Un niño descubrió una cruz de mosaico de 200 años durante una excursión escolar en Jerusalén

Lo que comenzó como una excursión escolar ordinaria en el barrio histórico de Ein Karem, Jerusalén, culminó en un hallazgo extraordinario que conecta directamente con siglos de historia religiosa y cultural. Nehorai Nir, un niño de 10 años, realizó el descubrimiento de una cruz de micromosaico de entre 100 y 200 años de antigüedad, un objeto que, a pesar de no ser clasificado como antigüedad bajo las leyes actuales, resalta por su valor histórico y artístico.

Nehorai Nir participaba en una actividad escolar que consistía en buscar plantas comestibles en Ein Karem, una localidad montañosa al oeste de Jerusalén conocida por su importancia en la tradición cristiana. Durante la excursión, el niño notó un objeto colorido que brillaba en la tierra mientras exploraba una ladera. Nir compartió su relato en un comunicado de prensa de la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA), primero encontró una granada roja, pero al dejarla descubrió el colgante.

La cruz, que capturó de inmediato su atención, resultó ser una pieza única elaborada mediante la técnica de micromosaico, un método artesanal desarrollado en Roma en el siglo XIX. Nehorai, con la ayuda de su escuela, contactó a la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA, por sus siglas en inglés), quienes confirmaron la singularidad del objeto y su probable conexión con la historia de los peregrinos cristianos en Tierra Santa.

A pesar de su “juventud” relativa en términos arqueológicos, la cruz de mosaico hallada por Nehorai Nir posee un valor artístico incalculable. Según explicó en un comunicado de prensa el Dr. Amit Re’em, arqueólogo de la IAA, el objeto se distingue por la técnica de micromosaico, que requería una gran destreza. “Incluye la colocación de vidrio y pequeñas piedras preciosas de colores con gran precisión para formar patrones en miniatura”, señaló.

Este estilo de artesanía fue popular en Roma hacia 1800 y se extendió hasta principios del siglo XX. Los pequeños mosaicos se utilizaban principalmente para medallones y otros objetos decorativos, a menudo adquiridos como recuerdos religiosos. Los vívidos colores y los diseños intrincados de la cruz reflejan la habilidad de los artesanos que la elaboraron, al mismo tiempo que encapsulan un sentido de devoción que trasciende generaciones.

Aunque no es considerada una antigüedad según la ley israelí, la pieza se presenta como un “objeto especial y visualmente impresionante” que ayuda a trazar un puente entre la Tierra Santa y las rutas de peregrinación europeas.

El lugar del descubrimiento, Ein Karem, es una localidad con una importancia histórica central para la fe cristiana. Mencionada en el Evangelio de Lucas como la “ciudad en la región montañosa de Judea” donde nació Juan el Bautista, esta área se ha mantenido como un foco de peregrinación a lo largo de los siglos.

Ubicada en una montaña al oeste de Jerusalén y cerca de Belén, no solo se destaca por sus paisajes, sino también por la cantidad de iglesias y monasterios que alberga. Entre ellos, la Iglesia de San Juan Bautista y el Monasterio de las Hermanas de Sión, que reciben cada año a miles de visitantes de todo el mundo.

Es probable que el colgante hallado por Nehorai Nir haya sido traído a esta región por un peregrino cristiano durante el siglo XIX, un periodo en el que los viajes religiosos desde Europa a Tierra Santa eran especialmente frecuentes. Según los especialistas de la IAA, este tipo de objetos solían formar parte de las posesiones personales de los peregrinos, ya sea como símbolos de su fe o como recuerdos de su viaje espiritual.

El hallazgo de la cruz no solo conecta con un objeto material, sino que también evoca la rica historia de los viajes de peregrinación y la importancia de Tierra Santa en la espiritualidad cristiana. Durante los siglos XVIII y XIX, los peregrinos emprendían arduas travesías desde Europa, enfrentando desiertos, montañas y mares, a menudo durante años, con la esperanza de llegar a los lugares santos donde, según la tradición, comenzó su fe.

La cruz de mosaico es un recordatorio tangible de esos viajes, testimonio de la fe y el sacrificio de quienes buscaban acercarse a sus raíces espirituales. Como señaló el Dr. Re’em en el mismo comunicado de prensa: “Es posible que la cruz haya llegado con un peregrino de Europa y se haya caído durante su viaje a la Tierra de Israel, o tal vez la hayan comprado aquí en Jerusalén. Cuando Nehorai compartió la historia del descubrimiento, uno casi podía imaginar el momento en que se perdió el colgante, para que el niño lo encontrara aproximadamente un siglo después”.

El simbolismo de estos viajes radica en su propósito: la búsqueda de una conexión más profunda con lo divino. Para muchos peregrinos, objetos como la cruz representaban no solo su fe, sino también el logro de una hazaña física y espiritual.

El descubrimiento realizado por Nehorai Nir es más que un hallazgo arqueológico; es una ventana al pasado que ilumina las conexiones entre el arte, la fe y la historia. La cruz de mosaico no solo se destaca por su belleza y técnica artesanal, sino también por su capacidad para narrar las historias de los miles de peregrinos que llegaron a Tierra Santa en busca de redención, devoción o simplemente de una experiencia transformadora.