El director del Centro Nacional ruso de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, donde se creó Sputnik V, la primera vacuna del mundo contra el COVID-19, pidió este lunes “no jugar a la ruleta” con el coronavirus.
Se trata del doctor Alexánder Guíntsburg que afirmó durante una entrevista recogida por la agencia RT, que todas las personas eventualmente se infectarán con el COVID-19 y que solo una vacuna puede protegernos contra la enfermedad.
“No habrá rincones en la Tierra [donde no haya una sola persona] que no se haya infectado. Por lo tanto, la salida es vacunarse o jugar a la ruleta con esta enfermedad que, como sabemos, ya se cobró la vida de más de 1 millón de personas en el planeta”, señaló el científico, que también declaró que para ellos la tasa de letalidad del coronavirus es de aproximadamente el 8 %, significativamente más alta que la del virus de la gripe estacional, cuya letalidad promedia suele ser inferior al 0,1 %, de acuerdo con la agencia sanitaria rusa Rospotrebnadzor.
Guíntsburg destacó que Sputnik V —que el 9 de septiembre entró en la tercera fase de ensayos clínicos, con la participación de 40.000 personas—, no tiene consecuencias indeseables para la salud humana. “La vacuna no representa peligro. En cualquier caso, hasta la fecha hemos cumplido con todos los aspectos regulatorios establecidos por nuestra legislación que están poniendo en circulación este medicamento”, dijo el director del centro Gamaleya y subrayó que el volumen de producción de Sputnik V entre noviembre y diciembre puede alcanzar entre 6 y 7 millones de dosis por mes.
Datos clave sobre Sputnik V
La vacuna rusa Sputnik V fue registrada el 11 de agosto en pleno cumplimiento de las normas internacionales. Creada de forma artificial, sin ningún elemento del coronavirus en su composición, se presenta en forma liofilizada, es decir, como un polvo que se mezcla con un excipiente para disolverlo y luego administrarlo por vía intramuscular.
El fármaco utiliza una tecnología de adenovirus humano de dos vectores diferentes, Ad5 y Ad26, para una primera y una segunda inyección. Sin embargo, Sputnik V no contiene adenovirus humanos vivos, sino vectores adenovirales humanos que no son capaces de multiplicarse y son completamente seguros para la salud.
Sputnik V se basa en una plataforma de vacuna de dos vectores ya existente, desarrollada en 2015 para tratar el ébola, que superó todas las fases de los ensayos clínicos y fue utilizada para derrotar la epidemia de esa enfermedad en África en 2017. Varias otras empresas están utilizando también plataformas basadas en vectores adenovirales humanos para sus vacunas contra el COVID-19, como por ejemplo Johnson & Johnson, que usa solo el vector Ad26, y la china CanSino, que emplea únicamente el Ad5.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Sputnik V entró en el ‘top’ 9 de la lista de vacunas más cercanas a la finalización de los ensayos clínicos y es la única de las nueve que utiliza dos vectores distintos para diferentes inyecciones.
El 9 de septiembre comenzó la tercera fase de ensayos clínicos de Sputnik V, con la participación de 40.000 personas. Más de 60.000 voluntarios se inscribieron en Moscú para tomar parte en las pruebas y más de 40 países han expresado ya su interés en obtener la vacuna.
Previamente The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, publicó los resultados de los ensayos de la primera y la segunda fase de la vacuna rusa, que demostraron lo siguiente:
-La plataforma de vectores adenovirales humanos es eficaz, a pesar de las preocupaciones por la posibilidad de una inmunidad preexistente a los adenovirus
-Se seleccionó la dosis segura óptima que permitió lograr una respuesta inmunitaria humoral y celular en el 100 % de los participantes, incluso en aquellos que habían tenido una infección con adenovirus
-El uso de dos vectores diferentes permite lograr una respuesta inmune más efectiva
-El nivel de anticuerpos contra el SARS-CoV-2 en voluntarios vacunados con Sputnik V fue entre 1,4 y 1,5 veces más alto que el nivel de anticuerpos en los pacientes que se habían recuperado del COVID-19.
Cabe destacar que las plataformas para vacunas que usan otros países, como el vector de adenovirus de mono o la tecnología de ARN, nunca antes han sido utilizadas en vacunas aprobadas.
Tampoco han sido sometidas a estudios a largo plazo sobre sus posibles efectos secundarios en el cuerpo humano, como por ejemplo los riesgos de desarrollar complicaciones relacionadas con el cáncer o sus efectos sobre la fertilidad.
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