Es habitual que nuestro perro nos despierte siempre a la misma hora. También nos asombra cómo percibe que es domingo y que sus horarios y los nuestros cambian. Asimismo pueden percibir la hora del paseo, de la comida o detectar la hora en que un miembro de la familia regrese a casa.
Esto no solo es por una cuestión de costumbre, sino porque además poseen una capacidad de saber cuándo les toca hacer ciertas cosas. La referencia más clara que tienen los perros para conocer la hora es la heliofanía, o sea la cantidad de luz de los ciclos día y noche materializados en los cambios de intensidad de la luz y de la temperatura.
Su organismo reconoce estos cambios, los registra y obra en consecuencia. Además, dispone de otros mecanismos para poder medir el paso del tiempo, y uno de ellos se encuentra en su trufa, esto es, su nariz, que se comporta como un auténtico reloj. La trufa es en sí la parte negra y húmeda de la nariz del perro ubicada en la punta del hocico. El olfato de los perros es 1.000.000 de veces más sensible y discriminador que el de los seres humanos, lo que les permite detectar cambios en el ambiente de los que los seres humanos no podemos ser ni remotamente conscientes.
Con este sentido tan desarrollado, pueden captar el olor único de cada individuo, gracias a las partículas, los compuestos orgánicos volátiles (C.O.V.) que se desprenden de la piel y permanecen flotando en el aire. Aunque esas partículas se disipan con el tiempo los perros las pueden capturar al lamerse la trufa y transmitirlas a su olfato, el que a través de un órgano sumamente desarrollado que poseen, el órgano vómeronasal, es capaz de registrarlas en la memoria, decodificarlas y calcular la concentración de estas.
Esto permite, por ejemplo, comprender, a través de un cálculo intuitivo y no está escrito en ningún papel, cuándo alguien salió de casa, por la disipación de las partículas y su consecuente olor. Muchas veces, en el caso de miembros del hogar que sigan horarios regulares, podrán detectar de la misma forma en qué momento regresarán.
Los olores varían y se mueven a lo largo del día por las corrientes y los movimientos del aire caliente y frío, lo que hace que los perros puedan “oler el tiempo”, registrando esas variaciones. Esta es la forma por la cual pueden saber cuántas horas han transcurrido desde una determinada actividad y anticipar cuándo tocaría repetirla.
Además, los perros nos están registrando permanentemente como centro de su mundo y ese poder de observación les permite, relacionando actitudes, adelantar qué evento va a ocurrir. De esa forma, nuestra expresión corporal o los gestos de la cara le permiten a nuestro perro anticipar una situación, como un baño, un paseo o una comida.
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