El bioquímico argentino Héctor Horacio Otero, egresado de la de UBA e investigador del Conicet, ha trabajado en un supuesto sobre la incidencia en la pandemia de los incendios de Australia, de California e, incluso, el del pasado septiembre en el Amazonas, como posibles epicentros del surgimiento de la pandemia de COVID-19.
Explica que médicos italianos ya daban cuenta de neumonías atípicas desde mediados de noviembre del pasado año, aunque otros se adelantaban a octubre. No hubo alertas al respecto a autoridades nacionales, de la Unión Europea o de la OMS. A la polución inusual en Bérgamo o los incendios en Australia no se asociaban como nexos posibles, aunque se sabe que la polución y la transmisión aérea favorecen los contagios. Coincidieron diferentes eventos. Estados Unidos experimentó incendios en California, a la par de conservar su política de negación frente al calentamiento global.
Los incendios en Australia desde octubre pasado pueden haber sido un factor en el pasaje de coronavirus interespecies. A fines de 2019 y principios de 2020, los incendios aún continuaban y la polución consecuente de origen biológico producida tanto por pastos, heno, árboles o animales salvajes y de corral, como ganado, ovinos, vacunos, etc., incluyendo dromedarios y camellos importados a Australia durante el período colonial británico o los animales locales y salvajes, como canguros o coatíes, etc., permite elucubrar si la cepa surgida del síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS) proviene de dromedarios, que, como otros mamíferos, pangolines y murciélagos, son reservorios de esta familia viral, viables de ser transmitidos a humanos.
El análisis de los datos públicos de la secuencia del genoma del SARS-CoV-2 y los virus relacionados no encontró evidencia de que éste se haya producido en un laboratorio o haya sido diseñado de otro modo.
“Al comparar los datos disponibles de la secuencia del genoma para las cepas de coronavirus conocidas, podemos determinar firmemente que el SARS-CoV-2 se originó a través de procesos naturales”, dijo Kristian Andersen, PhD, profesora asociada del Departamento de Microbiología de la Universidad de La Jolla, California, en su informe para Scripps Research.
Además de Andersen, los autores del artículo, “El origen próximo del SARS-CoV-2”, son Robert F. Garry, de la Universidad de Tulane; Edward Holmes, de la Universidad de Sydney; Andrew Rambaut, de la Universidad de Edimburgo; W. Ian Lipkin, de la Universidad de Columbia.
Los coronavirus son una gran familia de virus que pueden causar enfermedades que varían ampliamente en severidad. La primera enfermedad grave conocida causada por un coronavirus surgió con la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) de 2003 en China. Un segundo brote de enfermedad grave comenzó en 2012 en Arabia Saudita con el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS).
Poco después de que comenzara la epidemia, los científicos chinos secuenciaron el genoma del SARS-CoV-2 y pusieron los datos a disposición de los investigadores de todo el mundo. Los datos de la secuencia genómica resultante han demostrado que las autoridades chinas detectaron rápidamente la epidemia y que el número de casos de COVID-19 ha aumentado debido a la transmisión de humano a humano después de una sola introducción en la población humana. Andersen y sus colaboradores en varias otras instituciones de investigación utilizaron estos datos de secuenciación para explorar los orígenes y la evolución del SARS-CoV-2 al enfocarse en varias características reveladoras del virus.
Los científicos analizaron la plantilla genética para las proteínas espiga, armaduras en el exterior del virus que utiliza para atrapar y penetrar las paredes externas de las células humanas y animales. Más específicamente, se centraron en dos características importantes de la proteína espiga: el dominio de unión al receptor (RBD), un tipo de gancho de agarre que se adhiere a las células huésped, y el sitio de escisión, un abridor de latas molecular que permite que el virus se abra para ingresar a las células anfitrionas.
