El 7 de enero de 1785, Jean-Pierre Blanchard y John Jeffries lograron una hazaña sin precedentes al cruzar el Canal de la Mancha en un globo aerostático, consolidando un capítulo pionero en la historia de la aviación. El viaje que requirió arrojar todo tipo de pertenencias (incluidas sus propias ropas) para mantener el vuelo, simbolizó tanto la audacia humana como los retos técnicos que las primeras travesías debían enfrentar. Este evento también marcó un antes y un después para el transporte aéreo, y ante un nuevo aniversario del acontecimiento, la revista Smithsonian publicó un informe.
El nacimiento de los globos aerostáticos estuvo estrechamente vinculado al ingenio de los hermanos franceses Joseph-Michel Montgolfier y Jacques-Étienne Montgolfier, quienes en 1783 revolucionaron la historia del transporte con el lanzamiento del primer globo de aire caliente. Esta invención era resultado de una estructura de seda reforzada con papel y alimentada por aire caliente, alcanzó una altura de 2000 metros sobre Annonay (Francia), recorriendo más de un kilómetro en su vuelo inicial. Posteriormente, el globo se convirtió en un vehículo para la experimentación científica cuando los Montgolfier transportaron una oveja, un pato y un gallo en una demostración pública.
La innovación no quedó confinada a los globos de aire caliente. Paralelamente se desarrollaban globos de hidrógeno, más ligeros y con mayor capacidad de elevación, lo que permitió extender el alcance y las posibilidades de estas máquinas voladoras. Los globos no tardaron en convertirse en una sensación en Europa. Multitudes asistían a los lanzamientos, fascinadas por la posibilidad de desafiar la gravedad y explorar los cielos. En París se llegaron a congregar hasta 400.000 personas para presenciar un vuelo, un reflejo del fervor conocido como “globomanía”.
De igual manera, el entusiasmo no se limitó a la novedad tecnológica; los globos despertaron una profunda curiosidad científica y cultural. Como expresó el barón Friedrich Melchior von Grimm, durante el primer año de experimentación con globos, estos se convirtieron en el tema de conversación predominante en círculos sociales e intelectuales, desde los salones de la aristocracia hasta las universidades.
Rivalidad entre tecnologías aéreas
Mientras los Montgolfier perfeccionaban sus globos de aire caliente, las versiones de hidrógeno ganaban terreno como una alternativa más eficiente y versátil. Esta dualidad tecnológica estimuló la competencia entre inventores, y sentó las bases para avances que desembocarían en hitos como el cruce del Canal de la Mancha. Es por ello que figuras como Jean-Pierre Blanchard adoptaron el hidrógeno para realizar sus vuelos, demostrando el potencial de esta tecnología para realizar viajes más largos y complejos.
La invención y popularización de los globos aerostáticos en el siglo XVIII transformó la manera en que los humanos concebían el cielo, y también dejó una profunda huella en la cultura y el ciencia, preludio de los avances que años más tarde darían forma a la aviación moderna.
Innovaciones técnicas y peligros del cruce
Blanchard y Jeffries pudieron cruzar el Canal de la Mancha con un globo aerostático, que era además una demostración de la audacia con que se enfrentaban los desafíos de los primeros vuelos. Este aparato impulsado por hidrógeno, tuvo una elección estratégica debido a su ligereza y capacidad de ascenso en comparación con el aire caliente. Además, Blanchard siempre buscaba optimizar la navegación aérea, había equipado el globo con remos y un rudimentario timón, concebidos para dirigirlo en ausencia de vientos favorables. Aunque estos elementos no lograron el control esperado, mostraban los primeros pasos hacia la creación de vehículos más funcionales en el aire.
El histórico vuelo comenzó en Dover (Inglaterra), en la tarde del 7 de enero de 1785. Sin embargo, la travesía pronto se tornó crítica cuando el globo comenzó a perder altitud peligrosamente. La caída obligó a los aeronautas a aligerar la carga de forma desesperada: primero arrojaron bolsas de arena, luego alimentos, equipo de emergencia y hasta los remos diseñados por Blanchard. A pesar de estos esfuerzos, el descenso continuó, llevando a los hombres a desprenderse incluso de sus prendas de vestir. Finalmente, y en un acto de extrema urgencia, descargaron líquidos corporales para reducir aún más el peso.
Esos esfuerzos lograron estabilizar el globo y garantizar su llegada a salvo a Francia, aterrizando en el bosque de Gunes, cerca de Calais. Tras el aterrizaje, el logro fue celebrado como una hazaña sin precedentes en París, que inspiró avances posteriores en la aviación. Aunque también dejó al descubierto las limitaciones técnicas y riesgos inherentes a la exploración aérea en sus inicios. Por más de que se trataba de un diseño avanzado para su tiempo, carecía de la capacidad de maniobra y seguridad necesarias para evitar situaciones críticas.
En este cruce épico, los aeronautas demostraron su valentía y la necesidad de perfeccionar las tecnologías aeronáuticas. El vuelo marcó un punto de inflexión en la historia de los globos aerostáticos y dejó un legado que continuaría impulsando los sueños por conquistar el cielo.