“¡Tu sangre puede curar! Si sos paciente recuperado del virus SARS-CoV-2, donando sangre podrás ayudar al tratamiento con plasma y ayudar a curar”.
Este es el llamado que hace un grupo de científicos y médicos, que ad honorem, están desarrollando protocolos de emergencia para la utilización del plasma de pacientes convalecientes del COVID-19 a pacientes que tengan la enfermedad.
Los expertos aclaran que la utilización de este Plasma convaleciente (de pacientes recuperados) se daría en el caso de pacientes que no respondan a las terapias aprobadas de emergencia por el Ministerio de Salud de la República Argentina. Esta terapia también de emergencia consistiría en el uso inmediato potencial o uso compasivo, de plasma de pacientes convalecientes recuperados, que hayan padecido COVID-19 (enfermedad de Coronavirus), debida a infección con el virus SARS CoV-2.
El doctor Gabriel Rabinovich, investigador en Inmunología en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, IBYME, es parte del equipo multidisciplinario que busca utilizar plasma con anticuerpos de pacientes convalecientes como tratamiento contra esta enfermedad que causó la actual pandemia.
El proyecto, encabezado por la bioquímica argentina Laura Bover desde los Estados Unidos, intenta aprovechar en los hospitales argentinos los anticuerpos generados por quienes se han recuperado del COVID-19, como herramienta terapéutica en casos graves de pacientes que no puedan combatirlo.
Este tratamiento, que emula el utilizado por el doctor Julio Maiztegui hace más de 50 años para el tratamiento de la Fiebre Hemorrágica Argentina, ya comenzó a ser utilizado en otros países, y está siendo desarrollado en Argentina por un grupo de más de 50 profesionales de centros de investigación y de salud.
Hace 10 días, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) autorizó los ensayos y el uso simultáneo de dos tratamientos —plasma convaleciente y globulina hiperinmune— derivados de la sangre de personas que tuvieron COVID-19 y se recuperaron, en distintos puntos de los Estados Unidos —Nueva York, Texas, Florida y Wisconsin entre ellos—.
Este tratamiento ya se había probado en China hace más de un mes, en una investigación que trata de analizar si el plasma de personas con anticuerpos contra el nuevo coronavirus permitiría no sólo salvar vidas sino también torcer el destino de la crisis global.
“Esta es un área importante de investigación: el uso de productos hechos de la sangre de un paciente recuperado para tratar potencialmente el COVID-19”, dijo Stephen Hahn, el comisionado de la FDA, en el comunicado que anunció los ensayos y el papel del organismo en “la asociación entre la industria, las instituciones académicas y las áreas gubernamentales” para coordinar el mejor acceso al plasma de gente cuyo sistema inmunológico combatió al SARS-CoV-2.
Los protocolos para comenzar a trabajar sobre los pacientes de coronavirus con plasma convaleciente ya arribaron a la Argentina y están en poder del Ministerio de Salud. Laura Bover es una doctora argentina graduada en química biológica de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, doctorada en el Instituto Leloir (en su tiempo Fundación Campomar) y disparó a fines de marzo la inquietud que ha reunido hasta hoy a más de 70 profesionales interdisciplinarios del mundo en un grupo autodenominado CPC-19 (Convalescent Plasma COVID- 19) a fin de trabajar con un sistema de código abierto colaborativo para elaborar un protocolo de emergencia para la utilización del plasma de pacientes convalecientes.
Este grupo ha basado el inicio de su trabajo en los protocolos que hizo públicos el Dr. Arturo Casadevall, investigador de Johns Hopkins University, en Baltimore, y que serán usados en nuestro país.
“Cuando comenzaron los primeros casos en China tuve la expresión de deseo de que se estuviera reuniendo plasma de los pacientes que se iban curando; cuando comenzó a expandirse, mi preocupación se volcó a Argentina porque tengo amigos, familia, mis hijas, mis nietos están allí. Empecé a derivar mi inquietud por la recolección de plasma en mi país”, precisó a Infobae la doctora Bover, que se desempeñó por más de 25 años en el Instituto Leloir, donde integró el grupo pionero en inmunoterapia, bajo la mentoría del premio Nobel César Milstein. En el año 2002 emigró a Estados Unidos para trabajar en la Universidad de Texas, en el MD Anderson Cancer Center, el más relevante hospital de la disciplina en el mundo.
El plasma es una parte de la sangre que queda cuando, al extraerla, decantan los glóbulos rojos y blancos. La parte líquida, sin células, que suele ser de tono amarillo, es el plasma. “Cuando una persona se infecta con un virus, patógeno o microorganismo que lo enferma la primera respuesta parte del sistema inmune. Este produce anticuerpos con las células de los glóbulos blancos”, precisó la especialista.
Y agregó: “Se trata de moléculas que van a defender al cuerpo de aquello que lo enferma. Esos anticuerpos específicos van a atacar directamente al virus. Si bien tenemos anticuerpos para defendernos de otros padecimientos producto de las vacunas, necesitamos que nuestro sistema inmune prepare y tenga listos para usar anticuerpos para el COVID-19. Como aún no tenemos vacunas para él –y, por ende, no tenemos anticuerpos–, cuando el virus llega la persona se enferma. Cuando un sujeto se cura, más allá de la medicación que haya recibido, desarrolló esos anticuerpos que lo ayudaron a curarse”.
Respecto a los desafíos si este tratamiento será exitoso, Bover afirmó que se está aprendiendo todavía. “No sabemos cuántos anticuerpos tienen los pacientes que se recuperaron. Necesitamos saber la densidad y detectar de esos anticuerpos la presencia de los que van a impedir al virus entrar al pulmón (anticuerpos neutralizantes), por ejemplo, y qué cantidad de anticuerpos específicos. Estos atacan directamente al virus, en tanto los neutralizantes impiden que se genere un cuadro más grave”, adelantó.
Respecto al funcionamiento del protocolo, la experta indicó que para donar sangre se necesita un protocolo médico escrito que asegure al donante que es seguro el proceso y, además, ese protocolo debe ser acompañado por un consentimiento informado puesto que la donación ha de ser voluntaria. Nadie puede obligar al sujeto a donar el plasma. Por otra parte se requiere otro protocolo para que, obtenido el plasma, se investigue si los anticuerpos que posee son los específicos contra el virus y/o neutralizantes. Sigue un tercer protocolo dedicado al enfermo. Si el médico que lo trata considera que esta alternativa puede ser de valor para su tratamiento, el paciente debe dar el consentimiento escrito para recibir la donación de plasma.
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