El destino de Victoria Eugenia de Battenberg, conocida como Ena, estuvo marcado desde su nacimiento por la realeza europea, pero también por los dramáticos acontecimientos políticos y personales que la acompañaron. Criada en el seno de una de las familias más influyentes de Europa, su vida estuvo llena de contrastes: del esplendor de las cortes británica y española al exilio y la tragedia. La historia de Ena, cuyo reinado en España fue breve pero intenso, ha vuelto a cobrar relevancia con una nueva serie biográfica que recuerda tanto sus momentos de gloria como las penurias que enfrentó.
Nacimiento y linaje: un legado real
Victoria Eugenia nació en 1887 en Balmoral, Escocia, en el seno de una familia que encarnaba la historia misma de la realeza europea. Era hija del príncipe Enrique de Battenberg y la princesa Beatriz, la quinta y más joven hija de la reina Victoria. A pesar de que su padre provenía de un matrimonio morganático (una unión de rangos desiguales), la reina Victoria había aprobado que los hijos de la pareja recibieran el tratamiento de “alteza”, un gesto que subrayaba la importancia del linaje de Victoria Eugenia.
Cercana a su abuela, Ena fue bautizada en honor tanto a la reina como a su madrina, la emperatriz exiliada Eugenia de Montijo. Este contexto la colocaba en el corazón de la monarquía británica, aunque su destino la llevaría mucho más allá de las islas británicas.
Infancia y educación
Ena pasó su infancia entre las residencias reales británicas, como el castillo de Windsor y Osborne House. Apodada “la bebé del jubileo” porque su nacimiento coincidió con el 50º aniversario del reinado de la reina Victoria, la joven Victoria Eugenia creció en el seno de una familia donde la tradición y el deber eran esenciales.
La relación entre Ena y su abuela fue estrecha, y la reina Victoria fue una influencia decisiva en su educación. Ena describió a la monarca como una figura casi maternal, estricta pero cariñosa, que inculcó en ella lecciones fundamentales sobre la vida y el comportamiento de la realeza. Sin embargo, la infancia de Ena no estuvo exenta de tragedias. A los seis años, sufrió una conmoción cerebral tras caer de un pony, y poco después, su padre murió de fiebre en África. Estas experiencias marcaron sus primeros años, preparando el terreno para una vida llena de desafíos.
Matrimonio con Alfonso XIII
El siguiente capítulo crucial en la vida de Victoria Eugenia se escribió en el Palacio de Buckingham, donde en una visita oficial del rey Alfonso XIII de España en 1905, conoció al monarca español. Aunque muchos esperaban que Alfonso se casara con otra prima de Ena, la princesa Patricia de Connaught, fue la joven de cabello rubio platino quien cautivó la atención del rey.
El camino hacia su matrimonio no fue sencillo. María Cristina, la madre de Alfonso XIII, se opuso por varias razones: Ena no pertenecía a una dinastía considerada “real” en el sentido más estricto, era de religión anglicana y su familia portaba la enfermedad genética de la hemofilia, algo que traería graves consecuencias. A pesar de estas dificultades, Ena aceptó convertirse al catolicismo, y el 31 de mayo de 1906, la pareja contrajo matrimonio en Madrid. Sin embargo, lo que debía ser un día de celebración se vio empañado por un atentado: una bomba estalló cerca del carruaje real, resultando en varias muertes y heridas. Un mal augurio para su futuro como reina de España.
Atentado y reinado en España
El atentado del día de su boda fue solo el comienzo de los desafíos que enfrentaría Victoria Eugenia como reina consorte de España. Desde el inicio, su figura no gozó de gran popularidad entre el pueblo español, y las tensiones en su matrimonio con Alfonso XIII no tardaron en aparecer.
La esperanza de mejorar su aceptación pública se depositó en el nacimiento de su primer hijo, Alfonso, príncipe de Asturias, en 1907. Sin embargo, tras el nacimiento, la familia real descubrió que el heredero sufría de hemofilia, la enfermedad que la madre de Alfonso tanto temía. Este diagnóstico tuvo un impacto devastador en su relación con el rey, quien nunca la perdonó completamente por transmitir la enfermedad a su hijo, a pesar de que la pareja tuvo siete hijos en total.
La hemofilia y la vida familiar
La herencia de la hemofilia, proveniente de la línea de la reina Victoria, afectó a varios de los hijos de Ena, con consecuencias trágicas. La enfermedad deterioró aún más el vínculo entre Alfonso XIII y su esposa, y el rey, conocido por sus aventuras extramaritales, se distanció progresivamente de Ena. Este ambiente tenso marcó los últimos años de su vida en España, mientras el país se sumergía en crisis políticas y sociales que culminarían en la caída de la monarquía.
En 1931, tras la proclamación de la Segunda República Española, la familia real fue forzada al exilio. Alfonso y Ena se separaron poco después, y mientras el rey se estableció en Roma, Victoria Eugenia pasó sus últimos años entre el Reino Unido y una residencia en Suiza, manteniendo siempre un perfil bajo pero dedicado a su familia.
A pesar de su separación, Ena mantuvo un lazo con España, especialmente en sus últimos años. En 1968, regresó brevemente para asistir al bautizo de su bisnieto, el futuro rey Felipe VI, en lo que fue un momento simbólico de reconciliación con el país que una vez gobernó.
Una reina que dejó su marca
Aunque su reinado en España estuvo lleno de tragedias, Victoria Eugenia de Battenberg dejó un legado duradero. Su trabajo con la Cruz Roja Española fue reconocido, y aunque una estatua que se erigió en su honor fue destruida poco después, su influencia en el ámbito de la caridad y la salud pública fue significativa.
Además, la tiara de flores de lis, un regalo de boda de Alfonso XIII, sigue siendo una de las joyas más icónicas de la familia real española, utilizada por reinas como Letizia. La vida de Ena, marcada por el deber, el sacrificio y el dolor personal, sigue fascinando a historiadores y cineastas por igual, recordando la compleja figura de una mujer que, a pesar de las adversidades, siempre mantuvo su dignidad real.