La epidemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) comenzó a fines de diciembre de 2019 en un mercado de animales de la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei en China central. Desde entonces, se ha extendido rápidamente por China y en otros países, lo que ha generado miles de contagios en 80 países y un saldo de 3152 muertos hasta hoy.
El agente etiológico es un nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, llamado así por la similitud de sus síntomas agudo con los inducidos por el síndrome respiratorio severo SARS que surgió en 2012.
Según identificaron los científicos, las secuencias genómicas de los virus del SARS-CoV-2 aisladas de varios pacientes comparten una identidad de secuencia superior al 99,9%, lo que sugiere un cambio muy reciente del huésped en humanos.
Los coronavirus se alojan naturalmente en animales y los murciélagos les dan forma evolutiva. De hecho, se ha postulado que la mayoría de los coronavirus en humanos se derivan del reservorio de murciélagos. Como era de esperar, varios equipos han confirmado recientemente la similitud genética entre el SARS-CoV-2 y un betacoronavirus de murciélago del subgénero Sarbecovirus.
La identidad de la secuencia del genoma completo del nuevo virus tiene un 96,2% de similitud con un coronavirus de murciélago relacionado con el SARS (SARSr-CoV; RaTG13) recolectado en la provincia de Yunnan, China, pero no es muy similar a los genomas del SARS -CoV (aproximadamente 79%) o MERS-CoV (aproximadamente 50%).
Aunque la ruta específica de transmisión de los reservorios naturales a los humanos sigue sin estar clara, varios estudios han demostrado que los pangolines pueden haber proporcionado un gen similar al SARS-CoV-2.
Pero, a pesar de estos descubrimientos recientes, varias cuestiones fundamentales relacionadas con los patrones evolutivos y las fuerzas impulsoras detrás de este brote de SARS-CoV-2 permanecen sin explorar por parte de la comunidad científica.
En la Universidad de Oxford, investigadores británicos y de otras partes del mundo estudian el grado de divergencia molecular entre el SARS-CoV-2 y otros coronavirus relacionados y realizan análisis genéticos poblacionales de 103 genomas secuenciados de SARS-CoV-2. Este trabajo busca proporcionar nuevos conocimientos sobre los factores que impulsan la evolución del SARS-CoV-2 y su patrón de propagación a través de la población humana.
Los análisis genéticos de la población de 103 genomas de SARS-CoV-2 indicaron que estos virus evolucionaron en dos tipos principales (designados L y S), que están bien definidos por dos SNP diferentes que muestran un enlace casi completo a través de las cepas virales secuenciadas hasta la fecha.
Aunque el tipo L (∼70%) es más frecuente que el tipo S (∼30%), se encontró que el tipo S es la versión ancestral. Mientras que el tipo L fue más frecuente en las primeras etapas del brote en Wuhan, la frecuencia del tipo L disminuyó después de principios de enero de 2020.
La intervención humana puede haber ejercido una presión selectiva más severa sobre el tipo L, que podría ser más agresiva y diseminada mas rapido. Por otro lado, el tipo S, que es evolutivamente más antiguo y menos agresivo, podría haber aumentado en frecuencia relativa debido a una presión selectiva relativamente más débil.
Estos hallazgos respaldan firmemente la necesidad urgente de más estudios inmediatos e integrales que combinen datos genómicos, datos epidemiológicos y registros gráficos de los síntomas clínicos de pacientes con enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19).
Este virus, el COVID-19, todavía no tiene ninguna vacuna para prevenirlo. En las últimas horas, el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, indicó que un tratamiento contra el coronavirus podría estar disponible para mediados de 2020 y llegaría a los pacientes a principios de 2021, llevando la calma tras haber confirmado nuevos casos en Nueva York y Washington.
Sin embargo aclaró que esta misma puede que no esté disponible hasta fines de este año o principios del siguiente, pero sí un tratamiento para aliviar a aquellas personas que contraigan el coronavirus podría estar disponible para el verano o principios del otoño.
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