El comienzo del brote del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que fue reportado el 31 de diciembre del año pasado en China generó una explosión de contagios en ese país asiático y en sus naciones vecinas en enero y febrero.
Fuera de China, uno de los principales focos de contagio no sucedía en un país, sino en un crucero de lujo llamado Diamond Princess que había atracado en Yokohama, Japón con 3700 almas a bordo que no podían bajarse. Si bien los contagios crecían dentro del barco que estaba aislado, el virus no tardó mucho tiempo en pisar suelo japonés por otras vías, principalmente a través de los vuelos provenientes de China, como sucedió luego en todos los países del mundo. Finalmente, 712 de las 3711 personas a bordo dieron positivo por el nuevo coronavirus y 14 murieron.
Con el virus circulando en Japón, un país con 126 millones de personas, lo más lógico hubiese sido establecer una cuarentena extrema e implementar testeos masivos para contener los contagios. Pero no. Japón nunca estableció esas estrategias para luchar contra el coronavirus. Implementó otras que le dieron resultado.
Japón hoy ostenta una cifra de 33.049 contagios y solo 1004 muertes. Para compararla con Argentina, que tiene 3 veces menos cantidad de habitantes, hay que mencionar que nosotros teníamos al día de ayer 185.000 infectados y casi 3500 muertos con una cuarentena que ya lleva más de 4 meses. ¿Cómo hizo? ¿Cuál fue su receta? ¿Dónde está la clave de tan pocos casos?
Para analizar esto, hay que hacer una breve cronología desde la aparición del virus en Japón. En esta línea de tiempo, el 16/1 Japón tuvo el primer caso confirmado de COVID-19. El 28/1 reportó el primer caso de un paciente que no había viajado al extranjero. El 24/2 un panel de expertos alertó a la comunidad sobre el riesgo de una explosiva propagación potencial. El 26/2 se estableció la suspensión de grandes reuniones de personas. El 27/2 se cerraron las escuelas. 7/4 se estableció el Estado de emergencia en siete prefecturas, lo que no significó un aislamiento. El 16/4 se amplió el Estado de emergencia a nivel nacional. Casi un mes después, el 14/5 el Estado de emergencia fue levantado en 39 prefecturas. Y finalmente, el 25/5 el Estado de emergencia fue levantado en todo el país.
Esta declaración supuso una victoria temporal en su batalla contra el COVID-19 siguiendo su propia receta. Redujo la cantidad de casos nuevos diarios a niveles cercanos al objetivo de 0.5 por 100.000 personas con distanciamiento social voluntario y no muy restrictivo y sin pruebas a gran escala. Durante el Estado de Emergencia, en Japón nunca se impusieron restricciones a los movimientos de los residentes, y los negocios desde restaurantes hasta peluquerías permanecieron siempre abiertos.
Tampoco se desplegaron aplicaciones de alta tecnología que rastrearan los movimientos de la gente ni siguieron la receta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de “testear, testear y testear”. Japón ha realizado pruebas de diagnóstico a sólo el 0,2% de su población, uno de los índices más bajos entre los países desarrollados. En total se realizaron hasta ayer 6210 test de PCR por cada millón de habitantes. En Argentina, que tiene una cifra muy baja de testeos, se llevaron adelante 15.643 por millón de habitantes.
¿Qué hizo? El país se centró en encontrar grupos de infecciones y atacar las causas subyacentes, que a menudo resultaron ser lugares de reunión superpoblados, como gimnasios y clubes nocturnos. “Con este enfoque japonés único, pudimos controlar esta tendencia de infección en solo 1,5 meses. Creo que esto ha demostrado el poder del modelo japonés”, declaró el primer ministro Shinzo Abe en una conferencia de prensa al anunciar el levantamiento del estado de emergencia.
Según la OMS, la cantidad de casos nuevos diarios alcanzó su punto máximo en 743 el 12 de abril, pero ha variado entre 90 y 14 durante la semana pasada. En conferencia de prensa, Abe señaló que el número de pacientes hospitalizados con COVID-19 se redujo de 10.000 hace aproximadamente 1 mes a 2000.
Los japoneses hablan orgullosos de cómo su país desafió los pronósticos más severos y contuvo el virus mientras ignoraba el manual usado por otros países exitosos. Sólo hay una cosa en la que se está de acuerdo: que no hubo ninguna bala de plata, ningún factor que marcara la diferencia.
“Con sólo mirar las cifras de mortalidad, se puede decir que Japón tuvo éxito. Pero ni siquiera los expertos saben la razón”, dijo Mikihito Tanaka, profesor de la Universidad de Waseda especializado en comunicación científica, y miembro de un grupo de asesoramiento público de expertos en el virus. En una lista ampliamente viralizada se reunieron 43 posibles razones citadas en los informes de los medios de comunicación, que iban desde una cultura de uso de máscaras y una tasa de obesidad famosamente baja hasta la decisión relativamente temprana de cerrar las escuelas.
Entre las sugerencias más extravagantes se incluye una afirmación de que los hablantes de japonés emiten menos gotas potencialmente cargadas de virus al hablar en comparación con otros idiomas o que no se utilizan las manos o cubiertos para comer, sino palitos descartables.
