Si hay un medicamento ponderado y a la vez cuestionado en medio de la pandemia por la aparición del virus SARS-CoV-2 que origina la enfermedad COVID-19, es la hidroxicloroquina, derivada de la cloroquina, una droga contra el paludismo que generó una grieta en la comunidad científica mundial.
En el principio de la explosión de casos en Europa por el nuevo coronavirus que causó estragos principalmente en Italia, España, Reino Unido y Francia, hubo una voz que se alzó como una esperanza certera para derrotar los efectos del virus en pacientes graves: el virólogo Didier Raoult, director del Instituto Mediterráneo de Infección en el Hospital Universitario (IHU) de Marsella, que anunció en marzo en un video el "final de partida” contra el virus: la cloroquina, dijo, una medicación utilizada contra la malaria, había eliminado los síntomas del 75% de los 24 pacientes en los que él la probó.
Aunque el Alto Consejo de Salud Pública de Francia y el primer ministro francés, Édouard Philippe, anunciaron que la recomendación se basa en la prudencia, dada la falta de estudios sobre la eficacia y la seguridad del fármaco para combatir este nuevo coronavirus, el país galo comenzó a realizar ensayos clínicos con esta droga e invitaron a los hospitales a "incluir la mayor cantidad posible de enfermos” en ellos.
Su trabajo logró que la cloroquina se sumara como tercera terapia en un amplio estudio europeo coordinado por Francia, llamado Discovery, que espera analizar a unos 3200 pacientes en París, Lyon, Nantes y Lille. En algunos enfermos se probará una droga contra el VIH y en otros un antiviral contra el virus del ébola. “El tratamiento es eficaz, yo encuentro inmoral no administrarlo. Es así de simple”, expresó el científico francés.
Mientras Raoult ganaba fama mundial, como posible salvador de las vidas que pendían de un hilo a causa del COVID-19, una serie de artículos científicos comenzaron a echar por tierra los “beneficios” de la hidroxicloroquina.
Buscando el consenso de sus pares, Raoult encontró en un personaje fuera del ámbito científico, el mayor apoyo para la utilización de la droga: el presidente estadounidense Donald Trump, que comenzó a elogiar los efectos de la hidroxicloroquina al punto tal que comenzó a tomarla en forma preventiva, sin padecer la enfermedad por el nuevo coronavirus.
Trump tomó durante dos semanas hidroxicloroquina con zinc y vitamina D, después de que dos miembros del personal de la Casa Blanca dieran positivo al COVID-19 en los exámenes, y el presidente no presentó efectos colaterales, de acuerdo con los resultados de su más reciente examen físico difundidos por su médico. Igualmente, las autoridades federales han advertido que no hay que usar la hidroxicloroquina salvo en hospitales y estudios formales debido al riesgo de los efectos colaterales, en especial arritmias.
Además de Trump, otro mandatario que recomendó el uso de esa droga fue el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. La Casa Blanca anunció que Estados Unidos envió a Brasil dos millones de dosis de hidroxicloroquina. “Los pueblos estadounidense y brasileño son solidarios en la lucha contra el coronavirus. Hoy, como prueba de esa solidaridad, anunciamos que el gobierno estadounidense envió dos millones de dosis de hidroxicloroquina al pueblo de Brasil”, dijo la presidencia estadounidense en un comunicado.
Pero el 22 de mayo, un estudio publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet, por científicos estadounidenses y suizos, se basó en los datos de unos 96.000 pacientes ingresados entre diciembre y abril en 671 hospitales del mundo para comparar la evolución de quienes recibieron este tratamiento y de quienes no. El estudio determinó que el medicamento contra la malaria no funciona e incluso era peligroso para pacientes infectados ya que aumentaba el riesgo de muerte hasta en un 45 por ciento. Y los pacientes de COVID-19 que tomaban el medicamento tenían hasta cinco veces más probabilidades de desarrollar una arritmia potencialmente mortal, una complicación conocida.
Esos resultados que sugerían que la droga podría aumentar el riesgo de muerte entre los pacientes de COVID-19, luego de ser publicados, detuvieron los ensayos mundiales del prometedor medicamento y generó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitiera un alerta mundial el 25 de mayo para suspender temporalmente los ensayos para llevar a cabo una revisión de seguridad.
