La pandemia de COVID-19 se ha propagado rápidamente, y este hecho fue pronunciado en las regiones templadas del hemisferio norte, coincidiendo con el invierno. El número de casos notificados en países de las regiones tropicales fue menor. Hasta la fecha, la propagación de COVID-19 ha sido mínima en países de altos ingresos del hemisferio sur como Australia y Nueva Zelanda, que estaban en su temporada de verano cuando se informaron los primeros casos a fines de enero y febrero, respectivamente.
Se ha especulado mucho sobre si las temperaturas más cálidas están asociadas con una menor transmisión de COVID-19, similar a lo que se observa en muchas infecciones respiratorias virales. Se demostró que las temperaturas más altas tienen un efecto protector contra la transmisión del síndrome respiratorio agudo severo de 2002-2003, posiblemente debido a la menor supervivencia del SARS-CoV en superficies a temperaturas más altas. La disminución de propagación de microgotas al hablar a temperaturas más altas es otro posible mecanismo, como se observa para los virus de la gripe humana, aunque su papel en la transmisión de SARS-CoV-2 sigue sin estar claro.
Varios estudios han investigado la asociación entre la variación del tiempo (principalmente temperatura y humedad) y la propagación de COVID-19. Sin embargo, existen varias limitaciones importantes de los estudios publicados hasta la fecha. En primer lugar, los existentes no han distinguido entre infecciones importadas y adquiridas localmente. Esto es potencialmente una fuente importante de sesgo en los análisis, ya que las infecciones importadas no están relacionadas con las condiciones climáticas en el lugar donde se detectan. Por ejemplo, el 62,5% de los casos de COVID-19 en Australia (mayo de este año) se adquirieron en el extranjero, y la proporción fue incluso mayor al principio de la pandemia. En segundo lugar, la mayoría de los estudios no han tenido en cuenta la variación en la capacidad para detectar infecciones emergentes; esto es particularmente relevante para interpretar los datos sobre la propagación del COVID-19 en las primeras semanas de la pandemia.
Finalmente, ningún estudio ha realizado un análisis global utilizando datos de COVID-19 agregados consistentemente a nivel subnacional, lo que refleja las limitaciones de los informes actuales. Por ejemplo, un análisis global reciente tenía datos de COVID-19 disponibles a nivel de ciudad, provincia y país. Las mediciones a nivel de país se compararon con los datos meteorológicos de la ciudad capital, que enmascaran variaciones meteorológicas significativas que pueden ocurrir dentro de los países.
Termómetros y pronósticos
En la actualidad, los conjuntos de datos globales consistentes sobre los casos de COVID-19, o las intervenciones de salud pública implementadas en respuesta a la pandemia, no están disponibles a nivel subnacional. Esto limita significativamente los esfuerzos para desenredar los efectos de la variación climática de los que producen las intervenciones de salud pública desde que se iniciaron los bloqueos generalizados y otras medidas de control sustanciales. Sin embargo, los datos detallados de COVID-19 de las primeras semanas de la pandemia, antes de la implementación masiva de confinamiento, podrían ser informativos para comprender la asociación entre COVID-19 y la variación climática.
Una lista global de línea abierta parcialmente completa de todos los casos de COVID-19 notificados desde el inicio, incluida la ubicación detallada y la información epidemiológica de cada caso ha permitido en el estudio llevado a cabo por un grupo de profesionales de Ausvet Europe, Lyon en Francia, tuvo como objetivo analizar la variación estacional tomando en cuenta las limitaciones de los estudios existentes.
En marzo la lista de líneas contenía datos detallados sobre 26.032 casos, de los cuales 25.861 tenían una entrada de fecha de confirmación válida y se utilizaron para el análisis. Este documento proporciona nueva evidencia del impacto de los parámetros relacionados con el clima en la incidencia de casos de COVID-19. Hubo un efecto estadísticamente significativo de la temperatura promedio del aire durante las tres semanas anteriores sobre la incidencia de los contagios según se registra en este estudio. Sin embargo, el tamaño del efecto fue bastante pequeño. La incidencia del caso de COVID-19 se correlacionó negativamente con la temperatura del aire para temperaturas superiores a -15° C. Cabe destacar que el efecto de la humedad relativa no fue estadísticamente significativo.
Este estudio proporciona evidencia de que puede haber una variabilidad estacional en la transmisión del SARS-CoV-2, pero este análisis no implica que la temperatura por sí sola sea un impulsor principal de la transmisión del COVID-19. La asociación observada puede no deberse directamente a la temperatura.
Más calor, ¿menos COVID-19?
Los países con mayor capacidad de detección temprana tuvieron una incidencia creciente de casos notificados. Los especialistas sugieren que esta asociación “se debe a un sesgo de detección, donde los países con mejor capacidad de testeo de enfermedades simplemente registran más casos”.
Los informes actuales sobre la pandemia muestran que casi todos los países del mundo se han visto afectados por el SARS-CoV-2, a pesar de la gran variación en su capacidad para prevenir, detectar y responder a los brotes de enfermedades. Sin embargo, se esperaba la asociación opuesta, donde los países con mayor capacidad de detección temprana tendrían menos casos debido a su capacidad para implementar medidas de control antes.
Hay varias fortalezas en este análisis presentado, que se suman a la base de evidencia para una asociación entre la variación climática y COVID-19. Lo más importante es que este estudio utilizó datos detallados de la lista en línea, lo que permitió el primer análisis global de los casos de COVID-19 a nivel provincial o estatal, y para la categorización de casos como locales o importados.
La temperatura y la humedad también se han considerado factores que influyen en la propagación de la influenza pandémica y otros virus del tracto respiratorio. Esta dolencia tiende a mostrar pocas tendencias estacionales al momento de la emergencia, mientras que los patrones estacionales aparecen durante las oleadas posteriores. Estos patrones se han relacionado con una transmisión más eficiente en climas fríos y secos. Sin embargo, es probable que intervengan muchos otros factores relacionados con el huésped, el virus y el medio ambiente. “Nuestros resultados -dicen- con respecto al efecto de la temperatura sobre la incidencia de COVID-19 son consistentes con algunas de estas características. Se ha sugerido la posibilidad de una recurrencia y una estacionalidad similares para el SARS-CoV-2, aunque se debe tener precaución antes de extrapolar las características observadas para la influenza pandémica a la pandemia COVID-19”.
La conclusión final indica evidencia de una asociación modesta entre temperaturas más cálidas y menor incidencia de COVID-19, para los casos reportados a nivel mundial. Por lo tanto, un clima más cálido puede reducir modestamente la tasa de propagación del COVID-19. Estos hallazgos no justifican la transmisión debida únicamente a la temperatura con el inicio del verano.
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