El doctor Shigeru OMI, Director Regional Emérito de la Organización Mundial de la Salud (Oficina del Pacífico occidental), compartió a Infobae un documento en el que resalta las razones del éxito de control del virus en Japón. Allí se desprende que el país nipón tiene un fácil tiene acceso a la atención médica bajo el sistema nacional de seguro de salud. Ostenta una atención médica generalmente de alta calidad, incluso en zonas rurales, con hospitales apoyados por una red nacional de centros de salud pública local. Y por sobre todo, mantiene un alto nivel de higiene del público japonés, la voluntad de cumplir con solicitudes del gobierno y otros rasgos culturales y hábitos de vida.
Al mismo tiempo, el experto resaltó que hay dos factores importantes que no han recibido la debida atención. Ellos son, la detección temprana de oleadas de transmisión y el enfoque basado en los focos infecciosas (clústers).
-Detección temprana y retraso del pico del brote: Japón detectó la primera oleada de infecciones por COVID-19 desde China en una etapa temprana, lo que condujo a una curva de transmisión más gradual que permitió a Japón retrasar el pico del brote y ganar tiempo para prepararse. Estados Unidos y Europa, por el contrario, sufrieron rápidos aumentos repentinos.
-Enfoque japonés basado en focos infecciosos (clústers): los expertos analizaron que la enfermedad COVID-19 se propaga formando clústers. La prevención de clusters, especialmente en la fase temprana de un brote, puede resultar en la supresión del virus. El enfoque basado en clúster utiliza un rastreo de contacto exhaustivo y retrospectivo para identificar fuentes comunes de infección, lo que ayuda a suprimir una mayor propagación. El rastreo retrospectivo puede identificar infecciones de manera más eficiente que un enfoque estrictamente prospectivo, permitiendo un control más efectivo.
“Además del rastreo prospectivo, se investigan las actividades pasadas de múltiples personas infectadas para identificar fuentes comunes de infección. Los contactos asociados con esas fuentes se monitorean de cerca para evitar la propagación”, concluyó Shigeru.
Las exitosas “tres C”
Basado en el análisis de las características compartidas de los grupos, Japón desarrolló un concepto llamado las “Tres C” (por sus términos en inglés, refiriéndose a las “Tres concentraciones”) para denotar lugares y situaciones de alto riesgo. Closed spaces (espacios cerrados), crowded places (lugares con mucha gente) y close-contact settings (situaciones con contactos cercanos).
Por ello, se le pidió al público que evitara las Tres C y la conciencia del término se popularizó. Además, el concepto se ha ampliado a “Tres C Plus” que incluye comportamientos como hablar en voz alta y cantar.
“A pesar del levantamiento de la emergencia, el brote no ha terminado. Espero pequeños brotes de vez en cuando. Aunque el gobierno puede considerar volver a imponer restricciones, creo que podemos manejar estos brotes más pequeños”, precisó a Infobae el doctor Hitoshi Oshitani, virólogo y experto en salud pública en la Universidad de Tohoku.
“Luego, mientras que gran parte del resto del mundo construyó su respuesta a la pandemia sobre el seguimiento generalizado de contactos, el aislamiento y las pruebas, Japón adoptó una estrategia bastante diferente. Nosotros tratamos de identificar los grupos y determinar sus características comunes”, agregó Oshitani,
Oshitani y su grupo de colaboradores, también concluyeron que la mayoría de los casos primarios que provocaron grandes grupos eran asintomáticos o tenían síntomas muy leves. “Es imposible detener la aparición de grupos simplemente probando a muchas personas. Esto los llevó a instar a las personas a evitar lo que denominamos las tres C, que se ha convertido en el componente más importante de la estrategia”, agregó el especialista.
Pese a que desde el 16 de abril al 25 de mayo se extendió la orden de emergencia, los gobiernos nacionales y locales de Japón impusieron medidas de bloqueo o aislamiento social preventivo y obligatorio. En su lugar, las autoridades instaron a las personas a quedarse en casa tanto como sea posible, a las empresas que permitan trabajar desde casa, y a los bares y restaurantes que cierran o sirven solo para llevar.
“Sorprendentemente, el bloqueo moderado de Japón parecía tener un efecto de bloqueo real”, indicó Shibuya. Lo más importante del estado de emergencia es que compró tiempo para educar al público sobre comportamientos y entornos riesgosos. Aunque reconoce que los números han bajado, Shibuya todavía cuestiona el enfoque en los grupos, que no funcionaron bien en las grandes ciudades y no evitaron brotes en hospitales y hogares de ancianos. Aunque se ha levantado el estado de emergencia, todavía existen pautas gubernamentales extensas y detalladas para diferentes sectores de la economía.
Dese el gobierno, Abe comunicó que se reducirán gradualmente las restricciones sobre los eventos masivos. Desde julio, el béisbol profesional comenzó con gradas vacías, permitiendo gradualmente un número creciente de espectadores. Los conciertos y eventos culturales podrán comenzar con 100 asistentes, y el número aumentará paso a paso hasta el 50% de la capacidad de un lugar.
Abe advirtió que estos pasos no reducirán el riesgo de infección a cero. “Debemos estar preparados para el ensayo y error, tomará una cantidad considerable de tiempo restaurar completamente la vida diaria”, concluyó.
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