La decisión de la agencia de salud de la ONU se produjo después de un estudio publicado en la revista médica The Lancet que sugiere que la droga podría aumentar el riesgo de muerte entre los pacientes de COVID-19. Argentina también suspendió todos los estudios con este medicamento tras esa publicación.
Aunque parte de la comunidad científica duda de la eficacia de la hidroxicloroquina, unos 120 expertos científicos y médicos destacados criticaron el estudio en una carta abierta a la revista, señalando 10 fallas importantes de la metodología empleada en este trabajo, basado en información recopilada por Surgisphere, una empresa de análisis de datos de salud radicada en Estados Unidos.
Las fallas radicaban en que el informe incluía datos de pacientes que no coincidían con los registros de salud pública. Por ejemplo, hubo más muertes australianas de COVID-19 en los datos de las que existían en ese momento. The Lancet ahora ha admitido que hay ‘preguntas serias’ que deben responderse sobre los datos, pero no revelaron cuáles eran esas preguntas, en un comunicado público en el que emitieron una “expresión de preocupación”, un término formal empleado por las revistas científicas cuando un estudio plantea potencialmente un problema o errores graves. Pero los científicos dicen que la medida fue demasiado tarde y que el “daño ya estaba hecho”, mientras continúa la carrera por una cura para detener el virus que ha devastado el mundo.
Anoche, tres de los cuatro autores del polémico estudio se retractaron, brindando más polémica mundial en torno a esta droga: “Ya no podemos garantizar la veracidad de las fuentes de datos primarias”, escribieron los tres en The Lancet, acusando así al cuarto autor, jefe de la compañía que recogió esos indicadores y que se niega a dar acceso a la base de datos. La investigación concluía a partir de esa información que la hidroxicloroquina no es beneficiosa para los enfermos de COVID-19 hospitalizados e incluso podía ser nefasta para ellos.
El artículo desencadenó un aluvión de críticas, no sólo de los defensores de la polémica droga, como el investigador francés Didier Raoult, quien lo tachó de “pésimo”, sino también de científicos escépticos sobre el interés de este medicamento para los enfermos infectados con el nuevo coronavirus. Así que el miércoles la OMS anunció la reanudación de los ensayos clínicos con la hidroxicloroquina y el estudio europeo Discovery prevé hacer lo propio.
En una carta abierta publicada la semana pasada, decenas de investigadores de todo el mundo elaboraron una larga lista de puntos problemáticos del estudio, desde incoherencias en las dosis administradas en algunos países hasta cuestiones éticas sobre la recopilación de información. Además, los firmantes consideraron que se necesitan ensayos clínicos rigurosos para evaluar los medicamentos, mientras que el controvertido estudio no es más que una compilación de datos preexistentes.
Como Surgisphere rechazó trasladar la base de datos debido a acuerdos de confidencialidad con sus clientes (los hospitales donde se obtuvieron). “(Los auditores) no pudieron realizar una revisión independiente y nos informaron de su retirada del proceso de evaluación”, escribieron los tres investigadores en el texto publicado el jueves, en el que presentan “sus más profundas disculpas”.
En un comunicado, The Lancet aseguró que se toma “muy en serio las cuestiones de integridad científica” y estimó “urgente” evaluar otras colaboraciones con Surgisphere. “Todavía hay preguntas pendientes sobre Surgisphere y los datos supuestamente integrados en este estudio”, insistió la revista.
El Gobierno francés le solicitó a la revista hacer una revisión de los datos primarios utilizados en el estudio, ahora polémico, sobre los efectos de la hidroxicoloroquina, el antiguo medicamento antipalúdico. Y el ministro de Salud, Olivier Veran, escribió a la revista científica con preguntas sobre los datos primarios después de que esta fuera objeto de críticas, dijo la portavoz del Gobierno francés, Sibeth Ndiaye.
Por su parte, The New England Journal of Medicine (NEJM), que publicó un estudio del mismo equipo realizado con datos de Surgisphere sobre el vínculo entre la mortalidad por Covid-19 y las enfermedades cardíacas, también anunció anoche la retractación del documento.
La polémica por la efectividad y los beneficios de la hidroxicloroquina continúan y la ciencia sigue investigando sus efectos contral el COVID-19.
SEGUÍ LEYENDO: