La expansión de un coronavirus hasta ahora desconocido para la ciencia y causante de una neumonía que puede ser fatal ha desatado la preocupación, incluso la histeria, en todo el mundo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró este miércoles que la infección causada por este coronavirus ya puede definirse como una pandemia y animó a todos los países a tomar las medidas apropiadas para prepararse a ello. Sin embargo, esta definición no dice nada acerca de la gravedad de la enfermedad y esta, en muchas ocasiones, tiene que ver más con la percepción social que con las consecuencias clínicas.
Las estimaciones actuales de mortalidad asociada al nuevo coronavirus lo sitúan en un rango parecido al de otras infecciones respiratorias serias causadas por virus. Igual que la gripe, afecta especialmente a personas con otras patologías, con sistemas inmunitarios comprometidos o de avanzada edad. Pero entonces, ¿por qué tenemos tanto miedo de este nuevo coronavirus cuando tenemos muchas más probabilidades de contraer la gripe?
La salud en general puede ser un escenario que provoca ansiedad, dice Catherine Belling, profesora asociada de educación médica en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad de Northwestern en el estado de Illinois, quien escribió un libro de 2012 sobre hipocondría (ahora médicamente conocido como trastorno de ansiedad por enfermedad).
“La mente, el aparato psíquico y el mundo interno de las personas reaccionan a la llegada de esta pandemia con mucha angustia porque se trata objetivamente y realmente de una situación angustiante y preocupante. Entonces reaccionamos con miedo y preocupación, y anormalmente con pánico”, sostuvo en diálogo con Infobae Claudia Borensztejn, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
La preocupación por COVID-19 no se ajusta exactamente a la factura del trastorno de ansiedad por enfermedad. Las personas con tendencias tradicionalmente hipocondríacas generalmente tienen ansiedad generalizada por enfermedades y síntomas, en lugar de por una enfermedad en particular. La condición también se caracteriza por una preocupación excesiva o irracional, y Belling dice que se justifica cierta preocupación por el coronavirus. “Es completamente racional estar ansioso, porque no estamos seguros de cómo se desarrollará”, explica.
Aun así, hay una diferencia entre sentirse inquieto por un tema incierto y estar ansioso hasta el punto de que la preocupación dificulta el sueño y la vida diaria. La sobrecarga de información falsa y la acumulación de preocupaciones tienen nefastas consecuencias en el bienestar físico y psicológico y pueden acelerar la mente a una velocidad aterradora. En la era digital, esto está pasando con una intensidad nunca antes vista.
El resultado de la sobrecarga informativa es una velocidad espantosa y estéril de pensamientos, muchos pensamientos inútiles y una serie de consecuencias físicas y emocionales avasallantes. ¿Por qué las personas se despiertan fatigadas? Porque gastan mucha energía pensando y preocupándose durante el estado de vigilia. ¿Por qué sufren consecuencias físicas a raíz de la ansiedad? Cuando el cerebro está desgastado, estresado y sin reposición de energía, busca órganos de choque para alertarnos.
“El miedo es el virus más grave que puede afectar a los seres humanos. Hace que entremos en pánico y tomemos actitudes irracionales como discriminar a los demás, desarrollar una ansiedad grave y en algunos casos causar depresión y perder la habilidad para reinventar y responder inteligentemente en situaciones estresantes. Debemos tomar todas las medidas recomendadas para la prevención y además, trabajar en nuestras herramientas de gestión de emociones para prevenir que nuestra salud psíquica sea infectada por nuestros miedos, desesperaciones y ansiedades”, explicó en diálogo con Infobae el reconocido psiquiatra, investigador y escritor Augusto Cury, autor de Ansiedad, cómo enfrentar el mal del siglo.
“El COVID-19 -continuó el especialista- es un problema mundial que las personas tenemos que tratar con más racionalidad y menos pasión. Sufrir por el futuro, por desarrollar en nuestra mente la posibilidad de infección atroz, hace que perjudiquemos la salud psíquica y la capacidad de manejar nuestra vida para tomar buenas decisiones. No sabemos hasta dónde la epidemia va a afectar a las personas ni en qué proporciones, pero si el virus afecta a muchas personas vamos a tener que convivir de manera lógica e inteligente”.
El pánico también es contagioso
“La preocupación sin embargo, -continuó Borensztejn- es un signo de conexión con la realidad. El pánico, no. El pánico no deja vivir a las personas y tenemos que seguir viviendo con las restricciones que nos impongan. Ambos sentimientos se contagian. Sin embargo, existe una diferencia entre el miedo y el pánico. El miedo es el miedo a una amenaza real, a algo que está pasando. El pánico, por su parte, tiene ese plus de irracionalidad, de desborde y de angustia”.
