Existen enfermedades que impactan todos los años a millones de personas, obligándolas a realizar tratamientos prolongados, internaciones, cirugías e inclusive, matándolas. Pero a diferencia de enfermedades como las cardiovasculares, las neurodegenerativas o el cáncer, solo las infecciosas pueden generar una disrupción global, un caos total que termina paralizándolo, poniendo en alerta todos los sistemas sanitarios y en definitiva cambiando el rumbo de la historia de la humanidad.
Después de 10 meses desde la aparición del virus SARS-CoV-2 que originó la pandemia por COVID-19, el mundo está viendo sacudidas las estructuras socioeconómicas como no lo veía desde la Segunda Guerra Mundial. Ante ello, el mundo científico, los ecosistemas de innovación y el sector empresarial están desplegando esfuerzos a una velocidad vertiginosa en busca de una solución que ponga fin a los miles de contagios y muertes diarias que vivimos hoy en los cinco continentes, que suman 33 millones de infectados y más de un millón de fallecidos.
Lo que ocurre actualmente, es que estamos viendo en tiempo real a los investigadores realizando una carrera contrarreloj para desarrollar una vacuna y tratamientos efectivos contra esta enfermedad. Incluso, la industria farmacéutica está modificando sus procesos de producción para poder contribuir a la fabricación a gran escala de vacuna a riesgo de que finalmente no funcionen, a la vez que se ha intensificado la producción de insumos sanitarios y la innovación en el desarrollo de equipos y dispositivos eficaces para atender los casos graves, para aislar a pacientes portadores y para diagnosticar con rapidez antes de que la enfermedad evolucione a un cuadro severo. También se ha visto modificado el accionar de las agencias sanitarias de regulación de medicamentos de los países, que realizan aprobaciones “fast track”o de implementación rápida para permitir ensayos clínicos en tratamientos experimentales o vacunas en desarrollo.
Para cualquier escenario de salida de esta crisis y la reactivación económica necesaria en este mundo moderno, la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) serán determinantes. Desgraciadamente, la inversión en investigación sobre enfermedades infecciosas ha sido históricamente mucho menor que en otras áreas de la biomedicina. A pesar de que sabíamos que algo como la enfermedad COVID-19 podía pasar, nadie se lo quiso creer. En general, se pensaba que las pandemias solo afectaban a los países pobres, como es el caso de la malaria o el ébola en África y el dengue en Sudamérica.
Pero surgió una nueva pandemia que se propagó con la rapidez como la que viajan los aviones entre continentes. Ante un fenómeno desconocido la mirada de la sociedad se volcó a la ciencia, buscando explicaciones sobre el origen y las características del nuevo virus, y también esperando respuestas rápidas para enfrentar esta nueva enfermedad, como el desarrollo de vacunas y tratamientos médicos.
Un completo trabajo desarrollado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), se pregunta si esta coyuntura no interpela sólo a los investigadores del área de salud, sino a todas las ramas de las ciencias experimentales y sociales.
“Es un desafío también para quienes diseñan políticas de ciencia y tecnología. Este informe presenta una descripción de la primera reacción de la ciencia mundial e iberoamericana ante la crisis del COVID-19 y plantea algunas preguntas que permitan obtener lecciones para el futuro. ¿La ciencia —investigadores, las instituciones en las que se insertan y los organismos gubernamentales que las gestionan— podría haber hecho más para evitar esta crisis? ¿Las capacidades disponibles son las adecuadas ante una situación como esta? ¿Tienen los sistemas de ciencia y tecnología, incluyendo sus sistemas de evaluación y financiamiento, suficiente flexibilidad para adaptarse a una crisis inesperada? ¿Existen mecanismos adecuados de comunicación entre investigadores y con el público general?”
El informe explica que la pandemia de Covid-19 generó desafíos inéditos para la ciencia y la tecnología, cuyas respuestas se reflejaron también en la reacción de los organismos de política científica y tecnológica de cada país al explicar: “De la misma manera que la sociedad puso su mirada en la ciencia ante esta crisis, los investigadores buscaron en los responsables de la política científica recursos y mecanismos necesarios para llevar adelante su trabajo. Surgieron así distintos enfoques, tendientes a facilitar la vinculación entre los centros de investigación, la industria y las instituciones del sector de la salud, entre otros, para generar colaboración en respuesta al COVID-19, tratando de garantizar el acceso a fondos y acelerando los procesos de gestión de los proyectos. Algunas de las primeras medidas que tomaron los gobiernos fue garantizar la asesoría científica para la toma de decisiones de política relacionadas con el COVID-19. En casi todo el mundo, incluyendo a muchos países iberoamericanos, se crearon comités o grupos de trabajo de especialistas con la intención de que pudieran sugerir, no sólo herramientas para el abordaje y contención del virus, sino también para la investigación y producción de materiales para combatirlo. De esta forma, grupos de investigadores de gran prestigio dentro de la comunidad científica fueron incorporados a las mesas de discusión y asesoramiento político de más alto nivel”.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las iniciativas a nivel mundial pueden categorizarse, esquemáticamente, en las siguientes áreas:
-Investigación básica: Iniciativas orientadas a entender cómo funciona el Covid-19, de dónde viene y cómo podría evolucionar.
-Epidemiología: Iniciativas orientadas a entender cómo se propaga el Covid-19.
-Salud pública y gestión clínica: las iniciativas tienen como objetivo desarrollar mejores respuestas de los sistemas de salud para responder a la pandemia.
-Diagnóstico: Iniciativas orientadas al desarrollo de tests para la detección de pacientes infectados y de personas ya inmunizadas.
