El 2024 que acaba de irse fue especialmente difícil para doña Sofía, quien a sus 86 años continúa siendo una figura emblemática en la historia reciente de España.
Conocida por su dedicación a la familia real y su inquebrantable sentido del deber, la reina emérita enfrentó una serie de retos personales y familiares que pusieron a prueba su carácter, informó Vanity Fair.
Una infancia marcada por el exilio
Nacida el 2 de noviembre de 1938 en Atenas, Sofía Margarita Victoria Federica de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg llegó al mundo como miembro de la familia real griega.
Su nacimiento, declarado fiesta nacional en Grecia, tuvo un simbolismo extraordinario para su país en un momento convulso.
Sin embargo, no nació como heredera directa, pues su padre, Pablo de Grecia, no estaba destinado a ser rey. Todo cambió en 1947, cuando la muerte sin descendencia de Jorge II llevó a Pablo al trono.
La infancia de Sofía estuvo marcada por el exilio durante la Segunda Guerra Mundial. Su familia huyó a Egipto y Sudáfrica para escapar de la ocupación nazi, experiencia que inculcó en ella una notable capacidad de adaptación.
A pesar de la adversidad, Sofía describió esos años como felices, recordando las reuniones familiares en torno a su padre, quien tocaba el piano para ellos.
La educación estricta que recibió reforzó los valores de honestidad y servicio al país que guiaron toda su vida.
Matrimonio y adaptación en un entorno hostil
En 1961, durante la boda de los duques de Kent, Sofía conoció a Juan Carlos de Borbón. La unión entre ambos se materializó en 1962, en un matrimonio que no estuvo exento de pragmatismo político.
Para la familia real española, aun en el exilio, emparentar con una casa reinante representaba una oportunidad de fortalecer su posición, mientras que para la griega suponía una alianza estratégica.
A pesar de la falta de un flechazo inicial, la reina se entregó plenamente a su rol como consorte, demostrando un espíritu de servicio y dedicación.
Los primeros años de Sofía en España no fueron sencillos. Como princesa, fue objeto de críticas y prejuicios, siendo apodada “la extranjera” y “la hereje” debido a su fe ortodoxa, aunque se convirtió al catolicismo tras su matrimonio.
A pesar de estas dificultades, desempeñó un papel crucial durante el franquismo, contribuyendo al fortalecimiento de la institución monárquica en un país que transitaba hacia la democracia.
Una madre dedicada y formadora del futuro rey
Su rol como madre fue fundamental. Con tres hijos —Elena, Cristina y Felipe—, doña Sofía jugó un papel decisivo en la formación del actual rey, Felipe VI.
Su dedicación a su educación, que consideraba una cuestión de Estado, estuvo acompañada de una estrecha relación personal.
A Felipe se le formó para ser el heredero ideal, y su madre lo apoyó en todos los aspectos, incluyendo su matrimonio con Letizia Ortiz, a quien ayudó a integrarse a la familia real.
Escándalos y tensiones familiares
Los escándalos relacionados con las actividades de su esposo, el rey Juan Carlos I, incluyendo su relación con Corinna Larsen, supusieron un duro golpe para la reina.
En medio de estas polémicas, mantuvo su estoicismo, aunque los sucesos familiares, como la separación de sus hijas y el caso Nóos, dejaron huella en su carácter.
Las tensiones internas en la familia real fueron evidentes. Las diferencias con la reina Letizia y las disputas que involucran a sus nietas fueron ampliamente difundidas por los medios de comunicación, generando un debate público sobre su papel actual en la monarquía.
Activismo solidario y debate sobre su retiro
En la actualidad, doña Sofía se mantiene activa en causas solidarias, como su apoyo a los bancos de alimentos, reflejo de su compromiso con el servicio público.
Sin embargo, su lugar en la familia real es objeto de discusión. Algunos creen que debería retirarse de la vida pública, siguiendo el ejemplo de otras monarcas europeas, mientras que otros destacan su deseo de “morir con las botas puestas”, como ella misma expresó.
Un legado complejo pero valioso
Su legado, aunque matizado por las controversias de la Casa Real, es indiscutible. Para muchos, doña Sofía será recordada como una figura clave en la consolidación de la monarquía española durante la transición democrática.
Su dedicación a la familia y a la Corona, a pesar de los desafíos personales y las adversidades, la convirtió en una de las figuras más respetadas de la realeza europea.
Doña Sofía, con su característico estoicismo, continúa siendo un ejemplo de resiliencia y compromiso.
Aunque los tiempos cambiaron y los valores de la sociedad evolucionaron, su papel como reina emérita sigue dejando una huella indeleble en la historia de España.