Para la Princesa Diana, la Navidad fue una época difícil, llena de recuerdos dolorosos y una creciente desconexión con la Familia Real. Desde su infancia, las festividades se asociaron con la separación de sus padres y con una sensación de aislamiento que nunca desapareció completamente, incluso después de convertirse en parte de la realeza británica, recuerda Vanity Fair.
Infancia marcada por la separación de sus padres
Diana Spencer vivió una Navidad difícil en 1967, a la edad de seis años, cuando su madre, Frances, dejó a su padre, John Spencer, para casarse con Peter Shand Kydd. En ese entonces, la Navidad de la joven Diana estuvo marcada por el sufrimiento, pues la época de festejos solo le recordaba la partida de su madre, algo que la afectó profundamente. Como mencionó su biógrafa Simone Simmons: “La Navidad siempre fue lo peor para Diana, porque le recordaba la partida de su madre”.
Aunque creció en un entorno privilegiado, Diana vivió esa Navidad con un fuerte sentimiento de abandono. A pesar de que sus padres intentaron mostrar una fachada de unidad frente a sus hijos, la ruptura fue inevitable.
La pequeña Diana observó cómo su madre se alejaba en coche, una imagen que quedó grabada en su memoria para siempre. Tras la separación, los hermanos Spencer vivieron principalmente con su padre, quien trató de compensar la ausencia materna regalando lujosos presentes.
Sin embargo, a pesar de los regalos, las Navidades en la mansión de Sandringham nunca fueron momentos felices para Diana, quien recordaba esos días como momentos de incomodidad y tensión familiar.
Las Navidades en Althorp: la figura de la madrastra
Cuando la familia Spencer se mudó a Althorp, Diana continuó sufriendo las tensiones familiares, ahora exacerbadas por la presencia de su madrastra, Raine. Al asumir el control de la casa tras el matrimonio de su padre, Raine introdujo una rígida disciplina, incluso en las celebraciones navideñas.
Según relata Andrew Morton en Diana: Her True Story, Raine se encargaba de la apertura de los regalos, y lo hacía como una “oficiosa cronometrista”, lo que hacía que las festividades en Althorp fueran aún más incómodas para Diana.
A pesar de esta atmósfera tensa, Diana no dejó de mostrar compasión. En un gesto de generosidad, le dio un regalo a un vigilante nocturno que trabajaba en la finca, a quien ella percibió como una persona solitaria. El hombre, visiblemente emocionado, se piso a llorar.
Navidad en la familia real: desencanto y frustración
El matrimonio con el príncipe Carlos, en 1981, no alivió las tensiones navideñas de Diana. En su primer año celebrando la Navidad con la familia real en el Castillo de Windsor, la Princesa experimentó un choque cultural.
Descubrió que la familia real intercambiaba regalos que no tenían un valor emocional, solo bromas sin mucho sentido. Diana, por el contrario, había seleccionado con esmero obsequios significativos para sus nuevos familiares, lo que la hizo sentir aún más aislada.
A pesar de su esfuerzo, Diana nunca logró sentirse completamente integrada en ese ambiente rígido, donde las tradiciones y el protocolo primaban sobre los lazos emocionales.
A lo largo de los años, las Navidades en Sandringham (casa de campo de la realeza británica) se fueron convirtiendo en una experiencia cada vez más desagradable para Diana. El protocolo, las comidas formales y la obligación de ver el mensaje navideño de la Reina la hacían sentir como una extraña en su propia familia.
Según su peluquero Richard Dalton, “la Princesa odiaba ir a Sandringham por Navidad”. Diana llegó a referirse a estas celebraciones como un “espectáculo”, donde las reglas y las costumbres no le dejaban espacio para disfrutar de las festividades como ella deseaba.
Separación y Navidad solitaria
A medida que su matrimonio con Carlos se deterioraba, Diana comenzó a evitar cada vez más las celebraciones en familia. En 1988, comenzó a escaparse a Londres durante las festividades, un intento por alejarse de la presión y la tensión que sentía en Sandringham.
En 1991, la situación llegó a su punto álgido. Durante una cena de Navidad, Diana, sintiéndose cada vez más frustrada, tocó un tema delicado sobre el futuro de la monarquía en una Europa federal. La familia real la ignoró, lo que la dejó aún más aislada.
Las última vez
Tras su divorcio de Carlos en 1992, Diana decidió que nunca más pasaría las Navidades en Sandringham. En lugar de seguir las costumbres familiares, pasó las fiestas de forma solitaria. En sus últimos años, Diana optó por escapar del frío de Inglaterra y pasar las Navidades en destinos cálidos, como Barbuda (la isla ubicada al norte de Antigua, en la parte superior de las Islas de Barlovento), donde se dedicaba a actividades relajantes como nadar, jugar al tenis o simplemente descansar.