-Terapéutica: Iniciativas orientadas a la búsqueda de tratamientos para la curación de pacientes infectados. Principalmente estas iniciativas se han focalizado en la prueba con drogas existentes para avanzar rápidamente, en contraposición con el prolongado tiempo de desarrollo de nuevas drogas.
-Vacunas: Iniciativas tendientes a evitar el contagio. Un importante número de proyectos de este tipo están en marcha, en general impulsados por alianzas entre laboratorios públicos y empresas farmacéuticas.
-Tecnologías: Iniciativas orientadas al desarrollo de tecnologías relacionadas con el Covid19, como máscaras faciales, respiradores y sistemas de monitoreo, entre otros.
-Respuestas sociales: Iniciativas que tienen el objetivo de estudiar, desde las ciencias sociales y humanas, a la comunidad de salud, la respuesta de la población durante la crisis y el efecto de los confinamientos, entre otros temas.
Al mismo tiempo, los organismos responsables del financiamiento de la ciencia y la tecnología enfrentan desafíos inéditos a la hora de implementar instrumentos de emergencia. A la hora de seleccionar proyectos se presentan ciertos dilemas:
-cómo determinar temas prioritarios en un contexto de marcada incertidumbre, cómo evitar superposiciones con otras agencias de financiamiento en un tema repentinamente saturado de actores
-cómo implementar mecanismos de evaluación acelerados ante una avalancha de propuestas con distintos niveles de calidad.
Uno de los principales problemas ha tenido la pandemia es que la toma de decisiones muchas veces fue detrás del virus. No delante, poniendo en riesgo el sistema sanitario de varios países y en las puertas de una catástrofe. Se dice que en las crisis es mejor actuar rápido que perfecto, ya que si esperamos a la perfección quizá ya estemos muertos.
Hoy, los datos recopilados muestran que, a nivel global, la pandemia de COVID-19 se está acelerando. En América Latina se observan números récord de contagios, con Brasil en el top 3 mundial y con Argentina con la más alta cantidad de infectados por día desde el inicio del conteo. Además, en EEUU no paran de infectarse unas 40.000 diariamente y en Europa y algunos países asiáticos hay rebrotes de a miles. Y muchos temen que quizá solo sea el principio. Otra gran preocupación es el impacto del COVID-19 en África, no solo por las muertes directas, sino por las indirectas debido al débil sistema sanitario, junto al comportamiento del COVID-19 junto con otras enfermedades infecciosas muy frecuentes en el continente africano como la malaria, el VIH y la tuberculosis.
Uno de los mayores desafíos que hemos enfrentado para combatir este virus respiratorio es que se trata de un coronavirus muy bien adaptado al ser humano. Muy eficaz a la hora de multiplicarse y contagiar nuevos huéspedes. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos y principal asesor en la Casa Blanca en esta pandemia, habló esta semana en el XVII Simposio de Fundación Huésped en donde describió que cerca del 50% de los contagios ocurre a partir de un asintomático.
Otra cosa muy negativa que tiene es su enorme capacidad de infectar distintos tipos celulares y causar una gran variedad de patologías en diferentes órganos, como el pulmón, intestino, riñón, cerebro, corazón, vasos sanguíneos, páncreas, etc. Además, tiene una gran capacidad de inducir una respuesta inmune limitada y estadísticamente obliga a la reemergencia en un 14% de los infectados en pacientes supuestamente “recuperados”.
La respuesta de la ciencia frente a la pandemia
El doctor Paul A. Offit, director del Centro de Educación sobre Vacunas del Children’s Hospital of Philadelphia y experto reconocido internacionalmente en virología e inmunología, explicó días atrás que este momento de investigación sobre el COVID-19 es un momento sin precedentes. “Nunca antes en la historia se habían puesto en juego tantas empresas, ni tanto dinero, o tantas ideas diferentes sobre cómo hacer una vacuna. Estamos usando todas las estrategias que se han usado antes para hacer una vacuna, así como un puñado de estrategias que nunca antes se habían usado para hacer una vacuna. Todo está sucediendo a gran velocidad y, en cierto nivel, eso es desconcertante. Mucho del lenguaje que rodea a esto –'velocidad extrema, finalista, carrera por una vacuna'– asusta a la gente por insinuar que los plazos se están truncando inapropiadamente o, peor aún, que se están ignorando las pautas de seguridad".
Al tratarse de un virus hipercontagioso, es fundamental contar con test de detección temprana. A nivel mundial, más de 270 test de diagnóstico han sido aprobados en sus más diversas formas: PCR, análisis serológicos, de amplificación isotérmica, de antígenos, por secuenciación masiva e incluso basados en la técnica de CRISPR.
Sobre los tratamientos experimentales para contrarrestar los efectos del COVID-19 en casos severos o críticos, al momento no existe un tratamiento específico aprobado. A día de hoy hay más de 2.700 ensayos clínicos en curso en forma experimental.
Y en lo relativo a vacunas, según la Organización Mundial de la Salud hay más de 166 desarrollo de vacunas en este momento. Pero al día de hoy solamente hay 6 de ellas en fase 3 de estudio clínico en humanos.
Para que las pruebas de las vacunas finalistas resulten exitosas, se necesita que cumplan cuatro criterios básicos: 1) que no tengan efectos adversos, 2) que sea eficaz contra el SARS-CoV-2, 3) que se cuente con la información final de las pruebas en personas con ensayos doble cero, es decir vacuna frente a placebo y 4) que estén a disposición de todo el mundo que las necesite lo antes posible.
Las esperanza de tener una herramienta eficaz para derrotar al nuevo coronavirus está cada vez más cerca de la mano de miles de investigadores que se encuentran en el momento más importante a nivel sanitario de la historia.
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