de alimentos a nivel mundial, sino por su mala distribución debido al confinamiento, por depender en buena parte de las importaciones.
“Estaremos frente a una nueva realidad: aprender a vivir de los alimentos que generemos en nuestro lugar en la tierra, sin depender de las importaciones, ni del envío de los alimentos desde grandes distancias”, consideró la especialista, para quien “no hay mal que por bien no venga” y por primera vez los países pondrán la atención en lo que sí se puede generar en sus territorios.
Sin embargo, en este contexto, Rodríguez Zía introdujo al síndrome de Kwashiorkor como una de las consecuencias más difíciles de la actual situación mundial. “En muchas partes del mundo, algunos niños se debilitan por falta de comida y enfermedades asociadas -explicó-. Conocemos este trastorno de la nutrición como el más común y generalizado de los países en desarrollo. Es una forma de desnutrición por la falta de suficiente proteína en el régimen alimentario. En dicho síndrome es muy frecuente alimentarse solo de papa y harina”.
El origen de su nombre proviene de las lenguas kwa y significa “el que se desplaza”, refiriéndose a la situación de los niños mayores que fueron amamantados y que abandonan la lactancia una vez que nace un nuevo hermano.
“Cuando un niño es destetado, y la leche es reemplazada por un alto contenido en fécula, carbohidratos, y su alimentación es deficiente en proteínas, puede desarrollar Kwashiorkor”, sostuvo la especialista, quien ahondó: “Se lo distingue por el abombamiento abdominal, coloración rojiza del cabello y despigmentación de la piel. Su peso es ligeramente disminuido o normal debido a que su apariencia es hinchada, las mejillas redondas y los dientes muestran desgaste, erosión del esmalte”.
Y tras destacar que “las proteínas son fundamentales para la estructura del cuerpo y sobre todo durante el crecimiento”, Rodríguez Zía señaló que “los músculos son fundamentalmente proteína, al igual que la piel, el pelo y las uñas, el sistema inmunológico genera los anticuerpos en base a proteínas, todo el aparato locomotor, huesos, ligamentos y cartílagos crecen en base a proteínas”.
“El consumo de grasas y de hidratos es esencial para el aporte de energía. Como la electricidad de una casa. Pero las proteínas, son los ladrillos que construyen esa casa y si faltan, el cuerpo usa las pocas proteínas que tiene para dar energía de supervivencia para el corazón y el cerebro”, ejemplificó.
Es decir, que cada vez que alguien se alimenta solo de hidratos y grasa, corre el riesgo de perder estructura en todos los aparatos descritos: se cae el pelo, se debilitan las uñas, se enferma más a causa de una inmunidad pobre (ya sean infecciones respiratorias, urinarias, sinusitis, herpes, etc.), también tiene debilidad muscular y articular por falta de proteínas. Es vital además para la reparación de tejidos, que sin proteínas, por ejemplo, no cicatrizan bien las herida.
Señales de alerta para detectar déficit proteico
Para finalizar, la experta enumeró diez factores que deben tenerse en cuenta para conocer si una persona puede estar padeciendo síndrome de Kwashiorkor:
1- Fatiga excesiva o crónica es la primera señal de la falta de proteínas, el organismo no cuenta con la energía suficiente para cumplir con las tareas diarias.
2- La pérdida de masa muscular provoca una pérdida de peso severa. La insuficiencia de proteínas disminuye la masa muscular y por tanto nos impedirá realizar actividades físicas que antes podíamos hacer sin mayor esfuerzo.
3- Anemia: debido a la participación de las proteínas en el transporte de oxígeno en sangre y formación de los glóbulos rojos.
4- Edema: acumulación de líquido bajo la piel, que afecta principalmente a extremidades inferiores.
5- Debilidad del cabello y la piel: las proteínas mantienen el cabello sano y en su fase de crecimiento. Las dietas extremadamente bajas en proteínas pueden causar pérdida de cabello y dependen de las proteínas para regenerarse
6- Piel pálida: la piel se vuelve pálida debido a la anemia o falta de hierro que suele acompañar al déficit de proteínas.
7- Erupciones cutáneas: aparecen en déficit severos y puede ir acompañado de descamación y piel muy seca.
8- Cicatrización y recuperación lenta, sistema inmune debilitado: la reparación de tejidos necesita aminoácidos para el proceso y su déficit hace que la reparación de tejidos sea mucho más lenta.
9- Dificultad para dormir por una deficiencia de serotonina, neurotransmisor implicado en el sueño.
10- A nivel de las emociones, el déficit de proteínas provoca irritabilidad, depresión y ansiedad.
“El principal tratamiento de esta condición es el consumo de alimentos ricos en proteínas que aporten todos los aminoácidos que nuestro cuerpo necesita dentro de una dieta equilibrada”, explicó Rodríguez Zía, quien puntualizó que “existen diferentes fuentes de este elemento, tanto de origen animal como vegetal”.
Los alimentos de origen animal pueden ser los huevos, la carne roja, aves y pescado, mientras que entre los alimentos vegetales, las legumbres (garbanzo, lenteja, soja), granos enteros (quinoa, trigo sarraceno, amaranto, arroz, trigo), frutos secos, semillas y algas son los que más aportan este nutriente esencial.
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