En la tranquila ciudad de Dunedin, al sur de Nueva Zelanda, la naturaleza está tocando literalmente la puerta de sus habitantes. Una creciente población de leones marinos, una de las especies más raras del mundo, comenzó a instalarse en sus costas y, en ocasiones, incluso en sus jardines. Y esta convivencia inesperada está generando tanto momentos entrañables como preocupaciones ecológicas profundas.
Lo que podría parecer una escena sacada de un documental es parte de la vida cotidiana en Dunedin: abrir la puerta y encontrarse con un león marino macho de 300 kilos o una hembra preñada descansando entre las flores.
Los residentes están cada vez más familiarizados con estos visitantes marinos, que se adaptaron a la proximidad humana con sorprendente facilidad.
Jim Fyfe, guardabosques de biodiversidad costera del Departamento de Conservación (DOC) de Nueva Zelanda, explicó al medio británico The Guardian: “Son absolutamente intrépidos, no le temen a la gente… Hay algo en ellos, en términos de inteligencia, con lo que la mayoría de la gente tiene conexión”.
Un regreso después de 150 años
Los leones marinos de Nueva Zelanda fueron cazados casi hasta la extinción en el siglo XIX, principalmente por colonos europeos que desarrollaron una floreciente industria de caza de focas.
Para 1994, no se había registrado ningún nacimiento de leones marinos en el continente en más de 150 años. Sin embargo, ese año marcó un hito cuando una leona marina, apodada Mum, dio a luz a su cría en la península de Otago.
Desde entonces, sus descendientes regresan anualmente para reproducirse. Actualmente, se contabilizan al menos 39 parejas reproductoras que encuentran refugio en la península de Otago cada verano, según The Guardian.
Las hembras preñadas buscan lugares seguros y aislados lejos de los machos agresivos, lo que las lleva a explorar territorios urbanos inesperados.
En ese sentido, se han visto leones marinos descansar en campos de golf, jardines, moteles y hasta en parques infantiles.
“Compiten con surfistas en las olas”, señaló The Guardian en su informe. Asimismo, se destacó cómo estos animales están difuminando los límites entre sus hábitats naturales y las zonas urbanas.
Historias de convivencia: cuando la naturaleza sana el alma
Para algunos residentes, la llegada de los leones marinos fue más que un simple evento curioso: cambió vidas.
Nicole Bezemer, vecina de la península de Otago, luchaba contra la depresión cuando una mañana de enero encontró a una leona marina llamada Mahira y a su cría recién nacida, a la que apodó Mabel.
“Era muy pequeña y no tenía miedo en absoluto. Simplemente me miró y eso cambió el curso de mi día y, muy posiblemente… de mi verano”, recordó Bezemer.
Mabel se convirtió en una visitante habitual de su jardín mientras su madre pescaba en el mar. “Son muy juguetones y curiosos”, aseguró. “Mabel se acercaba al cuenco de agua de mi perro, metía la cabeza y hacía burbujas”, le contó a The Guardian.
Desafíos urbanos: cómo coexistir con gigantes marinos
La creciente población de leones marinos en áreas urbanas plantea un desafío de gestión ambiental sin precedentes. “Solo nacen 30 cachorros… ¿Qué pasará cuando nazcan 100 cachorros? ¿Cómo será eso?”, se preguntó Fyfe.
La comunidad de Dunedin mostró disposición para adaptarse. Sin embargo, los leones marinos pueden generar conflictos en las carreteras y otras zonas urbanas, donde la seguridad tanto de los animales como de los humanos está en riesgo.
Es por ello que Bezemer se unió al Tomahawk-Smaills BeachCare Trust, que trabaja para restaurar la biodiversidad de las dunas costeras y crear entornos más seguros para los leones marinos.
“Tengo una deuda que pagar a las criaturas que realmente me ayudaron, profundamente, en un momento difícil”, afirmó.
Una advertencia desde el océano
Sin embargo, no todo es positivo. La presencia de leones marinos en el continente podría ser una señal de problemas ecológicos más profundos.
“En realidad, esto no es una indicación de que la población en su conjunto esté mejorando”, advirtió Jim Fyfe.
El cambio climático y la sobrepesca están afectando sus áreas de cría tradicionales en las islas subantárticas, donde el 98% de los leones marinos de Nueva Zelanda nacen, informó el medio británico.