El maravilloso fenómeno de la vida se basa en simultáneas, consecutivas y permanentes combustiones para generar la energía aprovechable en las diferentes acciones propias de la existencia.
Desde las reacciones químicas imperceptibles hasta los movimientos más visibles necesitan energía que se obtiene de esas combustiones.
Toda combustión necesita combustible, para el caso, los alimentos, comburente, en este caso el oxígeno y además se generan residuos aparte de energía.
Esos residuos son los famosos radicales libres que en la etapa joven de cualquier organismo son neutralizados hasta en exceso por las sustancias antioxidantes que el propio organismo genera: los nunca bien ponderados antioxidantes.
En la vida de cualquier individuo, de cualquier especie, existen tres etapas marcadas con relación a su balance entre radicales libres y antioxidantes: la primera etapa, el primer 30% de la esperanza de vida es la juventud que se define como etapa de salud. En ese período, sobran los antioxidantes y el organismo se halla en su plenitud.
Cuando el organismo atraviesa la etapa que media entre el 30% y el 70% de su esperanza de vida, si bien no genera la misma cantidad de antioxidantes neutralizadores como en el período anterior, siguen alcanzando. En esta etapa, llamada saludable, aún no se perciben los desequilibrios ni el deterioro ostensible. Los antioxidantes siguen alcanzando.
La última etapa, la llamada de enfermedad, se manifiesta una disminución en la producción de antioxidantes por el envejecimiento. Esto permite que predomine el accionar de los radicales libres, que deterioran el organismo manifestando signos propios de la senilidad.
A esta circunstancia de desequilibrio se la llama estrés oxidativo y ocurre en todos los organismos, en los seres humanos, en los gatos, en los perros y en cualquier ser vivo.
Lo conveniente es equilibrar esta circunstancia a través del suministro de los antioxidantes faltantes.
Si administramos antioxidantes que suplen simplemente la falta, los llamados antioxidantes de sustitución, como la vitamina C, la E, el selenito de sodio y el inositol, entre otros, lo que haremos es actuar en la reparación inmediata, solo contemplada mientras suministremos el compuesto indicado.
Pero existen otros antioxidantes, como el resveratrol, el cual se halla en el pellejo de las uvas negras, que protegen a la célula contra el envejecimiento a manera de “casco del ADN”, permitiéndole producir sus propios antioxidantes de manera saludable. Se los llama antioxidantes de protección.
El ideal es suministrar una combinación de ambos: los de sustitución junto a los de protección, logrando así una mejor calidad de vida y casi seguro un incremento en la cantidad de la vida de nuestros perros y gatos.
Resulta muy conveniente comenzar a administrar esas sustancias antioxidantes, según el consejo del médico veterinario de confianza, en la etapa saludable, en la madurez de nuestro perro o de nuestro gato, antes de la manifestación de signos de desgaste, para prevenir tempranamente el deterioro senil.
No podemos comprar vida en cápsulas, pero podemos mejorar la vida de nuestros perros y gatos ocupándonos de esos compañeros del afecto, determinantes claros de nuestro saludable presente.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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