Cuando el coronavirus se extendió rápidamente, la capacidad de los hospitales y las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) se vieron rápidamente desbordadas. Un estudio internacional analizó algunos de los saberes aprendidos en ese contexto que son replicables y enriquecidas por los sistemas de salud de Latinoamérica.
En el área metropolitana de Nueva York se trataron más de 17.000 pacientes que fueron hospitalizados con COVID-19, de los cuales aproximadamente 3.000 requirieron ventilación mecánica. El desborde y la urgencia, el tratar con lo desconocido y cambiante, cuestiones, a la vez sometidas a las preocupaciones personales de cada recurso médico, desencadenaron situaciones que, analizadas como experiencias, pueden convertirse en soluciones para el futuro cercano.
Un análisis propio en este sentido ha desarrollado un grupo multidisciplinario de una decena de profesionales de toda la región pertenecientes a la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica, quienes invitan a “replantear la estrategia”, según titulan en su escrito.
Con más de 19 millones de casos confirmados, la pandemia se ha convertido en la peor crisis de salud pública en un siglo. Tomó a los centros de salud por sorpresa y en cierta manera desprevenidos. La Organización Panamericana de la Salud también elaboró un documento tendiente a llamar la atención sobre el valor clave de activar el perfeccionamiento de los sistemas de información.
Experiencias trasladables
Debido a la repentina necesidad de una gran cantidad de ventiladores, muchos de los cuales se recibieron a través de los distintos puntos de derivación, no fue raro que los médicos y terapeutas respiratorios encontraran un tipo diferente de ventilador en cada paciente.
Esto causó frustración y disminuyó la eficiencia de su flujo de trabajo. También encontraron escasez de piezas de repuesto y tubos, lo que inutilizó algunas máquinas. Ese detalle vertido en el informe de médicos estadounidenses, elabora una serie de sugerencias que nacen de la experiencia en campo. Así, indican, “estandarizar los tipos de ventiladores en cada UCI, realizar sesiones de formación en todos los modelos de ventilador disponible, contar con almacenamiento de piezas de repuesto para ventiladores y tubos del ventilador”.
Una política de enmascaramiento de todo el sistema para el personal y los pacientes ayudó a reducir la propagación de la infección durante el aumento, un condicionante en el que coinciden todos los estudios en conjunto. Agilizar la distribución de equipo de protección personal fue extremadamente importante durante un aumento repentino.
Se crearon videos de capacitación sobre cómo ponerse y quitarse el producto para permitir una revisión rápida antes de la implementación. Un sistema de compañeros para revisar el uso antes de ingresar a una habitación ayudó a reducir la ansiedad y a mantener el buen ánimo.
Para la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) la calidad de la asistencia del paciente crítico es uno de sus elementos principales de actuación. En el contexto actual es difícil mantener unos estándares de calidad como los que ofrecíamos hace apenas 2 semanas. Todos los hospitales españoles han desarrollado protocolos clínicos basados en los incipientes estudios sobre la atención al coronavirus. La variabilidad en la práctica clínica puede afectar a la morbilidad y la mortalidad y, ante escenarios cambiantes, es difícil de controlar. El “hacer” y “no hacer” es una ruta que la entidad elaboró luego de las experiencias locales. Su Grupo de trabajo de Bioética ha enumerado una guía sugerida cuyos principios se trasladaron a los diferentes centros de salud.
Entre ellos se destacan por la gestión positiva: la toma de decisiones de limitación de tratamientos de soporte vital, de acuerdo a la gravedad y a la necesidad de recursos en situación de epidemia atendiendo a la justicia distributiva; la información al paciente y a sus familiares como pilar fundamental en la atención clínica en la UCI; documentación clínica adecuada pese a la insuficiente disponibilidad de recursos asistenciales; registro de los casos atendidos; administrar terapias experimentales dentro de estudios y siguiendo las recomendaciones profesionales.
Desde las recomendaciones de «no hacer», se rescatan el no abandonar al paciente en situación de aislamiento, durante los cuidados básicos ni en las labores de acompañamiento; no incumplir las recomendaciones y documentos de consenso de las sociedades científicas basadas en la experiencia de países que ya han respondido a la pandemia; no realizar traslados interhospitalarios sin coordinación centralizada de los mismos ni asegurando que la documentación clínica esencial está disponible en el centro receptor; no excluir en los registros los pacientes críticos atendidos fuera de la UCI
UCI improvisadas
Las cirugías selectivas se cancelaron en el pico del aumento; espacios como unidades de cuidados posoperatorios, carpas y auditorios se convirtieron en áreas de atención al paciente. Al crear esos nuevos destinos temporales los documentos coinciden en optar por recrear espacios UCI en habitaciones comunes, mientras otros sitios de tránsito puedan ser destinados a pacientes estables.
El informe de Nueva York detectó que las habitaciones con puertas cerradas y poca audibilidad pueden ser peligrosas para pacientes críticamente enfermos. Debido a la escala de esta pandemia, se debieron que utilizar no intensivistas para el personal de varias UCI. Para ello se establecieron códigos de monitoreo a distancia de los profesionales más experimentados, así como se determinó un equipo de médicos de cuidados intensivos y pulmonares experto para dirigir cada nueva UCI a medida que se inauguró. Los equipos de no intensivistas se hicieron cargo una vez que las condiciones de los pacientes se estabilizaron y la UCI alcanzó su capacidad máxima.
Un equipo móvil integrado por un médico de cuidados intensivos pulmonares y becarios brindó apoyo diario en el manejo del ventilador a las UCI no administradas por intensivistas.
“La comunicación eficaz es de suma importancia durante la oleada -indica la especialista de Costa Rica, María L. Avila-Agüero, una de las autoras del informe de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica-. Las conferencias divisionales programadas con regularidad para discutir la dotación de personal, las implementaciones, las actualizaciones de la administración y los problemas que preocupan a los proveedores de primera línea fueron vitales para mantener la moral”.
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