El día que Diana Spencer caminó hacia el altar en la Catedral de San Pablo ante la atenta mirada de millones de espectadores, llevaba un vestido de ensueño que marcaría un antes y un después en la historia de la moda. Con su cola de casi ocho metros y decorado con 10 mil perlas, el vestido fue un símbolo de elegancia y opulencia que trascendió generaciones.
Pero este ícono, creado por la entonces pareja de diseñadores David y Elizabeth Emanuel, también se convertiría en el centro de una compleja disputa personal y legal que años más tarde enfrentaría a sus propios creadores en los tribunales.
La creación de un vestido icónico
David y Elizabeth Emanuel eran un equipo tanto en el amor como en la moda. La pareja se conoció en 1974 mientras estudiaban en la Harrow School of Art y más tarde se casaron mientras cursaban una maestría en el Royal College of Art. La conexión con la realeza británica surgió en 1981, cuando la revista Vogue contactó a los Emanuel para un proyecto con una “famosa clienta”.
Esa clienta resultó ser Lady Diana Spencer, quien había sido seleccionada para una sesión de fotos icónica, realizada por Snowdon. En este primer encuentro, los Emanuel improvisaron con una tela rescatada de un vestido manchado para vestir a Diana en un retrato aristocrático, sin imaginar que este sería solo el comienzo de una colaboración que los inmortalizaría en la historia de la moda.
Separación y conflicto entre los Emanuel
Después del diseño de ese emblemático vestido nupcial, la relación de los Emanuel comenzó a deteriorarse. Su negocio, Emanuel Couture, se desmoronó a principios de los 90 debido a problemas financieros, y su matrimonio terminó poco después.
Años de tensiones personales dejaron su huella en ambos, y al igual que los propios Diana y el príncipe Carlos, los Emanuel pasaron de la colaboración a la rivalidad. A medida que sus caminos se separaban, surgían tensiones en torno a los derechos sobre sus creaciones, especialmente sobre el vestido de Diana, que había sido un trabajo conjunto pero cuya autoría y derechos quedaban en una ambigua disputa.
La batalla legal por los derechos de autor
Durante la pandemia de 2020, David demandó a Elizabeth alegando que ella había infringido sus derechos de autor al reproducir y vender bocetos iniciales del vestido de Diana sin su consentimiento. Esta acción inició un proceso judicial que Elizabeth describió como “horrible y profundamente perturbador”, ya que sentía que podría haberse evitado.
Sin embargo, Elizabeth decidió defenderse en los tribunales, declarando que su exesposo no le había dejado otra opción. A medida que avanzaba la batalla legal, el vestido que una vez había simbolizado la cúspide de su colaboración, ahora se había convertido en el punto de mayor distanciamiento entre ambos.
Finalmente, el 18 de octubre de 2023, se anunció una resolución amistosa entre los diseñadores en el Tribunal Supremo. Elizabeth Emanuel expresó su alivio al poder finalmente reclamar parte de la autoría de su obra más famosa y, por primera vez, decir: “Ese es mi diseño. Ese es mi trabajo”.
Aunque reconoció la importancia de su colaboración con David, la decisión judicial marcó un punto final a una lucha que había empezado tres décadas atrás y que le permitirá a Elizabeth conservar una parte de su propio legado en la historia de la moda.
El impacto del vestido en la vida de Elizabeth Emanuel
A pesar del reconocimiento que trajo el vestido de Diana, Elizabeth Emanuel enfrentó una serie de obstáculos a lo largo de su carrera. Durante un tiempo, se le prohibió diseñar bajo su propio nombre, una restricción que pudo superar hace solo unos años.
Además de los desafíos legales y personales, el vestido sigue siendo una referencia en su vida, tanto por las oportunidades que le abrió como por las dificultades asociadas. Actualmente, Elizabeth sigue trabajando como diseñadora, vistiendo a celebridades como Courtney Love y Madonna, y mantiene la esperanza de que su nombre no solo esté vinculado a un vestido histórico, sino que su trabajo actual también inspire a nuevas generaciones.