Evidencia de evolución natural
Los científicos descubrieron que la porción RBD de las proteínas de la punta del SARS-CoV-2 había evolucionado para atacar efectivamente una característica molecular en el exterior de las células humanas llamada ACE2, un receptor involucrado en la regulación de la presión arterial. Si bien su análisis sugirió que el SARS-CoV-2 puede unirse al ACE2 humano con alta afinidad, los análisis computacionales predicen que la interacción no es ideal y que la secuencia RBD es diferente de las que se muestran en el SARS-CoV para ser óptimas para la unión al receptor. Esto sugiere que el SARS-CoV-2 fue el resultado de la selección natural.
Esta evidencia de evolución natural fue respaldada por datos sobre la columna vertebral del SARS-CoV-2: su estructura molecular general. Si alguien hubiera buscado diseñar un nuevo coronavirus como patógeno, lo habría construido a partir de la columna vertebral de un virus que se sabe que causa enfermedades. Pero los científicos descubrieron que la columna vertebral del SARS-CoV-2 difería sustancialmente de las de los coronavirus ya conocidos y en su mayoría se parecían a virus relacionados que se encuentran en murciélagos y pangolines.
“Estas dos características del virus, las mutaciones en la porción RBD de la proteína espiga y su columna vertebral distinta, descartan la manipulación de laboratorio como un posible origen del SARS-CoV-2”, dijo Andersen.
Josie Golding, PhD, líder de epidemias en Wellcome Trust, con sede en el Reino Unido, dijo que los hallazgos de Andersen y sus colegas son “de crucial importancia para aportar una visión basada en la evidencia de los rumores que han estado circulando sobre los orígenes del virus SARS-CoV-2 causando COVID-19”.
“Concluyen que el virus es producto de la evolución natural”, agrega Golding, “poniendo fin a cualquier especulación sobre ingeniería genética deliberada”.
La influencia de Australia
La armada de Australia intentó, según el relato de Otero, en ocasión de los incendios, exterminar a los dromedarios porque invadían pozos de agua subterránea necesarios, en teoría, para frenar esos incendios. Todo este material en estado de semicombustión, residuos flotantes de moléculas genéticas, deberían ser analizadas experimentalmente de modo de evaluar si estos incendios son un factor de presión de selección natural forzada.
Así, Australia con la matanza de esos dromedarios y camellos importados desde 1820 a su colonia habría podido causar el paso interespecie, reservorio de coronavirus habitual, que durante 2012 en Arabia generó el síndrome respiratorio de Oriente Medio. Podría tratarse de la generación de un nuevo proceso desconocido aún que podría involucrar una recombinación genética aleatoria con un nuevo tipo de mutación.
En concordancia con otros mecanismos se conoció en marzo pasado que un individuo, gerente de DeCode, empresa biotecnológica de Islandia, presentaba dos cepas virales conjuntamente. Este fenómeno enlaza una cadena de murciélagos y pangolines, sus hábitats y medios de alimentación, una polución exagerada que, en su conjunto, propician el paso de especie: desde murciélagos, transferidos a pangolines (que se alimentan en hormigueros contaminados de heces de murciélago), partículas ambientales y polvos suspendidos, hasta humanos consumidores de pangolines considerados un manjar curativo en China.
La humareda proveniente de los citados incendios permanece en varios entornos como las selvas de Java, hábitat de pangolines vendidos de contrabando en China. Los humos son finalmente frenados en los montes locales de Wuhan hasta la cadena Wudang, contribuyendo y acentuando la presión de selección natural forzada de esos incendios.
A partir de la reunión de estos sucesos, Otero sostiene que en Wuhan se desarrolla una evolución natural en humanos hasta generar cuadros graves infectantes de humano en humano. Para Otero pudo producirse una infección de un investigador de laboratorio y su expansión por turismo, aunque aquello que la hace más virulenta en Italia es un proceso antiguo. Para Otero “todos los negacionistas del calentamiento global dieron impulso a catástrofes ecológicas y sanitarias mundiales, que se profundizan al haber desmantelado centros de control y estudio de pandemias, pues éste es un proceso en desarrollo”.
Informe: Flavia Tomaello
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