Para Harry Campos Cervera, médico psiquiatra y psicoanalista, la ansiedad está “muy montada sobre la información de los casos actuales, en la sensación de la propagación enorme y en la fantasía de que nadie va a poder escapar de esto”. “Entre las personas, resuena mucho la cantidad de muertos y eso contribuye a la ansiedad como si la enfermedad fuera per se una enfermedad mortal, cuando la tasa de mortalidad es menor que la de la gripe común. La personas tienen que informarse. Lo más importante para combatir la ansiedad es la información”, indicó consultado por Infobae el experto.
Según pudo explicar a la American Psychiatric Association el doctor Baruch Fischhoff, profesor en la Universidad Carnegie Mellon y experto en percepción pública de riesgo y juicio humano y toma de decisiones, “lo más útil que las personas pueden hacer en esta etapa es encontrar algunas fuentes confiables de información como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, o la Organización Mundial de la Salud, o algunos de los principales medios de comunicación, y simplemente atenerse a ellos para información”.
"Lo segundo -explica- es hacer un análisis de riesgo simple, es decir, preguntarse si hay alguna razón para pensar que estamos en riesgo. Y por último, hacer una gestión de riesgos simple, que es descubrir cuáles son las pocas cosas que puede hacer de manera más efectiva”.
“Los riesgos de contraer enfermedades existen y existieron en todas las épocas, esto es una realidad. Pero también hay que plantear una cuestión que muchas veces se pasa por alto: muchas veces las personas tendemos a poner afuera temores que tenemos adentro y el pánico que -por momentos exagerado- depositamos en el coronavirus suele estar tapando otros miedos y complejos personales, el problema de esta manera se desplaza”, expresó consultada por este medio la psicoanalista Fiorella Litvinoff.
La psicosis y el temor que despertó la nueva epidemia en los adultos también afecta a los menores, quienes son más vulnerables a la sobreinformación y miedos infundados. “Hay que tener mucho cuidado con los miedos que se generan en los chicos. Son la población más vulnerable. No tienen los mismos recursos cognitivos ni emocionales para manejar el miedo”, explicó a Infobae la licenciada María Laura Santellán (MN 18842), psicoterapeuta especializada en adolescencia.
Y agregó: “Vivimos en un mundo donde hay exceso de información. Poro todos lados recibimos constantemente una batería de noticias, comentarios y anuncios por distintos canales, que tienen variada intensidad y muchas veces son redundantes. Pero al recibirlo, no medimos los efectos colaterales que esto produce en nosotros y en los niños, que también tienen llegada a las redes sociales y medios de comunicación”.
Volver a la rutina es una de las recomendaciones específicas que han realizado para grandes y chicos todo tipo de organismos especializados en psicología, con la Organización Mundial de la Salud (OMS) al frente. Además de tener un menú informativo sano e intentar normalizar la situación, los especialistas indican que debemos centrarnos en lo positivo, buscar apoyo afectivo en el entorno, evitar la estigmatización de las personas afectadas y, también, recurrir al humor como válvula de escape ante el tsunami de virología.
En resumen, se recomienda mantener la perspectiva y buscar ayuda en caso de necesitarla, como recomienda en sus cinco puntos la Asociación Estadounidense de Psicología:
1. Mantener las cosas en perspectiva. El hecho de que haya una gran cobertura de noticias sobre este tema no significa necesariamente que represente una amenaza para usted o su familia.
2. Conocer los hechos. Es útil adoptar un enfoque más clínico y curioso a medida que se siguen los informes de noticias sobre el virus.
3. Comunicarse con los más chicos. Discutir la cobertura de noticias del coronavirus con información honesta y apropiada para la edad. Los padres también pueden ayudar a aliviar la angustia al enfocar a los niños en rutinas y horarios. Recordar que los niños observan los comportamientos y emociones en busca de señales sobre cómo manejar sus propios sentimientos durante este tiempo.
4. Mantenerse conectado. Mantener las redes sociales puede fomentar una sensación de normalidad y proporcionar valiosos medios para compartir sentimientos y aliviar el estrés. Compartir información útil de sitios web gubernamentales con amigos y familiares ayuda a lidiar con la propia ansiedad.
5. Buscar ayuda adicional. Las personas que sienten un nerviosismo abrumador, una tristeza persistente u otras reacciones prolongadas que afectan negativamente su desempeño laboral o sus relaciones interpersonales deben consultar con un profesional de salud mental capacitado y experimentado. Los psicólogos y otros proveedores apropiados de salud mental pueden ayudar a las personas a lidiar con el estrés extremo. Estos profesionales trabajan con individuos para ayudarlos a encontrar formas constructivas de manejar la adversidad.
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